Cuarteto Colombiano: La memoria musical de la región Andina

Reseña sobre la presentación ofrecida por el Cuarteto Colombiano en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá. El colectivo también visitó Pasto, Medellín, Cúcuta, Manizales, Leticia y Bucaramanga.

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Violeta Solano Vargas*
22 de septiembre de 2018 - 04:33 p. m.
El Cuarteto Colombiano incluyó en su repertorio la interpretación de bambucos, pasillos y valses.  / Gabriel Rojas © Banco de la República
El Cuarteto Colombiano incluyó en su repertorio la interpretación de bambucos, pasillos y valses. / Gabriel Rojas © Banco de la República
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Al salir del concierto que presentó Cuarteto Colombiano en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, uno de los asistentes hizo el siguiente comentario: “música sana y bonita, esta música es la que se debe escuchar”. Es fascinante cómo a veces es tan evidente percibir la manera en que una tradición musical está claramente relacionada con unas creencias, unos momentos históricos, formas de asumirse ante el mundo, maneras de juzgar al ‘otro’ y, sí, ese comentario me confrontó y recordó cómo en este país nos cuesta ser real y sinceramente tolerantes frente a la diferencia. Varias cosas en el concierto me hicieron reflexionar sobre las relaciones entre música y contexto histórico, música y tejido social, relaciones de poder.

Durante la mayor parte del tiempo del concierto cada músico tuvo la mirada fija en su respectiva partitura, eso precisamente me remitió a discusiones que he tenido recientemente con estudiantes y colegas sobre el peso de la tradición de la lecto-escritura musical en el modelo educativo que seguimos aún hoy en el siglo XXI pero que en muchos aspectos es obsoleto. En efecto no debemos olvidar que desde la institucionalización de la educación musical que se dio en el país a finales del siglo XIX, se ha perpetuado el hegemónico modelo de formación musical centroeuropeo que, así como nos ha aportado herramientas muy valiosas e interesantes también ha tenido repercusiones nefastas en la experiencia musical de muchos individuos.

De tal modo, la academización de los repertorios de bambucos, pasillos, valses, por mencionar algunos así como la influencia de los músicos nacionalistas y los contextos a los que estos pertenecían, determinaron y legitimaron cuáles eran o debían ser las músicas representativas de ‘la’ identidad nacional, consolidando de tal manera un imaginario de superioridad de esos repertorios frente a otros, nutriendo la idea de que la ‘sana y bonita música’ colombiana es justamente la de la región ‘Andina’. Paralelamente, varios aspectos relacionados con la ‘culta’ tradición musical ‘universal’ fueron adoptados por muchos profesionales dedicados a trabajar esos repertorios musicales, aunque esto aplica también para muchos músicos académicos. Aspectos como algunos códigos de ética, una actitud solemne en el escenario, el vestuario ‘elegante’, la relación ‘distante’ con el público, y por supuesto la ‘sagrada’ relación con la partitura.

Volviendo al concierto, Fernando El chino León, director y fundador del cuarteto, en su segunda intervención, antes de dar inicio a la interpretación de Cinco piezas inspiradas en el sentimiento popular colombiano, les pidió a los espectadores que no aplaudieran sino hasta el final de la última pieza de las cinco que conforman la obra. Aunque efectivamente en ocasiones sucede que el público aplauda antes de que una obra haya finalizado, si bien fue cordial su demanda, llamó la atención esa exigencia hecha a los presentes quienes parecían cautelosos de no aplaudir por equivocación. Lo anterior ilustra en cierta medida algunas relaciones de poder, por un lado entre León y el público al exigirles o restringirlos a no tener la posibilidad de manifestarse durante la interpretación de dicha obra en el momento que lo deseasen. Por el otro lado entre los integrantes del grupo ya que fue él el único que interactuó directamente con los auditores.

Antes de finalizar el concierto, en la penúltima obra Encantado de verte de Pedro Morales Pino, León saludó a varias de las personalidades presentes en el auditorio. Además de Germán Darío Pérez, estaban Francisco Cristancho, Eduardo Carrizosa y Eliécer Arenas, entre otros. En ese momento de reconocimiento social entre el Cuarteto Colombiano y las personas mencionadas, Vicente Niño Santos, fundador de la Estudiantina Bochica, quien estaba sentado a mi lado, muy emocionado esperaba a que su nombre fuese mencionado desde el escenario, pero eso no sucedió; supongo que fue frustrante para él que en ese importante contexto de prestigioso reconocimiento no se escuchase su nombre resonar en la sala.

Niño, un personaje muy educado y definitivamente de otra generación, me dio la posibilidad de viajar en el tiempo y conectarme en ese momento de una forma particular con la relación entre música y memoria. A lo largo del concierto tuvimos un par de intercambios que me permitieron observar y percibir su profunda relación con esa tradición musical. Durante el recital, de principio a fin, este señor como seguramente muchos de sus contemporáneos presentes en la sala, parecía muy contento de estar ahí, era como si cada obra interpretada por los integrantes del cuarteto removiese profundamente su memoria trayendo recuerdos de su vida como integrante del gremio de músicos de la tradición musical de la ‘región Andina’.

* Etnomusicóloga de Saint-Denis Université (Paris 8) y del EHESS de París.

 

Por Violeta Solano Vargas*

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