Derek Walcott: La inspiración de las Antillas

El escritor, artista visual y dramaturgo murió ayer en su isla natal, Santa Lucía, a los 87 años. En 1992 obtuvo el premio Nobel de Literatura.

Redacción gente
18 de marzo de 2017 - 04:00 a. m.
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Derek Walcott tuvo la propiedad de la convergencia. En su figura se daban citan, por igual, características caribeñas y particularidades estadounidenses. En su propuesta creativa se sintonizaban, casi por inercia, manifestaciones como la literatura, la concepción de obras para teatro o dramaturgia y las artes visuales. Y en sus relatos es fácil encontrar temas epistemológicos, económicos, filosóficos y de denuncia social.

La multiplicidad en los saberes del escritor, dramaturgo y artista visual, nacido el 23 de enero de 1930 en Santa Lucía, fue otorgada por su condición de explorador. Walcott fue un viajero consumado que, sin el más mínimo asomo de protesta, dejaba su hogar en la isla caribeña para dictar cátedra, talleres y conferencias en distintos planteles de Estados Unidos.

Los parajes de las islas menores del Caribe; la realidad social de un país como Jamaica, donde adelantó su licenciatura; los hechos cotidianos que veía detrás de su ventana en Trinidad y Tobago, y el desfile universitario de Boston, donde dictó clases durante varias temporadas, fueron elementos que nutrieron su propuesta literaria. Para él, el misterio de contar historias consistía en abrir los ojos al extremo y extractar, siempre, lo más humano.

Walcott publicó por primera vez cuando tenía 14 años. Un periódico de Santa Lucía le abrió espacio a uno de sus poemas y desde aquellos años de adolescencia jamás dejó de expresarse. Incluso, su primer poemario, 25 Poems, fue autogestionado, y mientras muchos autores de su generación ponían barreras para exhibir sus ideas, él miraba hacia lo profundo y se salía con la suya.

Eso fue lo que hizo cuando se lanzó al vacío con una de sus primeras narraciones extensas, Sueño en la montaña del mono (1970), concebida para teatro pero que se considera una pieza literaria fundamental por su riqueza verbal. Luego vinieron Otra vida (1973), Uvas de mar negro en la tierra húmeda seca-transparente (1976), El reino del caimito (1979), El viajero afortunado (1981), Verano (1984) y El testamento de Arkansas (1987).

Todas estas narraciones abonaron el camino para que Walcott publicara una obra que marcó por completo su propuesta creativa. Con el poema épico Omeros, basado en los personajes de la Ilíada, el escritor santaluciano logró reconocimiento en todas las latitudes. Eso lo llevó directo por el camino para ser postulado al premio Nobel de Literatura y finalmente quedarse con esa distinción.

Derek Walcott murió ayer a los 87 años, en su natal Santa Lucía. Se fue dejando una propuesta contundente en la narrativa de las islas de Caribe. Creó su mundo literario y lo quiso compartir a través de la poesía, el teatro y el arte.

Por Redacción gente

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