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Galy Galiano: “Los artistas hoy en día son más ´youtubers´ que músicos”

Este 29 de marzo, Galy Galiano, un ícono de la música colombiana, sube al escenario del Festival Estéreo Picnic para demostrar por qué su legado musical sigue más vivo que nunca. Aquí una conversación que mantuvimos sobre ese camino labrado.

Samuel Sosa Velandia

29 de marzo de 2025 - 11:00 a. m.
Galy Galaneo es el primer artista colombiano que apareció en la lista Billboard.
Foto: Marisol Castaño
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Carmelo Galiano, su abuelo y quien le heredó su nombre, llegó a Colombia huyendo de la guerra que se instauró en el viejo continente. Al llegar a estas tierras conoció a Elisa Hernández, con quien construyó un hogar entre las calles de arena de Rincón Hondo y Chiriguaná, en el César.

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Desde entonces, el Caribe fue testigo del nacimiento de una dinastía que fue cautivada por las letras en todas sus formas. De hecho, fue con un poema que su papá conquistó a su mamá.

En Chiriguaná, el lugar en el que se dice que se apareció la Virgen de Chiquinquirá, Galy Galiano aprendió las lecciones más esenciales de su vida, entre ellas, la de hacer música.

Aunque reconoce que su sueño no siempre fue ser artista, la música ocupaba un lugar privilegiado en su vida. Se colaba en las fiestas para escuchar a los cantantes y agrupaciones que llegaban a su pueblo. Algunas veces le ayudaban a entrar, y otras, no le quedaba más que treparse por las paredes y meterse a escondidas. Así, entre el goce y la curiosidad, surgió la necesidad de componer y cantar.

“Al día siguiente de uno de esos eventos, amanecí con la inquietud de fabricar un instrumento, y fue entonces cuando hice el bajo”. Ese instrumento se lo debe a su abuela, pues la madera con la que lo construyó era del ataúd que ella había comprado, por si la muerte la alcanzaba algún día.

“Lo fabriqué con la tapa de un ataúd, el de mi abuela. Antes, la gente mandaba a hacer los ataúdes a medida porque demoraban mucho en llegar. Sobre todo en mi pueblo, donde no había carpintería y la muerte no solía ser tan frecuente. Ella tenía el ataúd guardado en la troja de la casa, y yo me subí, le quité la tapa y fabriqué el bajo”, contó el artista, quien, con la ayuda de su amigo Checho Bustamante, diseñó la parte técnica para poder crear música con las cuerdas.

Nunca ingresó a una academia ni recibió clases para aprender a tocar. Todo fue gracias a la escucha, la imitación y la experimentación. Aunque el artista le atribuye ese don a su abuelo, un aristócrata italiano que sabía tocar el violín, y que, aun después de muerto, le enseñó a tocar con su espíritu.

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Galiano conformó un grupo musical llamado Los Diamantes del César, donde componía y tocaba el bajo. Sin pretensiones, comenzó a hacer carrera como artista; sin embargo, se dio cuenta de que ese podría ser su destino cuando viajó a Bogotá. Aunque no buscaba oportunidades para ser músico, todo lo condujo hacia ese camino.

Samuel Zacarías Martínez Warnes, conocido como “el Chácara”, fue quien le dio el primer empujón. Galiano llegó a la residencia de su amigo, quien estudiaba Derecho en la capital. En una de esas conversaciones cotidianas, Chácara le sugirió que ir estudio de música que conocía.

“Allí, mientras estábamos en el pasillo, vi a Fernando Calle, un cantante, y le dije a Chácara: ‘Este tipo puede ser clave para mi carrera’. Cuando pasó, le conté de dónde venía, que era compositor, y le pregunté si alguien podría escuchar mis canciones”. El artista recuerda que Calle, bromeando, le dijo a Ricardo Acosta, su productor: “Ahí te busca un artista”. Para su fortuna, Acosta salió, lo escuchó y Galiano pudo mostrarle un casete con algunas de sus canciones.

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En esa pequeña y simple caja de plástico estaba grabada “Frío de ausencia”, la canción que llevaría a Galy Galiano a convertirse en el primer cantante colombiano en aparecer en el listado musical estadounidense de Billboard.

