Bogotá es una ciudad poderosa, rebelde y diversa. En sus cerros, calles y barrios laten millones de historias y miles de sonidos que, con su propio lenguaje, narran la vibrante y caótica esencia de la capital. Es una tierra dispersa en una galaxia de expresiones artísticas que dificultan definirla en un solo género musical. Sin embargo, en medio de esta riqueza de voces y ritmos, el rap se alza como una de las manifestaciones más representativas, tejiendo sus rimas de sur a norte y de oriente a occidente.
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Desde los años ochenta, el rap, columna vertebral de la cultura hip hop, ha sido cronista y testigo de la vida bogotana. Sus rimas han capturado las luchas, sueños, caídas y victorias de una ciudad en constante reinvención, plasmando en el arte urbano la esencia de sus esquinas. Esta relevancia la reconoce el Festival Centro, que en su edición número 16 vuelve a dar protagonismo a este género y a sus artistas locales, quienes recorren el mundo con las historias de los barrios bogotanos.
Para Ali Rey Montoya, más conocido como Ali A.K.A. Mind, su entorno marcó profundamente su visión del mundo: ”En Soacha, sobre todo en mi infancia, vi mucho hip hop. El rap estaba en mi colegio y en las esquinas. Soacha me marcó mucho, especialmente en lo social: la lucha y esos sueños grandes de quienes desafiaban los prejuicios y las pocas posibilidades”, dijo para El Espectador.
Luego de vivir en Soacha, se mudó al barrio Galán, en la localidad de Puente Aranda. Allí, acompañado por las canciones de rap de sus amigos skaters y los boleros de su padre, empezó a educar su pensamiento. “Me enseñó a creer que todo es posible, que se pueden conseguir cosas grandes a través de nuestros sueños, a través de nuestros objetivos. El rap es una muy buena compañía y una gran influencia en mi barrio”, explicó.
Sin salir del sur de la ciudad, en el barrio Compostela de Usme, Yoky Barrios y Juan Pablo Barragán empezaron a escribir sus primeras rimas a finales de los noventa, inspirados en grupos icónicos de rap colombiano como La Etnnia y Gotas de Rap, mientras dejaban fluir sus rimas sobre pistas de Cypress Hill. Sus letras hablaban de amor, familia y sueños, sin ignorar la realidad complicada de los barrios. Esto los llevó a presentarse en Hip Hop al Parque en la Media Torta en 1999.
Mientras tanto, don Nicolás Barragán, el padre de Nicolai Fella, para buscar un mejor entorno para su hijo, se mudó junto con su familia de Compartir, en Soacha, al barrio Carlos Lleras Restrepo, en Ciudad Salitre. Allí y con los sonidos que conoció en Bosa Piamonte, donde vivía su abuela, Fella encontró en el rap una pasión que mezcló con el fútbol cuando era un adolescente.
“Recuerdo muchas noches con el rap. En el barrio, de jueves a domingo, bajábamos una conexión desde el apartamento de un parcero que vivía en un quinto piso con parlantes, computador, pistas y le dábamos al rap. Mal hecho, pero le dábamos y le dábamos”, relató.
De sur a norte
En el norte de Bogotá, Jenny Carolina Sanabria, más conocida como Spektra de la Rima, tuvo sus primeros acercamientos al rap en el colegio, cuando vivía en Prado Pinzón. Una compañera le presentó canciones de Gotas de Rap y artistas puertorriqueños. “Salía a hacer tags con aerosoles y marcadores. Mi primera batalla de rap fue en un descanso del colegio. En esa época, tenías que demostrar por qué querías ser rapero o rapera”, recordó.
“Soy una mujer de barrio que se levanta día a día por sus sueños. Me inspira el barrio y las personas en él, me gusta narrar lo que veo, vivo y escucho”, agregó la rapera para este diario.
Por su parte, Lalo Cortés, quien creció en el barrio Polo, descubrió el rap gracias a amigos como Iván Pervil, del grupo Pasamontaña de Pablo VI. Luego conoció a figuras como TSH Sudaca, Lianna y Flaco Flow, quien nació en Buenaventura y se interesó por el hip hop gracias a los polizones, quienes se iban ilegalmente en los barcos hacia Estados Unidos y regresaban al puerto con música, ropa y películas. Luego, por una obra de teatro, llegó con Melanina a Bogotá, donde ganaron terreno concierto a concierto.
