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Edmar Castañeda: la otra cara del arpa llanera

El artista, que ubicó al arpa llanera en los principales escenarios internacionales, conoció el instrumento cuando tenía siete años. Hoy, ya con varias producciones en el mercado, sigue trabajando por estrechar los vínculos entre el joropo y el jazz.

Giancarlo Calderón
19 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.
Algunos de los discos que ha publicado Edmar Castañeda son “Cuarto de colores”, “Entre cuerdas” y “Double Portion”. / Adrien H. Tillmann
Algunos de los discos que ha publicado Edmar Castañeda son “Cuarto de colores”, “Entre cuerdas” y “Double Portion”. / Adrien H. Tillmann

Edmar Castañeda, músico bogotano de 42 años, tenía siete cuando su madre lo llevó a una escuela de música. Allí, de cerca, vio por primera vez un arpa y entonces sintió algo especial. No era para menos: acababa de conocer el instrumento que hasta ahora lo ha acompañado durante más de dos décadas de carrera artística.

El arpa, ese instrumento antiquísimo, que muchos definen metafóricamente como el instrumento de los ángeles, ha sido, para él, un regalo de Dios. “Yo conocí el arpa como a los siete años. Mi madre me llevó a una academia a aprender joropo, con mi hermana, y allá estaban las arpas, y desde ese primer momento dije: ¡wow!, esto es lo que yo quiero tocar; sentí esa conexión en ese momento y un tiempo después, a los trece, pude tener el instrumento y comenzar a tocarlo”. Le contó el músico a El Espectador desde Nueva Jersey (Estados Unidos), donde está radicado con su familia.

Sus primeros estudios formales, sin embargo, no fueron con el arpa sino con la trompeta, en Estados Unidos. “Mi padre es músico, toca el arpa; antes también tocaba el piano, por cosas de la vida nunca vivimos juntos, pero siempre supe que tocaba, y era una inspiración para lo que hago. Él siempre quiso que estudiara trompeta en Colombia, y yo llegué a tocar algo de trompeta en la banda del INEP, en Bogotá, pero definitivamente el arpa era lo que yo quería tocar”.

Corría el año 1994, Castañeda era muy joven, tenía 16, cuando viajó a Nueva York con el propósito de seguir estudiando música: “Llegué a este país por mi padre. Aquí conocí el jazz, pues en todas las escuelas tienen programas de jazz, entonces yo al escuchar esos sonidos y esa música dije: ‘Qué es todo esto, yo quiero aprender y tocar’. El arpa no cabía en ese concepto, entonces en el bachillerato me pusieron a tocar trompeta, me aprendí todo ese repertorio, y seguía tocando trompeta y arpa a la vez. Ya en el college (la universidad), donde tampoco había estudios de arpa para jazz, que era lo que me interesaba, seguí estudiando trompeta, que fue como una especie de puente para entender ese lenguaje del jazz y poder aplicarlo al arpa”.

En Nueva York, además, pudo escuchar mucha variedad musical ligada a la improvisación instrumental, experimentar sonoridades, y el ambiente artístico de la ciudad fue encargándose de mostrarle a Edmar Castañeda los grandes músicos del jazz.

“La verdad yo no planeé el encuentro entre jazz y arpa, simplemente fue la ciudad que me empezó a empujar, a incorporar el instrumento en el género, y todo eso me fue envolviendo hasta que comencé a ir a los sitios donde se tocaba esta música”.

Un día, inundado por la curiosidad y las ganas, preguntó si podía participar de la noche musical e interpretar algo con su arpa. Ante su propuesta, y a pesar de una que otra mirada de desconfianza, sobre todo por el gran tamaño del arpa, lo dejaron probar y demostrar que era capaz de protagonizar esta suerte de osadía musical. “Empecé a tocar y, ya después de varias presentaciones, estaba todos los miércoles en la noche presentándome en ese lugar”.

Edmar Castañeda no solo es un apasionado y virtuoso intérprete de este instrumento, sino también un estudioso incansable de lo que él considera más que una herramienta profesional y artística, pues se refiere al arpa, y en general a la música llanera, como la raíz de donde proviene su identidad cultural. Gracias a esto, también, ha podido viajar y conocer muchas tradiciones musicales. Ahondando siempre en el conocimiento de su instrumento base.

“Hay muchas clases de arpas. Generalmente la gente conoce el arpa clásica, nosotros tenemos el arpa llanera, pero si uno hace un recorrido por Suramérica se encuentra, por ejemplo, que en las montañas del Perú hay un arpa totalmente diferente, que incluso yo no podría tocar. Con Paraguay, México y Venezuela compartimos la misma arpa, pero si vas a Irlanda encuentras otra arpa; así en cada país hay una distinta, y eso hace que sea un poco difícil adaptarse: por la tensión de las cuerdas, el tamaño, la técnica”.

Vincular el sonido del joropo de los Llanos Orientales colombo-venezolanos al universo del jazz, atreverse a lograr esta particular fusión, ha sido fundamentalmente el aporte de Castañeda en la escena musical. “La música llanera no se explica, solo se deja que sea. Uno trae esa raíz, y cuando yo la toco lo hago con mi alma. Ellos [los músicos de otros géneros con los que ha trabajado] la sienten y hacen encima de eso algo increíble. Lo que me ha pasado siempre con esta gente es que yo les presento este ritmo y, sin hablar mucho para no confundirlos, les dejo el espacio para ver qué sienten, y ellos comienzan a improvisar encima de eso, o a adaptar cosas de ellos, y es ahí donde se da algo bonito”.

En 2007 creó su propia agrupación, y desde entonces ha lanzado varios discos, entre los que se encuentran Cuarto de colores, Entre cuerdas y Double Portion. Con cada uno ha pretendido una búsqueda experimental, amplia en posibilidades creativas. “Para mí el arpa es un instrumento sin límites. Creo que es de los instrumentos más antiguos en la historia, que estaba guardado, y que se puede utilizar en cualquier género. Mi papel es volver a mostrarle la otra cara del instrumento a esta nueva generación”.

Preparando “Family”

Edmar Castañeda está enfocado en su nuevo trabajo discográfico, titulado Family. Buena parte de ese registro ya lo había grabado antes de la pandemia, y asegura que pronto estará terminado.

“Estoy trabajando mucho, componiendo mucho, y terminando el álbum de un cuarteto compuesto por batería, saxofón, la voz de mi esposa, Andrea Tierra, y el arpa. Es un álbum que grabé antes de la pandemia, faltaron algunas cosas, pero pronto vamos a retomar para finalizarlo”, comentó. Además de lo musical, este proyecto ha tenido un componente particularmente existencial, en lo que él define como un gran aprendizaje.

“Se llama Family (Familia), y me ha enseñado eso: cómo vivir en familia en este momento que estamos atravesando en el mundo entero. Aunque para mucha gente es un tormento, creo que es un regalo de Dios poder estar en familia. Aprender a convivir con tus hijos y tu esposa todos los días de la semana ha sido una gran enseñanza, casi un jalón de orejas: siéntense y regresen a la raíz, eso es algo muy importante”, concluyó Edmar Castañeda, quien habla desde la sabiduría inculcada por su instrumento milenario.

Por Giancarlo Calderón

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