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Del atril negro, por el que se escurrían flores blancas y rosadas y en el que se leía Finlandia en letras doradas, apenas alcanzaban a resaltar su cabeza y sus hombros. Elmira Ismayilova no mide más de un metro con sesenta. Subió las escaleras para alcanzar el escenario a paso lento, balanceándose sobre sus piernas de un lado a otro, como si un dolor —tal vez el de saber a su hija encarcelada injustamente— la acorralara. Mientras hablaba con la gente en el Finlandia Hall, en Helsinki, sonreía. Pero en el instante en que le pedían dejar registro de su presencia con una foto, en su rostro las arrugas y las ojeras se hacían de repente más prominentes, una expresión de dureza se volvía su sello y la sonrisa se desvanecía.
Elmira Ismayilova llegó a la capital de Finlandia porque su hija, Khadija Ismayilova, no pudo: en septiembre de 2015 fue sentenciada a perder su libertad durante siete años y medio por cargos como abuso de poder. La madre vino a recibir el Premio Unesco/Guillermo Cano de Libertad de Prensa, que se entrega desde 1997 todos los 3 de mayo y que en esta ocasión le fue otorgado a Khadija Ismayilova, señaló la Unesco, “por su contribución destacada a la libertad de prensa en circunstancias difíciles”. La presidenta del jurado de 12 personas que tomó la decisión de darle esta distinción, Ljiljana Zurovac, señaló que estaba feliz “de ver que su coraje y profesionalismo eran reconocidos”.
Los líos de verdad comenzaron en 2011, cuando Ismayilova descubrió y divulgó que las dos hijas del presidente de su país, un hombre llamado Ilham Aliyev, habían establecido, junto con un suizo (Olivier Mestelan), tres compañías en Panamá que, a su vez, eran las propietarias de una empresa de telecomunicaciones en Azerbaiyán: Azerfon. Cuando esa compañía apareció en el mercado, señaló Imayilova, el gobierno de Azerbaiyán —es decir, el padre de las dueñas de la empresa— empezó a exigirle a la competencia requisitos que antes no se pedían. Luego, ese mismo gobierno le otorgó a Azerfon la licencia 3G, con lo cual se convirtió en monopolio: ninguna otra organización de telecomunicaciones en Azerbaiyán la tiene.
En esa grave denuncia, la periodista Khadija Ismayilova agregó que no sólo las dos hijas del presidente Aliyev sino la esposa de éste, Mehriban Aliyeva, posiblemente tenían el control de varios de los bancos más grandes del país.
En 2012 vino otra denuncia igual de grave: la reportera Ismayilova, de la mano del Proyecto de Reportes contra el Crimen Organizado y la Corrupción, hizo público que las hijas del presidente y el suizo Mestelan, de nuevo, habían creado tres empresas en Panamá (distintas a las que se usaron para fundar la empresa de telecomunicaciones Azerfon), para apropiarse de seis minas de oro cuyas concesiones las entregaba, como era de esperarse, el gobierno. Es decir, el gobierno del presidente que a su vez era padre de las dos mujeres que tenían las minas de oro beneficiadas con contratos del Estado.
“Una de las personas que hicieron que encarcelaran a Khadija fue la primera dama”, dice, entre susurros, un amigo y colega de Khadija Ismayilova que está acá, en Helsinki. “Por eso le hemos pedido a la Unesco que la retire”. Él se refiere a que el 9 de septiembre de 2004, en la sede principal de la Unesco en París, Mehriban Aliyeva fue nombrada embajadora de buena voluntad de la Unesco, y aún lo es. Los amigos y familiares de Ismayilova, así como varias organizaciones de periodistas, han denunciado que el proceso en su contra fue totalmente injusto gracias al poder del gobierno: fue condenada sin evidencias ni testigos. Por eso, en diciembre del año pasado, el European Centre for Press & Media Freedom le hizo la solicitud a la Unesco de despojarla de su título honorario.
El 5 de diciembre de 2014, señaló el Comité de Protección de Periodistas (CPJ), Khadija Ismayilova fue arrestada porque, supuestamente, había incitado a un hombre a suicidarse. Su estación de radio, además, fue allanada y sus equipos confiscados. En enero de 2015, un juez permitió que siguiera bajo arresto, y entonces la Fiscalía de Azerbaiyán cambió los cargos: ya no se trataba del suicidio, sino de delitos como malversación de fondos, evasión de impuestos y abuso del poder. Ella, que se proclamó inocente hasta el final, advirtió de nuevo en la ceremonia de Helsinki que la habían procesado para callarla. “La corrupción es un mal profundamente degenerativo. No la ignoren. No la ayuden”, dijo en la carta que escribió desde la cárcel, en donde está aprendiendo español.
Minutos antes de la ceremonia en la que se entregó el Premio Unesco/Guillermo Cano —llamado así en honor al director de El Espectador que fue asesinado en diciembre de 1986—, Elmira Ismayilova aceptó hablar unos minutos con este diario sobre el caso de su hija, con ayuda de traductor, pues su idioma es el ruso. Después de la entrevista se encontró con Ana María Busquets, la viuda de Guillermo Cano y presidenta de la fundación que lleva el nombre de su esposo. “Dígale que yo perdí a mi esposo, pero que estoy segura de que ella va a volver a ver a su hija”, le dijo Busquets al traductor. Elmira Imsayilova asintió con la cabeza y le dio un tímido abrazo.
¿Para qué vino a Helsinki?
Quería estar aquí para mostrarles a todas las madres del mundo cuyos hijos están en cárceles de forma ilegal que no deberían tener miedo de hablar. No sólo por sus hijos, sino por toda la gente que está siendo castigada injustamente.
¿Considera que el periodismo es útil para la sociedad?
Sí, lo creo. El buen periodismo, se supone, refleja la realidad de la sociedad y resalta los problemas que pueda tener, incluidos los errores del gobierno, para asegurarse de que éste responda ante su gente. Por eso el periodismo es importante. Si el gobierno no responde ante su gente, es un mal gobierno.
¿Qué le dice al gobierno de Azerbaiyán?
Organícense. Dejen de ser corruptos. Respeten a la gente y sus decisiones. Amen el país. Compórtense como un gobierno de la gente.
¿Qué significa para su familia que su hija reciba el Premio Guillermo Cano?
Yo sé que Guillermo Cano fue asesinado por sus puntos de vista sobre la justicia. Estoy orgullosa de que mi hija reciba el premio que tiene su nombre. Es muy reputado. Es un gran reconocimiento aceptar este premio. Envía un mensaje importante al gobierno de Azerbaiyán: que debe liberar a mi hija.
¿Vio a su hija antes de venir?
Sí. Hablamos del premio y traje una carta de ella que voy a leer en la ceremonia.
¿La comunidad internacional ha hecho lo suficiente por ella?
Creo que sí, que han hecho mucho por apoyar a mi hija. Espero que el presidente Obama se una a estos esfuerzos.
¿Está orgullosa de su hija?
Mucho.
¿Teme por su suerte?
No.