El viaje musical de Jaime Martínez

El oboísta venezolano valora estar radicado en Colombia, donde lidera la línea de su instrumento en la Orquesta Filarmónica de Medellín y participará en el concierto de este sábado, dedicado a la “Resurrección” de Mahler.

Daniel Grajales
27 de septiembre de 2017 - 07:39 p. m.
Desde el 1º de agosto de 2015, Jaime Martínez es el oboísta principal de la Orquesta Filarmónica de Medellín. / Cortesía
Desde el 1º de agosto de 2015, Jaime Martínez es el oboísta principal de la Orquesta Filarmónica de Medellín. / Cortesía
Foto: Isabel Tobón

Desde los 11 años, cuando tomó la decisión de dedicarse a la música, Jaime Martínez (Venezuela, 1963) tenía claro que su carrera la iluminaría el liderazgo cultural que caracterizó a su padre, Juan Martínez Herrera, pionero en procesos que transformaron las artes en Venezuela, más precisamente en Carora, pueblo al que su familia viajó por decisión de su madre, Teresita Yepes.

“Mi papá me preguntó: ‘¿Qué instrumento vas a tocar tú en la orquesta?’, y mi mamá sacó una enciclopedia para mostrarme los instrumentos. Yo pregunté: ‘Ese que tiene todas esas teclas se puede tocar’, y entonces me dijo: ‘Sí, con estudio todo se puede. Se llama oboe’… Le pregunté cómo sonaba y me puso un disco de 33 revoluciones de su colección. Escuché la Quinta sinfonía de Beethoven. En el primer solo de la primera cadencia escuché al oboe y caí ante él”.

En la Orquesta Infantil de Carora, Jaime Martínez comenzó su formación con el que llama “el mejor pedagogo”, el maestro Hernán Jerez, primer oboísta en Chile. Fue su único alumno durante dos años. “No solamente me enseñó a tocar oboe, me enseñó a jugar ajedrez y a nadar. Nadábamos juntos en una piscina olímpica, era de esos maestros que te enseñan todo”.

Con la familia viajó a Mérida, un municipio cercano, hicieron un concierto y sintió mucha felicidad. Después, el destino fue Caracas, la capital, donde apareció el premio nobel alternativo, José Antonio Abreu.

Abreu fundó la Orquesta Juvenil de Caracas y necesitaba un primer oboísta, ante lo que fue a buscar a Martínez a Carora. Tomando café en la sala de la casa del músico, con su padre, le dijo: “Me tengo que llevar a este muchacho para Caracas”, a lo que respondieron que no, pues sólo tenía 14 años. El maestro Abreu siguió presionando, hasta convencerlos. Entonces, el oboísta viajó a la capital. Era 1978 y ya comenzaba como primer oboe de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar.

Lo que siguió para Jaime Martínez fueron experiencias en España y Francia, hasta que recibió una llamada de Medellín. Se había ido el primer oboe de la Orquesta Filarmónica de Medellín y lo invitaban a reemplazarlo. Recuerda que era “el Día de los Enamorados del 2014, bajo la dirección del maestro Francisco Rettig, a quien le gustó mi trabajo. Me traían cada mes”.

Jaime Martínez sabía que la Filarmónica de Medellín era “amateur, que cuando estaba la Sinfónica de Antioquia, la Filarmónica de Medellín no tenía tan buen nivel. Sin embargo, desde el primer ensayo me di cuenta de que había grandes músicos, maduros, como el maestro Gonzalo Ospina, pero también jóvenes queriendo aprender”.

Así que desde el 1º de agosto de 2015, Jaime Martínez es el oboísta principal de la Orquesta Filarmónica de Medellín y en febrero de 2016 asumió como profesor de oboe y música de cámara de la Fundación Universitaria de Bellas Artes.

Hoy cree que “la orquesta ya tiene conexiones con su sociedad, con la de Medellín y de otros territorios, ahora tiene que ser un ente de trasformación desde la innovación”. Dice que debe asumir con más fuerza su rol social. Él, con su oboe Royal, modelo conservatorio, llaves doradas de la casa F. Lorée de París, piensa en una orquesta que ayude a que Medellín se transforme con la música, “porque debemos comprometernos con lo social, con lo ecológico, contribuyendo a la conciencia ecológica, al abandono del automóvil privado. Tenemos que integrarnos a la dinámica sociopolítica de la ciudad”.

Es por eso que el oboísta usa el transporte público. Viaja cada vez que es necesario a Medellín, porque vive en Rionegro, usando transporte público. Los conductores de los buses de las flotas de este municipio lo llaman “el gringo de la Filarmónica”, por su aspecto de rubio europeo, que bien podría ser también norteamericano. Él cultiva el campo, ama y respeta la tierra, tiene cabras, ama los animales.

Jaime Martínez sueña con la Orquesta Filarmónica de Medellín como una insignia de la música latinoamericana, “que vaya a Europa a tocar música colombiana, alemana, argentina. Ahí vamos con nuestro compromiso con el repertorio latinoamericano. Nadie toca esas obras, nosotros tenemos que asumir el compromiso con nuestra música, para asumir también el que tenemos con nuestro pueblo”.

Sábado 30 de septiembre, 5:00 p.m., Teatro Metropolitano de Medellín.

Por Daniel Grajales

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