Álvaro Barrios: resignificando el arte

Este artista colombiano se ha caracterizado por reflexionar sobre su oficio por medio de reinterpretaciones. “La ascensión de Remedios la bella”, de su autoría, adquiere otro significado al ser la imagen de la XIV edición del Cartagena Festival Internacional de Música.

Lilian Contreras Fajardo / @ProhibidodeLili
04 de enero de 2020 - 01:00 a. m.
Álvaro Barrios trabaja diversas técnicas del arte, convencionales y otras no tanto. Dibujos, collages, fotografías, pinturas o grabados le han sido útiles para repensar y reflexionar sobre el arte. / Cartagena Festival de Música
Álvaro Barrios trabaja diversas técnicas del arte, convencionales y otras no tanto. Dibujos, collages, fotografías, pinturas o grabados le han sido útiles para repensar y reflexionar sobre el arte. / Cartagena Festival de Música

El trabajo artístico de Álvaro Barrios está creado a partir de la problemática sobre lo que es arte, y de la línea divisoria que hay entre el llamado arte popular y el arte culto, una inquietud que aún no tiene respuesta, porque en pleno siglo XXI hay quienes sostienen que ciertas obras no son dignas de ser catalogadas como arte ni de estar en un museo, aquel lugar de culto que en sus paredes alberga, irónicamente, algunos cuadros que no fueron realizados para producir una experiencia estética en quien lo ve, sino que fueron pintados por encargo.

Álvaro Barrios se interesó por el dibujo desde muy pequeño cuando, aún sin saber leer y escribir, dibujó el logo del periódico La Prensa, de Barranquilla, que más tarde lo sumergió en el mundo de las historietas gráficas. Gracias a esas publicaciones masivas y a sus padres, que se las compraban cada domingo para que las coleccionara, aprendió a inspirarse en el cómic para producir los textos, las líneas marcadas y los colores vivos.

En su juventud, estudió arquitectura y luego viajó a Europa, donde tuvo un acercamiento a la historia del arte, la cultura y los pintores más reconocidos de todos los tiempos, hasta ese entonces. Fue allí donde vio la obra de Marcel Duchamp, el artista francés considerado el padre del arte conceptual porque desafió, en 1917, a sus colegas cuando postuló (con un seudónimo) a una exposición en Nueva York (de la que era jurado). La fuente, una obra que no era otra cosa que un orinal, y no diseñado por él. La discusión sobre qué se considera arte, sobre si un artista puede ser considerado como tal por el hecho de representar un concepto por medio de un objeto (y no una pintura o escultura) y sobre qué es la belleza ha estado desde entonces presente en el circuito artístico.

Álvaro Barrios compartía el pensamiento de Duchamp desde sus años universitarios. Desde entonces daba prioridad a las ideas y los conceptos, más que a las formas. Durante varios años le molestó ser catalogado como un buen dibujante, no tanto pintor; pero sostiene que una pintura, más allá de cumplir con los requisitos formales de línea, color, espacio o textura, debe representar un concepto.

En los años 80 tuvo claro que le interesaba expresar sus pensamientos de la forma que se sentía cómodo, y no tuvo problema en realizar sus propios ready-made o reinterpretaciones de obras del Renacimiento o del mismo Duchamp. Para él no son la copia de la obra de un artista, sino una nueva obra que nace de su reflexión. Es la materialización de la investigación que ha adelantado durante años, así que sus apropiaciones las cataloga como recíprocas: “Arte sobre arte sobre arte”; como, por ejemplo, su versión de Rrose Sélavy, una pieza a partir de dos obras de Duchamp: una homónima que es la fotografía de 1921 captada por Man Ray, y L.H.O.O.Q., más conocida como La Mona Lisa con bigotes.

Motivado por estos trabajos recíprocos, creó en los 80 esta pieza que hace parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa), junto con Grabados Populares, una serie inspirada en avisos comerciales que realizó para una agencia de publicidad, y que eran una especie de antítesis de los grabados convencionales que fueron creados para que mucha gente tuviera acceso a una obra original y múltiple, pero que con el tiempo se volvieron elitistas porque, en muchos casos, adquirían un valor elevado por la firma del artista. Fue así como llevó sus grabados a las páginas de los periódicos, un medio masivo que posibilitó que muchos lectores tuvieran una obra suya, pues hay que recordar que en ese tiempo estos medios de comunicación producían miles de ejemplares.

Resignificar el arte, más que desafiarlo, es la consigna de Álvaro Barrios. Y aunque las tiras cómicas, Duchamp o piezas clásicas son sus grandes fuentes de inspiración, también lo han sido los artistas colombianos. Por ejemplo, en La ascensión de Remedios la bella reinterpreta uno de los momentos más importantes del realismo mágico ilustrando a este personaje de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Remedios, descrita como una mujer muy bella y muy extraña en el libro, donde todos los hombres que la persiguen conocen la muerte, es exhibida por Barrios como una deidad de la antigua Grecia.

Esta serigrafía sobre tela realizada originalmente en 1986 es la imagen de la XIV edición del Cartagena Festival de Música. Remedios, rodeada de la luna, rosas amarillas y flotando en un cielo estrellado, retoma el imaginario del arte latinoamericano sobre lo femenino, que está ligado a lo bello y lo sublime; una alegoría que dialoga perfectamente con la temática de 2020, justamente lo bello y lo sublime. La belleza es la categoría por excelencia que interpreta el clasicismo, que debe inspirar sensaciones estéticas agradables y placenteras; mientras que lo sublime, por su parte, está asociado a la interpretación de las obras de los primeros movimientos románticos.

Por Lilian Contreras Fajardo / @ProhibidodeLili

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