Alfredo Gutiérrez: “Por mis venas no corre sangre, sino música de acordeón”
“El rebelde del acordeón”, como llaman a Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital, cumplió este lunes 80 años. En entrevista para El Espectador el tres veces rey vallenato hace críticas al Festival de la Leyenda Vallenata que se inicia el próximo 26 de abril. “La gente va a escuchar de todo, menos vallenato”, dice.
Kevin Stiven Ramírez Quintero
Alfredo de Jesús Gutiérrez lleva la vitalidad hasta en el apellido. Con 80 años cumplidos dice que siente de 20 o 30 años cuando está en la tarima. Canta, compone y toca el acordeón con la alegría y sinceridad que identifica a un verdadero juglar.
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Alfredo de Jesús Gutiérrez lleva la vitalidad hasta en el apellido. Con 80 años cumplidos dice que siente de 20 o 30 años cuando está en la tarima. Canta, compone y toca el acordeón con la alegría y sinceridad que identifica a un verdadero juglar.
El maestro es vallenato, es folclor y es Colombia. Desde los cuatro años empezó a tocar en Sabanas de Beltrán, también conocido como Paloquemao, Sucre, un acordeón sencillo de dos teclados que heredó de su papá Alfredo Enrique Gutiérrez Acosta, el primer juglar que pisó el viejo Bolívar.
Desde temprana edad descrestó con su talento en Sincelejo, San Pedro y Magangué, pero también en Bucaramanga, ciudad en la que integró hasta 1957 “Los Pequeños Vallenatos” junto a Arnulfo Briceño y Ernesto Hernández. Viajó fuera del país con su música antes de los 13 años y en Bogotá, cuando cantaba en los trolebuses para ayudar a su familia, fue conocido como “el niño prodigio del acordeón”.
Cuando tenía 15 años, en 1958, falleció su padre y tuvo que volver a su tierra. En Sincelejo, cuando fue a arreglar un acordeón que le habían prestado, conoció a Calixto Ochoa, quien le prestó los primeros buenos acordeones que tuvo en sus manos, para que saliera a las fiestas de corraleja de todos los pueblos de la costa.
Ochoa, además, fue su conexión con don Antonio Fuentes, de Disco Fuentes. Con él nació la idea de fundar en 1961 Los Corraleros de Majagual; la universidad de la música tropical en Colombia con una nómina de lujo: Calixto Ochoa, César Castro, Lucho Argain, Eliseo Herrera, Chico Cervantes, Fruko, Lisandro Mesa y, por supuesto, el maestro Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital. Temas legendarios como Los Sabanales, Festival en Guararé y La Burrita, surgieron de ese junte.
Posteriormente, con los Caporales del Magdalena y con su propio conjunto, siguió demostrando su talento natural y dejando huella con canciones como Anhelos, El Solitario, Los Novios, La Paloma Guarumera, Ojos Verdes y Corazón de Acero.
El tres veces rey vallenato (1974, 1978 y 1986) es una las leyendas vivas de la música en Colombia. Fue reconocido con una estatua de cera en el museo del Centro Cultural de la Música Vallenata, en Valledupar, y homenajeado en la edición más reciente del Festival Centro de Bogotá.
Son ochenta años de esfuerzo y locuras, como la de tocar el acordeón con los pies o de espaldas, que celebrará desde este lunes en Barranquilla con el homenaje que le rinde la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (SAYCO) y que será el inicio una gira que lo llevará por varias ciudades del país y que finalizará en junio en Monterrey, ciudad que considera como el “Valledupar de México”. En su más reciente canción, “Tan grande como el mar”, rinde un homenaje a la capital del estado de Nuevo León.
Su música se ha convertido en la literatura oral del pueblo y ha pasado de generación en generación, ¿qué significa esto para usted?
Lo de la música lo tomé con mucho amor y aprecio desde mi niñez. Siempre he dicho en mi filosofía que por mis venas no corre sangre, sino música de acordeón. Grabé canciones muy distintas a las que se hacen ahora: hoy son muy exitosas, pero para el momento. No llegan a la posteridad.
