Netflix y los cortometrajes, crítica a propósito de Love, Death & Robots

Desde el 15 de marzo estrenó esta serie de animación de 18 relatos cortos y esta es una revisión de fondo sobre sus aportes y fallas narrativas frente a la ciencia ficción.

Deivis Cortés * / Especial para El Espectador
29 de abril de 2019 - 08:04 p. m.
Netflix prometió para esta serie "productos lácteos con sentimientos, hombres lobo soldado, robots sublevados, monstruos de la basura, cyborg cazarrecompensas, arañas alienígenas y demonios del infierno sedientos de sangre". / Cortesía
Netflix prometió para esta serie "productos lácteos con sentimientos, hombres lobo soldado, robots sublevados, monstruos de la basura, cyborg cazarrecompensas, arañas alienígenas y demonios del infierno sedientos de sangre". / Cortesía

"Love Death & Robots". Título sospechoso. Tres generalidades juntas. Un hilo conductor demasiado amplio, torpe y engañoso. Efectivamente, de los dieciocho cortometrajes, al menos nueve no tienen nada que ver con robots y otros tres sólo tocan el tema tangencialmente. Todos tienen que ver con “amor” y “muerte”, es cierto, pero también es cierto que toda la narrativa universal tiene que ver con esos dos temas. Alguien ama, alguien deja de amar, alguien muere o evita la muerte. Siempre es lo mismo.

El parroquiano que me recomendó la serie lo hizo asegurando que se trataba de una serie “nueva, sabrosita, muy parecida a Animatrix (2003)”. No obstante, comparar LD&R con Animatrix es impreciso y poco justo. Animatrix aporta a la mitología de sus películas base, al punto que algunos cortometrajes resultan indispensables para completar y entender subtramas de los largometrajes en cuestión. En LD&R no sucede así. No se aporta a ninguna mitología de la muerte, del amor o de los robots. Casi todas las historias del conjunto son remakes literales o variaciones de algo ya visto. Hay una versión de Gravity (2013) un poco más gore, hay una versión de Microcosmos (1996), una versión siniestra de Up (2009) con elementos de The Iron Giant (1999), y una versión de Real Steel (2011) cruzada con Avatar (2007). Todos técnicamente impresionantes y visualmente potentes, pero narrativamente hablando LD&R resulta bastante pobre: lugares comunes, situaciones y tramas manidas que hacen preguntarse por la pericia de los escritores involucrados. (Le puede interesar: Los estrenos de mayo en Netflix).

Revisando créditos, es fácil notar que el guionista de la mayoría de los productos es el mismo (Philip Gerald), lo que en teoría podría darle unidad al conjunto. No sucede así. Son pocos los cortometrajes que se pueden aunar entre sí. A lo sumo se pueden armar parejas y tríos por afinidades temáticas y estilísticas; pero de ninguna manera se pueden relacionar dieciocho productos orgánicamente, porque ni siquiera los propios creadores parecen tener esa pretensión del todo clara. El sello de escritura es notorio, sí, pero más por fallos que aciertos. Hay cuatro cortos cuyo truco de guion es el mismo: generar circularidad haciendo que el inicio de la historia y el final se solapen. El relato empieza en un punto y acaba en otro similar o idéntico al principio, sugiriéndole al espectador que todo se va a reiniciar. Truco sucio de taller de escritura creativa barrial.

Y eso cuando hay resolución, porque la mayoría de los cortos funcionan más como viñetas o escenas “sueltas” que perfectamente podrían pertenecer a largometrajes o episodios de serie dramática, ojalá de HBO. En lugar de eso, las “escenas” aparecen allí, a su suerte, como extraídas, casi extraviadas, con arranques sugerentes, sí, con desarrollos enganchadores y virtuosos visualmente hablando (también), pero con finales flojos y predecibles. A este respecto, los cortos de LD&R siguen dos caminos obvios: no se resuelven completamente o se “resuelven” usando el truco anti-resolutivo por antonomasia: el bucle temporal, el deus ex machina 2.0.

En ese sentido, sorprende (no tanto) que muchos fans de la ciencia ficción se empeñen en defender a ultranza el producto alegando que “está inspirado en relatos de escritores contemporáneos del género”. Y no lo dicen sólo para contar el dato y parecer importantes. Tampoco lo dicen para reivindicar el trabajo de John Scalzi o de Alastair Reynolds que efectivamente merecen ser leídos y cuyos relatos adaptados resultan lo mejor de la serie: Zima Blue (S1E14) y Lucky 13 (S1E13). No. Esta vez lo dicen en plan “sabemos que las historias son el punto débil de esta serie, así que nos sacamos la carta académica/literaria/contemporánea para blindarnos en caso de que critiquen”. Y efectivamente les funciona. Al menos en ciertos círculos. No digo que no sea importante el respaldo literario, pero la verdad es que la ciencia ficción contemporánea es tan poco arriesgada en términos de conceptos y sigue apelando a técnicas de escritura propias del best-seller (pre)adaptable a bluckbuster (véanse Ernst Cline y Daniel Wilson con Spielberg) que decir eso no es un valor en sí mismo. No sin matizarlo.    

