Tal vez muchos televidentes no lo sepan, pero las notas de acordeón que en las noches de ahora rompen el silencio de la cuarentena y se cuelan en las casas con la telenovela de Diomedes Díaz, son las de Alberto Beto Jamaica, el bogotano que en 2006 se alzó con la corona profesional en Valledupar y que conoce como nadie los secretos del artilugio que un día del siglo XIX se le dio por inventar al armenio-austriaco Cyrill Demian.
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Siete meses de trabajo y de estudio constante se reflejan en las más de doscientas canciones que hacen parte de la banda sonora de la serie que emite el canal RCN y que Beto produjo con su agrupación musical y, entre otras, con las voces de Édgar José Fernández, como Jorge Oñate, y Enaldo Barrera, el vocalista que, sin imitarlo, es tal vez quien tiene el registro natural más cercano al del llamado Cacique de La Junta. (Puede leer: La serie sobre Diomedes, ¿la masacre de un ídolo?)
Del origen de ese proyecto ya han pasado cinco años, desde cuando en una parranda que tocaba un hombre le pidió ejecutar muchas canciones del cantautor guajiro. “¿Te gustaría grabar la música de la novela de Diomedes? Muy pronto vas a saber de mí”, así se despidió el personaje luego de las complacencias. Al poco tiempo, y por referencias que también le llegaron a Josefina Severino, Beto Jamaica estaría en un estudio produciendo la obra del popular artista vallenato, que en su trayectoria discográfica estuvo acompañado por nueve acordeonistas, más algunos invitados en grabaciones especiales.
El acordeón, que con tanta disciplina ejecuta el bogotano desde hace tres décadas, ha sido el tiquete de entrada a muchos escenarios del mundo. El traductor que un día lo sacó de apuros en el aeropuerto de Londres, donde una inglesa lo guio para que pudiera hacer conexión con un vuelo a Budapest y que al descubrirle el tesoro que llevaba en su arqueta lo persuadió para que tocara música colombiana.
Fue una breve parranda en los pasillos del agitado Heathrow, un conciliábulo de viajeros del mundo que lo cercaron tan pronto se dio la emanación de notas de son, paseo y merengue; hasta una ciudadana alemana que balbucía español, con el conocimiento de que su país es potencia mundial en producción de acordeones, estaba dispuesta a perder su vuelo con tal de seguir escuchando esa música que no está incluida en el manual de instrucciones de aquellos aparatos de viento.
El acordeón, el único compañero en ese viaje a Europa, fue el santo y seña que le permitió atender la invitación de una mujer húngara que lo vio tocar una noche en Bogotá y regresó durante las noches siguientes al bar para seguir viéndolo. Hasta los campos florecidos y rebosantes de frutas en campiñas de Budapest llegó el músico, que en la tarde se trenzó en un amigable duelo con un labriego de la zona que ya tenía acostumbrados a sus vecinos con recitales vespertinos de acordeón piano en tiempo de csárdás y danzas típicas.
Pero al otro día, Jamaica fue informado de que en las granjas contiguas al encuentro de acordeones se silenciaron las voces, se apagaron radios y televisores tan pronto se oyeron vallenatos y cumbias venidas del otro lado del mundo; así, por petición de los lugareños, continuó serenateando en la comarca durante algunos días más, donde le correspondían con desayunos, almuerzos, golosinas y un sinfín de gestos afectuosos.
A ese mismo amigo, con el que se gana la vida desde hace más de treinta años y con el que persistió en quince festivales antes de consagrarse rey, hoy le hace un homenaje con Mi acordeón bonito, un son de su autoría. Además de digitar la melodía y hacer la segunda voz, por primera vez se avienta como voz líder, porque quiere materializar una ilusión que alimentó desde que, aún imberbe, fue seducido por la música del Magdalena Grande.
Antes de que sonara la campana que anunció el inicio del confinamiento obligado para controlar la propagación del COVID-19, Beto Jamaica alcanzó a dejar terminados varios proyectos, entre ellos la producción que contiene el son y el video correspondiente ―grabado en la Casa Museo Provallenato de Bogotá― que próximamente lanzará a través de las plataformas digitales y su canal de YouTube. No es su pretensión catapultarse como cantante y desplazar al eximio acordeonista que es, sino un deseo impostergable por dejar huella con algunas canciones que lleven su entonación y su acordeón, a la usanza de juglares como Alejandro Durán, Andrés Landero o Calixto Ochoa.
El son Mi acordeón bonito hace parte de una producción especialmente hecha para la Fundación Panche de Acordeones que viene realizando su propio festival en el municipio cundinamarqués de Nocaima. El disco tiene quince canciones y contó con el concurso de Daniel Celedón, William Sierra, Hernán Cárdenas e Ivo Luis Díaz, que interpreta un merengue en tono menor y otro tema a dos voces con su padre Leandro Díaz, y que fue remasterizado por Jamaica para esta edición especial.
La versatilidad del artista bogotano también quedó plasmada en el más reciente trabajo musical de la mexicana Guadalupe Mendoza, uno que contiene boleros, baladas, cumbia colombiana, cumbia mexicana y un vallenato clásico con letra adaptada para ella; todos los géneros tienen el acordeón y los arreglos del rey vallenato. El próximo objetivo de Lupe Mendoza es La esperanza, canción que habla del drama de los inmigrantes discriminados en Estados Unidos y que será lanzada el 10 de mayo.
Como otros artistas colombianos, se las ha ingeniado para no perder contacto con su público durante el aislamiento obligado, verbigracia los conciertos desde casa de Carlos Vives, Fonseca y Andrés Cepeda con Jhon Ubaque Dartagnan, de la misma forma Beto dará a conocer muy pronto las producciones recientes que logró antes de parapetarse en su hogar y tener que cancelar compromisos ya adquiridos en Colombia y Estados Unidos.
El músico cachaco, hoy cesante, porque es de los artistas que viven del día a día, mejor, del fin de semana a fin de semana, llega ahora con nuevas notas para agradecer con acento místico al aire que le ha dado todo, y para complacer a quienes encuentran en el vallenato bien tocado un alivio a la nostalgia de este extraño abril sin Festival de la Leyenda Vallenata, por eso toca y canta: “Y hoy contento toco este soncito, como suena mi acordeón bonito, donde suena toditos se alegran, vallenato es un folclor bendito”.