El primer gran secreto para escribir grandes canciones, desde el punto de vista lírico, está en ser un enamorado de la lengua en la que se escribe. Roberto Musso, vocalista de El Cuarteto de Nos, está enamorado del español. “El inglés es capaz de tener una sonoridad mucho más concisa y palabras cortas, pero el español tiene palabras jeroglíficas, sinónimos, una riqueza que me encanta incorporar en las canciones”, dice en entrevista.
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Ese amor le ha permitido escribir canciones como “Me amo” —inteligente sátira sobre el narcisismo moderno—, donde líneas como “a la Luna me gustaría ir para ver cómo es el mundo sin mí” demuestran cómo se puede jugar con la ironía, el lenguaje cotidiano y la introspección al mismo tiempo. O “Lo malo de ser bueno”, donde condensa contradicciones morales en frases como “el ocio no me deja tiempo para nada. Y, con esa vil coartada, se desembarazó de la embarazada”, mostrando cómo el idioma puede moldearse para que una canción sea casi un tratado filosófico con ritmo de pop rock.
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El segundo secreto para escribir bien es leer primero. Musso es un ávido lector. Se la pasa leyendo a Cortázar, Borges y García Márquez. En pandemia dice que leyó mucha filosofía. Le gustaba, pero era más una respuesta al momento. “Esa sensación de no saber lo que estaba pasando. No tenía idea si esas canciones que escribí las podría volver a tocar de nuevo en vivo”, comenta. Y no era el único.
“Yo hablé con muchos colegas en aquel momento, también compositores. Vivíamos casos totalmente opuestos. Hubo amigos que estuvieron anestesiados porque la pandemia, a diferencia de a mí, que me motivó a sacar temas para hacer, no pudieron componer nada porque la sensibilidad les pegó de forma negativa”, dice.
La pandemia también fue el primer momento en su vida en que sentía que no podía responderle a su hija, Federica, que tenía nueve años, qué estaba pasando. “Porque yo estaba igual qué ella”, subraya. La incertidumbre, como en otros momentos de su vida, lo motivó a escribir desde ese punto de vista de no saber nada. Así nació, sin saber nada, Lámina once, decimoprimer álbum del grupo, grabado entre Uruguay y Estados Unidos, que tocó los temas de la polarización y el miedo durante el encierro. El disco cayó como un regalo para una generación joven, como la de Federica, que, además de no saber qué hacer, estaba abrumada por la cantidad de información que les llegaba.
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“Es un horror, con todas las teorías conspirativas que hay. Los chicos de esa edad consumen muchísima más información que nosotros. Cortes o no cortes los canales, les va a llegar un montón de información. No tiene nada que ver conmigo, que a los 13 estaba jugando a la pelota nada más, ni sabía qué pasaba. Yo ni siquiera pensaba que podía llegar a ese tipo de público joven, pero ahí está; esa generación se identificó un montón”, recuerda sobre su anterior trabajo.
Más que documentar una crisis, Musso las transforma en compañía. Ahora El Cuarteto está de regreso no solo con un nuevo álbum, sino que también vino a Colombia, donde hará gira por varias ciudades y participará en el Festival Rock al Parque en Bogotá, en junio. Sobre el nuevo disco, Musso anticipa que no es que en estos años desde su última composición haya encontrado la respuesta a lo que está pasando, pero cree que tiene más facilidad para obtenerla. “En aquel momento ni siquiera teoría de algo tenía”, sentencia.
En Puertas, lanzado el 22 de mayo, sigue siendo introspectivo. Esa autorreflexión que trata de encontrar un espacio para describirse en diccionarios ha sido elemental en su proceso de escritura; su tercer secreto. Es “una capa extra en la creación de canciones de esos personajes retorcidos y situaciones extrañas de las canciones del Cuarteto, el poder ponerle una capa del lenguaje arriba”.
Cada puerta parece abrir una realidad diferente, pero todas parecen ir hiladas por lo mismo: un combate emocional entre la distracción que plantea el mundo sobre lo esencial y lo superficial. Podemos ver canciones como “El astrónomo que no podía ver el cielo”, la historia de un soñador aplacado por el sistema, un niño que termina desbordado por la sociedad que castiga la imaginación y la disidencia. Y Musso vuelve a aparecer con imágenes que condensan la belleza del lenguaje —incluso el científico— puesta al servicio del drama humano que viven muchos. “Y su pasión se fue enfriando como Urano y Neptuno. A toda estrella radiante le llega su hora. Y su ilusión le explotó como una supernova”, canta esta vez.
Sobre Colombia, y sus visitas a ciudades como Tunja, Ibagué, Pereira y Bucaramanga, Musso dice que “siempre ha sido un país que nos ha recibido con los brazos abiertos”. Los shows “llevan mucha energía y adrenalina”. Y aunque un show en un festival no se compara con la experiencia de tenerlos a ellos solos en un concierto, según explica, espera que su regreso a la capital, en el marco de un evento tan importante, resulte en un viaje transformador e irrepetible para todos los asistentes.