Así que descartando todos los cortos decepcionantes, manidos y perezosos, y dejando también de lado los mejores del conjunto cuya propuesta es defendible en sí misma, me permitiré reseñar a continuación los cortos (unitarios, parejas, tríos) que considero valiosos pero no innovadores, cortometrajes que hacen algún aporte, (aunque sea mínimo) ya sea en términos visuales o narrativos, y que probablemente requieran una segunda oportunidad o en segundo visionado para valorarse íntegramente. (Lea sobre la serie web Con ánimo de ofender).

Three robots (S1E2), When the Yogurt Took Over (S1E6), Alternate Histories (S1E17) y un tal John Scalzi.  

Tres robots visitan una ciudad post apocalíptica y hacen comentarios irónicos sobre “la humanidad” de entonces; es decir, la de ahora, la nuestra, nosotros. El recurso recuerda la película Sleeper (1973), donde el personaje de Woody Allen es criogenizado accidentalmente. Al despertar en el futuro, los nativos de la época le comparten impresiones y lecturas ingenuas/irónicas sobre nuestro presente (su pasado) a partir de indicios que encuentran del ya extinto siglo XX.

Three robots es una sitcom post-apocalíptica. Tres personajes perfectamente definidos reaccionan a un entorno/situación que les es extraño. Tres personajes, una locación, un recorrido, diálogos divertidos. Recuerda también al episodio de Seinfeld donde los personajes se pierden en el estacionamiento o aquel que trascurre enteramente en el restaurante chino. Seinfeld y Woody Allen en el futuro y con robots como intérpretes. Y no es tan descabellado pensarlo así, porque si se escuchan las voces originales de los robots, es fácil identificar que uno tiene la personalidad de un afroamericano newyorkino, otro la de un niño ávido de mundo y rebosante de curiosidad. El último robot, el de voz más femenina, es mucho más cerebral, irónico y hasta misántropo, como si Larry David se hubiera colado en el conjunto para completar el trío de neuróticos judíos.  

He ahí la mayor virtud de este corto y de los otros dos inspirados en relatos de Scalzi: tono. Ironía, sarcasmo, sorna; elementos que configuran el registro desenfadado que transcurre fluidamente sin dejar de lado la especulación propia del género. Tanto Three robots como When the Yogurt Took Over y lo del Alternate Histories, ganan al espectador desde un planteamiento absurdo (apocalipsis desenfadado, yogurt gobernando el mundo, multiverso empleado sólo para hacer bromas con Hitler) que más que desarrollarse plenamente, discurre con fluidez, cara de póker y entrega sobria. Ninguno de los tres cortos cierra satisfactoriamente, es cierto, pero se les perdona por el riesgo que implica plantear y sostener un tono así.

Suits (S1E4) y los profesionales rurales

Suits es un corto que gana mucho con su segundo visionado. Referencias claras a Hawks, Spielberg, Cameron, Linklater incluso. Es ante todo, un cortometraje de personajes ambientado en un escenario apocalíptico. Y todo el mérito del corto, es el mismo mérito que el de las películas de Hawks y algunas de Eastwood: disfrutar de las relaciones de unos personajes que 1. Son profesionales en su área y 2. Se conocen muy bien entre sí. En ese sentido, la cotidianidad campechana está muy bien tratada. Personajes granjeros, rurales, apegados a la tierra. Se conocen hace tiempo, han trabajado juntos por años y esa camaradería se siente y se trasmite con eficacia mediante miradas, chistes internos, lenguaje no verbal de aprobación y reproche. Sutilezas que muestran sus relaciones sin explicaciones retóricas. Un grupo de profesionales lucha contra una amenaza. Punto.  El tema hawksiano por excelencia, aunque como dije arriba, el espectador puede encontrar estéticas parecidas en películas más recientes, tipo The Abyss (1989) de James Cameron.