¿Cuál cree que es el legado que usted le deja al vallenato?
Autenticidad y estilo. En la música, los grandes artistas que permanecen son los que tienen un estilo que la gente identifica cuando los escuchan. Eso es lo que le dejo a las juventudes y quiero que se me recuerde por la autenticidad. Hay que crear un estilo, ser fiel a él y respetar los cánones tradicionales de nuestra música: el vallenato, la cumbia, el porro, el paseadito, etcétera.
Hay que nutrirlos de letras románticas y costumbristas. No música ruidosa como es ahora. Todo lo graban en computador y entonces ahí ya está todo y lo que se hace es mímica. Nosotros, los juglares que tocamos el acordeón, tenemos eso: que somos honrados con el público.
¿Qué piensa acerca de la nueva edición del Festival de la Leyenda Vallenata que este año incluye a artistas de otros géneros como Maluma y Christian Nodal?
Cuando gané mis tres festivales, el evento lo organizaba la oficina de turismo del César; ahora es una organización privada y cuando uno tiene una empresa puede hacer con ella lo que quiera.
El festival ya no es para dar a conocer el folclor vallenato en su esencia pura. Y no es así porque la gente lo que menos va a escuchar es vallenato.
¿Y del vallenato actual?
Ahora estoy haciendo charlas didácticas en mi gira de conciertos. Le estoy enseñando a los muchachos y a los medios de comunicación, porque no hay historiadores ni escudriñadores de la autenticidad del vallenato.
La gente cree que todo lo que se oye tocado en acordeón, es un vallenato y no es así. A nosotros los juglares nadie nos enseñó a tocar el acordeón o a cantar; somos empíricos por naturaleza.
Ahora hay escuelas que le enseñan a los niños a tocar acordeón, pero no enseñan la esencia del vallenato. Se oye música de acordeón, pero no es vallenato; es otra cosa.
Festivales como el Estéreo Picnic o Cordillera incluyen artistas que no son alternativos como Alci Acosta, Totó La Momposina, Grupo Niche, entre otros. ¿Qué opina de eso? ¿Si lo invitan va?
Esos artistas son un buen ejemplo para la buena música, porque la buena música ya fue grabada. Ya está hecha, no hay buena música por hacer, porque la musa a los nuevos compositores como se les acabó y ya es difícil que salga buena música. Música para la posteridad.
Si me invitan, yo participaría con gusto. Todo lo que sea música me llama. A mí me gusta experimentar y dar ejemplo.
Por eso es que la gente desde que entra en septiembre de cada año no quiere escuchar otra cosa que no sea la música tradicional, porque lo nuevo que sale es para el momento.
Sobre esa experimentación, hay un grupo de rap de Medellín que se llama Alcolirykoz. Ellos toman fragmentos de canciones, por ejemplo, de Rodolfo Aicardi u Orlando Marín, para hacer sus propias versiones. Recientemente grabaron “El Remate”, un tema con Armando Hernández ¿Usted se animaría a hacer una canción con un grupo de rap como Alcolirykoz?
El primero que fusionó música tropical con vallenato fui yo. Me atreví a hacer cosas que nadie se atrevió en los años sesenta y setenta. Hasta llegué a grabar “Tocata y Fuga en re menor” de Johann Sebastian Bach. Así que sí, se pueden hacer cosas. Siempre y cuando se respete la esencia. Se puede fusionar, pero no quitarle la esencia a lo original.
¿Qué siente cuando le hacen homenajes? Recientemente le hicieron uno en el Festival Centro en Bogotá y también le hicieron una estatua de cera en el museo del Centro Cultural de la Música Vallenata, en Valledupar
Me siento muy satisfecho. Más que un homenaje, fue un reconocimiento a una labor que vengo trabajando desde 1961 con los Corraleros de Majagual. Cumplo 80 años y en la tarima estoy como si estuviera de 20 o 30. He conservado mi voz y la ejecución del acordeón gracias a Dios, que es mi tocayo y me protege.