La esencia del rap bogotano
El rap de Bogotá se define por su carácter combativo, contestario y fiel a sus orígenes. Según Ali A.k.a. Mind, “es un rap muy estricto, ortodoxo, pero incluyente. Muchos de los bogotanos crecimos en hogares con herencias culturales de otras regiones, lo que convierte al rap capitalino en un mestizaje que refleja ese gran universo que es Bogotá”.
“Bogotá es la meca del hip hop en Colombia. Tiene esa esencia contestaría y poética que narra lo que se vive en la ciudad, en los barrios. Tiene una escena más amplia, que permití cumplir sueños. Para mí es la ciudad más rapera de Colombia”, dice Flaco Flow.
Spektra de la Rima coincide: “El rap bogotano tiene sonidos particulares, reconocibles en toda Latinoamérica. Es una radiografía social desde muchos matices, con letras contestatarias que mantienen el sonido clásico del boombap”.
Para Lalo Cortés, “es un rap diverso y crudo, que retrata la realidad, pero también encuentra belleza en el caos. Es una expresión auténtica de quienes habitamos esta ciudad”. Además, siendo una cantante de jazz, ha encontrado en este género un universo que ha aportado a su crecimiento musical. “A veces hay una concepción del rap muy cerrada, pero yo creo que como el jazz, el rap es libertad”, dijo.
Bien rapea Nicolai en ‘Volveré Mama’: “The Bogotá Rules, la ciudad nuestra / Rebelde de testa / Estricta y expuesta / Fría, pero qué calor / Ruda y predispuesta / Baila si hace fiesta y protesta”.
La capital del rap
El rap bogotano es un espejo de su ciudad: diverso, crudo, contestatario y, sobre todo, incluyente. En sus letras resuenan historias de sus barrios, dolores y resiliencias que, con un sello único, lo han consolidado como un movimiento vibrante y en constante evolución. Esta esencia, que caracteriza al género, se verá reflejada este viernes y sábado en el Festival Centro, un evento que celebra esa riqueza cultural en la Media Torta y en el Teatro Lourdes.
“Bogotá es la capital del rap. Aquí el rap fluye por nuestras venas”, aseguró Ali Aka Mind, quien destacó que la ciudad no solo tiene una historia profunda en el género, sino que ha sido influencia para el resto del país. “Tenemos algo que es Hip Hop al Parque. Aunque genera amores y odios, para el resto del planeta es uno de los festivales más grandes del mundo, un sueño para artistas consagrados. Además, a lo largo del año hay otros festivales de rap, y aquí conviven generaciones enteras que han sido influenciadas por este género musical”, agregó.
Por su parte, Flaco Flow destacó la solidez del movimiento en la capital: “El movimiento rap de Bogotá se ve más fuerte, más sólido. Hay muchísima gente creyendo y empujando para que esto siga creciendo. Para mí, Bogotá es una superciudad para lo que tiene que ver con el hip hop. Vivo agradecido de ella”.
Spektra resaltó la multiculturalidad que hace única a la escena bogotana. “Aquí los oyentes aprecian realmente el rap, compran boletas, merch y apoyan a sus artistas favoritos. Bogotá ha crecido, ha evolucionado y le ha abierto las puertas a todos y todas. Lo que lo hace diferente es que hay espacio para cada tipo de arte”, señaló.
Por su parte, la curadora del Festival Centro, Luisa Piñeros, destaca que el rap es un reflejo de las dinámicas propias de la capital: “Bogotá tiene ese sonido característico que podemos identificar en las historias, las letras, las pistas y el fraseo. Es un sonido que suena a Bogotá. No tiene las mismas dinámicas que Medellín, Cali o el Eje Cafetero. El rap bogotano está inscrito en su geografía: poderosa, con sus cerros, con sus falencias, violencias y resiliencias”, afirmó.
Bogotá es más que un epicentro del rap: es un lugar ideal donde convergen historias, estilos y voces. Desde Soacha hasta Usaquén, desde Hip Hop al Parque hasta los eventos más íntimos en bares y plazas, la ciudad respira rap.
Este fin de semana, el Festival Centro será un testimonio de esa diversidad. Bogotá, con su rap, no solo marca la pauta en el país, sino que sigue consolidándose como un lugar donde todas las historias encuentran un escenario en el cual se pueden expresar los sonidos de la diferencia. Aquí, el rap no solo suena: se vive, se respira y se siente.