Por otra parte, Suits es también un “mecha” muy norteamericano. Incluye amenaza numerosa, peligro, combate y hasta el elemento clásico del sacrificio por parte del secundario entrañable. Y en una antología de cortos plagada de finales insatisfactorios, es de admirar el plano final de Suits. Un zoom out (o travel back) similar al que cierra Men in Black (1997): se muestra un planeta tierra condenado, un planeta donde es cuestión de tiempo para que todas las criaturas terminen la invasión, lo que cambia un poco la perspectiva de lo que vimos hasta entonces. Estos granjeros tan heroicos y aparentemente simpáticos, tras ese plano se nos antojan ingenuos y románticos: están conservando una forma de vida condenada a la extinción, una forma de vida ya caduca. Ingenuo pero lindo.

Sinopsis a posteriori: una comunidad rural muy sencilla protege su forma de vida, sin saber que solamente están ganando tiempo para retrasar lo inevitable.

Good Hunting (S1E8) y el steam-punk crepuscular

Uno de los cortometrajes que conceptualmente están mejor hechos. Plantea una noción de lo crepuscular, algo ya visto en el cine de samuráis, el western crepuscular y algunas facciones del noir. Hay varios temas crepusculares fácilmente reconocibles en el corto: cambio, un mundo viejo que da paso a un mundo nuevo, personajes que pueden adaptarse y otros que no lo logran. Acá, el tema está tratado haciendo uso de dicotomías: cambia-formas vs cyborgs; magia vs tecnología, campesino rural vs mecánico de autómatas. Un ser mágico corre el riesgo de perder su magia en el contexto del mundo moderno.  Una criatura que se transformaba vía magia, logra transformarse ahora vía tecnología, o magia moderna.

Conceptualmente todos esos elementos y paralelismos funcionan bien. Sin embargo, por momentos, pareciera que el cortometraje, en aras de trasmitir un concepto, casi un mensaje de “no olvides la magia por tecnología”, fuerza algunos elementos. Esto se ve específicamente cuando el gobernador trasforma a su amante en una máquina. No tiene ningún sentido. El gobernador es tan adicto a las mujeres como a las máquinas. No tiene sentido que arruine el cuerpo hermoso de una mujer en pos de convertirlo en máquina. Trasformar a su mucama en cyborg sexual, parece más una decisión de guionista que de gobernador.

Pero dejando de lado el error citado, el corto está muy bien.  Resulta saludable que, en medio de este repertorio de cortometrajes desiguales, haya lugar también para una reflexión conceptual sobre el paso del tiempo. La mejor manera de hacerlo siempre será apelando a un registro crepuscular.

Sucker of souls (S1E5) y Blind Spot (S1E15): la espectacularidad bien dirigida

Son dos cortos que pongo juntos porque tienen el mismo espíritu y la misma intención: hacer secuencias de acción espectaculares. En uno, la secuencia se centra en mostrar cómo se huye de una amenaza monstruosa (Drácula), en el otro, cómo asaltar un convoy. En ambos hay una acción 2D muy bien dirigida y coreografiada, con una narración visual potente, adictiva, muy bien resuelta en términos de bloqueo de cámara y claridad espacial. Hay humor pero no por eso la acción deja de ser contundente y cañera. Evidentemente, los contenidos son diferentes. En Sucker of souls ni siquiera hay robots, lo cual, aunque molesto en principio por la configuración general de la serie, resulta importando poco justamente por el tono gamberro del que hace gala el corto: sangre exagerada que expulsa el primer cuerpo mutilado, bromas sexuales con gatos, bromas con explosivos C4, alusiones a la promiscuidad de uno de los personajes… todo eso conforma un coctel de diversión pura y sin pretensiones que desarma cualquier intento de análisis sobrio. Obviamente, siguen sin ser los mejores cortos del conjunto. Se trata de ejecuciones virtuosas de tramas desgastadas (exploradores, excavación, peligro, huida), ejecuciones tan bien resueltas que opacan todos los clichés con los que operan. Lo único que molesta de ambas propuestas es lo pobre de sus finales y resoluciones (una vez más). En Sucker of souls, los personajes simplemente terminan encerrados con más vampiros. En Blind Spot, los personajes que mueren tras el atraco peligroso, son revividos. En definitiva: dos cortos muy emocionantes de ver pero cuya historia no aporta nada. Si al espectador le gusta la acción bien coreografiada y con altas dosis de ironía, algo como lo que haría el tándem Mark Millar/Mathew Vaughn en Kingsman: The Secret Service (2014) o en Kick Ass (2010), va a disfrutar de estos dos cortometrajes.

* Realizador y analista audiovisual. Magíster en Escrituras Creativas. Extra con parlamento en Con Ánimo de Ofender (serie web). Crítico de cine en El Espectador.

 

Por Deivis Cortés * / Especial para El Espectador

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