Así se vivió la “Armonía celeste”

Si bien el Festival indaga en la historia de la música, esta vez con Bach a la cabeza, también se proyecta al futuro. En esta edición se comisionaron obras a los compositores Jorge Humberto Pinzón, de Colombia, y a Carlo Pedini, de Italia, además de la implementación del Centro de Experiencias.

Carolina Conti
13 de enero de 2019 - 02:00 a. m.
/ Wilfredo Amaya
/ Wilfredo Amaya

 

Tras diez días de música y eventos, el balance que arroja el Cartagena XIII Festival Internacional de Música Armonía celeste en número, sonido y música es positivo. Como si de un poliedro se tratara, el festival mostró múltiples caras de la música, su relación con la ciencia, la música en el pasado, el presente y el futuro.

A lo largo de estos días el público se mostró muy interesado y supo disfrutar de la temática, los diferentes repertorios y los intérpretes, así como de las actividades paralelas y educativas. El tema permitió indagar de forma especial en la obra de Johann Sebastian Bach, el compositor central de esta edición que fue revelado al público en sus estructuras e ingeniosas construcciones en la música orquestal, concertística, vocal y para teclado.

Las charlas del musicólogo Giovanni Bietti sobre el tema fueron claves para acercarse a obras de Bach, como El arte de la fuga, Ofrenda musical y Variaciones Goldberg, que definitivamente requieren una manera diferente de escuchar. Gracias a las conversaciones pudimos vislumbrar la genialidad matemática sobre la que Bach creó sus obras.

La interpretación de Variaciones Goldberg fue sin duda uno de los mejores momentos del festival. La carismática pianista canadiense Angela Hewitt demostró por qué es toda una autoridad en el tema. Su interpretación fue perfecta, elegante, sobrecogedora y supo mantener al público cautivo durante toda la interpretación en la Capilla del Hotel Santa Clara, un escenario propicio para la intimidad que la obra requiere.

También los English Baroque Soloist ofrecieron, bajo la dirección del joven y vital Dinis Sousa, una selección de la magnífica obra orquestal de Bach en una interpretación luminosa y fresca sin transgredir el estilo. Junto a Bach pudimos escuchar obras instrumentales y orquestales de otras épocas que, sin embargo, están ligadas a la obra del compositor alemán, referencia ineludible de la historia. En contraste, el cuarteto vocal New York Polyphony exhibió una gran calidad en el repertorio vocal sacro de diferentes épocas.

Es importante resaltar también las intersecciones que se dieron entre los músicos consagrados como el Quartetto di Cremona, la Orquesta Philharmonia y nuevos nombres como Vikingur Ólafsson y Nikolay Khozyainov que hacen un enlace entre generaciones en torno al arte de la interpretación, así como las colaboraciones entre artistas colombianos y extranjeros, como en el caso del pianista iraní Ramin Bahrami con el violonchelista colombiano Santiago Cañón, entre otros casos.

Y como la experiencia de la música no es solo auditiva, cabe resaltar una vez más que el entorno de la ciudad y sus escenarios constituyen otro de los rasgos que hacen único al festival y que corroboran que la experiencia de la música en vivo es irreemplazable.

Si bien el festival indaga en la historia de la música, también se proyecta al futuro. En esta edición se comisionaron obras a los compositores Jorge Humberto Pinzón, de Colombia, y a Carlo Pedini, de Italia. Las obras tuvieron en el marco del festival su estreno y esperamos que se abran camino en el repertorio de nuestras orquestas.

Otra de las caras del festival fue el montaje de la ópera Cosí fan tutte, de Mozart, otro de los títulos de la trilogía Mozart-Da Ponte que había iniciado hace un par de años con Las bodas de Fígaro. La hermosa puesta en escena con el Festival de Spoleto contó con la participación de la Orquesta Filarmónica de Medellín que, bajo la batuta de Benjamin Bayl, brilló por su calidad sonora, expresión dinámica y flexibilidad en el repertorio lírico.

Al elenco de consagrados cantantes italianos se unió la soprano colombiana Julieth Lozano, a quien tuvimos también en Las bodas de Fígaro y quien además hace algunos años se presentó en el Cartagena Festival Internacional de Música como uno de los jóvenes talentos. Esta vez asumió con sobresaliente calidad vocal y escénica el papel de la astuta Despina. Junto a ellos el Coro de la Ópera de Colombia completó el ensamble musical con propiedad, como lo ha venido haciendo en otras ocasiones.

Otro de los aciertos de esta edición fue la creación del Centro de Experiencias, un nuevo espacio dedicado a la percepción de la música, en el que se demostró que el público de Cartagena está ávido de nuevas vivencias artísticas y que tiene una mente abierta a los nuevos fenómenos tecnológicos, así como respeto y curiosidad por la tradición. Experiencias de realidad virtual, resultados de investigaciones en culturas ancestrales, musicoterapia, temas de tecnología en torno a la música y al arte sonoro convocaron a un público amplio y diverso.

Como es habitual, las clases magistrales, talleres de luthería y talleres y espacios de reflexión sobre el quehacer musical también tuvieron espacio en este vasto universo musical que seguirá resonando.

Por Carolina Conti

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