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El largo y triste final de 'El Cacique de La Junta'

Diomedes Díaz falleció el domingo a los 56 años. Habría sufrido un infarto fulminante mientras descansaba en su casa.

Jaime De la Hoz Simanca / Especial para El Espectador
23 de diciembre de 2013 - 06:33 a. m.
El largo y triste final de 'El Cacique de La Junta'

Los últimos años de Diomedes Díaz oscilaron siempre entre los vaticinios de su inminente muerte y el desencanto de sus presentaciones. Desde aquellos tiempos en que fue atrapado por el síndrome de Guillain-Barré, hasta la más reciente hospitalización en la Clínica del Country, de Bogotá, a mediados de junio de este año, los rumores seguían acrecentándose en torno al deterioro en la salud del llamado ‘El Cacique’, quien nació el 26 de mayo de 1957 en el corregimiento guajiro de La Junta, perteneciente al municipio de San Juan del Cesar, La Guajira.

Sin embargo, el que es considerado el mejor cantante de la música vallenata en toda su historia seguía activo en su música. El viernes tuvo su última presentación en una conocida discoteca de Barranquilla, donde cantó varios de los temas que lo proyectaron a la fama. Y el pasado 19 de diciembre volvió a despertar las emociones de sus seguidores, luego de presentar La vida del artista, su última producción musical de la que había adelantado el sencillo No llores, mamá, el cual grabó junto con el joven acordeonero Rolando Ochoa, invitado especial en dos de las canciones del disco compacto.

Entre lo que será su último trabajo discográfico y sus primeras incursiones han transcurrido más de 35 años, pues fue a finales de la década del 70 y principios del 80 cuando Diomedes comenzó en serio una carrera musical que habría de llevarlo a la cúspide del folclor vallenato, una expresión popular en la que sobresalió gracias a la fuerza melodiosa de su voz y, también, a los controvertidos caminos que transitó, los cuales no estuvieron exentos de un escándalo nacional por la extraña muerte de la joven Doris Adriana Niño, en junio de 1997; de una operación de corazón abierto que le fue practicada en agosto de 2007, y de innumerables presentaciones fallidas que fueron atribuidas, en su mayoría, a su agitada vida en la que la adicción a las drogas pareció acompañarlo hasta el final de sus días.

Los recuerdos se remontan a la grabación de su primer disco, Herencia vallenata, junto a Náfer Durán, el primer acordeonero que tuvo ‘El Cacique de La Junta’. Pero después sobrevendrían éxitos resonantes como Tres canciones, tema que se ha escuchado siempre en los estaderos del Caribe colombiano y en las emisoras del país, recordado por el encanto de su primera estrofa: “Hágame el favor compadre ‘Debe’/ llegue a esa ventana marroncita/ toque tres canciones bien bonitas/ que a mí no me importa si se ofenden”.

Pero los momentos de mayor significación de Diomedes Díaz los vivió luego de unirse, en 1978, al acordeonero guajiro Juancho Rois, quien falleció en un accidente trágico el 21 de noviembre de 1994. La unión de los dos músicos guajiros, resaltada como la más exitosa del cancionero vallenato, comenzó con la producción titulada La locura, en la que se destacan temas jamás olvidados: Lluvia de verano, Me mata el dolor, Sol y Luna, entre otros.

Después de una breve separación, Díaz y Rois continuaron una trayectoria coronada por resonantes éxitos, a partir de largas producciones como Ganó el folclor, El cóndor herido, Canta conmigo, Mi vida musical, El regreso del Cóndor, Título de amor y 26 de mayo, tema grabado en las cercanías del final del siglo XX.

En la brevedad de la separación, Diomedes mantuvo intacta su fama, pues al lado del también fallecido acordeonero ‘Colacho’ Mendoza, siguió la ruta de éxitos con temas como Fantasía, Te quiero mucho y Bonita, otra de las canciones recordadas de Díaz: “Oye bonita, cuando me estás mirando/ yo siento que mi vida cubre todo tu cuerpo”. Después, con la unión al acordeonero ‘El Cocha’ Molina y, posteriormente, luego de la muerte de Rois, con el acordeonero Iván Zuleta.

Entonces, sobrevendría una especie de lenta y agónica decadencia musical mezclada con actuaciones que se movían entre las amenazas judiciales y las reiteradas ausencias en sus presentaciones, aparte de los problemas de salud que empezaron a resquebrajar la fortaleza que mostró en sus momentos de mayor esplendor. Sólo los casi 15 millones de copias de sus discos, los más de 50 discos de oro, plata y platino obtenidos por sus ventas, y los reconocimientos Grammy, garantizaron una recordación que ahora se proyecta a raíz de su fallecimiento.

Por Jaime De la Hoz Simanca / Especial para El Espectador

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