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Frio de Ausencia

Ese tema fue el mismo poema que su papá le dedicó a su mamá, y que, a los 17 años, Galiano encontró y musicalizó. Y como dice Gabriel García Márquez, un autor admirado por el artista, “uno no nace para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida obliga a parirse a sí mismo una y otra vez”. Así, ese poema hizo posible la vida de Carmelo y también la de Galy Galiano.

Han pasado ya cinco décadas de trayectoria, y lo que transmite no genera unanimidad, pues ha cantado ranchera, salsa, balada, música norteña… No todos tenemos el mismo recuerdo, pues él se ha encargado de mostrarnos versiones distintas de sí mismo y de su sonido.

¿Por qué Galy Galiano no solo le canta a un género?

Siempre me he dejado llevar por el impulso. A veces es bueno, otras no tanto, pero en mi caso ha sido positivo. Hacer las cosas con emoción te inspira, y eso puede hacer que salgan mejor. Experimenté con géneros como balada, ranchera, salsa y más, y cada estilo atrajo a su propio público. Algunos me conocieron por el norteño, otros por la salsa, y al final la gente aceptó que Galy Galiano es uno en todo su formato, llevando a los conciertos una variedad de emociones y experiencias.

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¿Y en ese experimentar no se ha sentido incómodo con algún sonido?

La salsa fue un poco más difícil, especialmente por la clave, un elemento musical fundamental que hay que entender. Como músico empírico, no la comprendía completamente. Un amigo salsero, que conocía bien la música, me dijo: “Galy, créetelo, tú tienes algo que pocos tienen: la expresión, algo que los que saben de música no logran dar”.

Aunque el género no es el mismo, las letras sí nos hablan casi que siempre de lo mismo: la vida, el amor, la tristeza y las diferentes formas de vivirlas cada una. ¿De dónde llega esa inspiración? ¿Cómo compone usted?

Creo que cualquier persona puede escribir. Algunos lo hacen mejor que otros, pero al final se trata de expresar lo que uno siente, ya sea sobre sus propias vivencias o las de otros, basándose en el contexto de una historia, real o ficticia. Mis canciones se basan en lo cotidiano, en lo que vive la gente común. Mientras que algunos compositores se basan en ficciones o contextos ajenos, yo siempre he preferido ser directo. Cuando se trata de amor, por ejemplo, no hace falta buscar adornos. Mi lenguaje es claro y sencillo, lo que la gente entiende, sin complicaciones.

¿Y usted vive la vida con esa misma sencillez con la que escribe?

Mi formación personal es auténtica, empezó en Barahona, en una finca. Soy campesino y sigo siendo esa persona en la que me formaron. Tengo mis sueños, pero mi concepción de la vida está basada en principios y en lo esencial. No me rompo la cabeza buscando cosas ilusorias que al final pueden ser solo una ilusión. No es conformismo, pero prefiero vivir sin afanes. No me atormenta no haber ganado un Grammy. Me basta con el cariño inmenso de millones de personas y saber que ese cariño me convirtió en uno de los artistas más vendidos de Colombia y de los más escuchados en Spotify y redes sociales.

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¿Entonces cuál es su idea sobre el éxito?

Es difícil definir el éxito, especialmente en la música. Si lo asociamos con vender discos o ser reconocido, eso es solo una parte. El éxito es un conjunto de cosas. Por ejemplo, con ‘Frío de ausencia’, el verdadero éxito no fue solo el éxito comercial, sino el impacto personal. He encontrado personas que me dicen que con esa canción se enamoraron, formaron familias y tienen hijos a quienes aman. Ese es el verdadero éxito: una conexión genuina con el público, un cariño mutuo y duradero. Una canción que le hable al odio a las personas.

¿Cómo convive con las críticas?

Me encantan las personas que te admiran por lo que tienes dentro. Eso es lo más importante. No importa si eres feo o bonito, lo que realmente valoro es la humanidad, la sensibilidad y la capacidad de transformar el mundo. Me atraen las personas que tienen la mente abierta para visualizar grandes cosas, como cómo salvar el universo. He aprendido a lidiar con lo que dice la gente, porque hay cosas que uno puede cambiar y tampoco son importantes.

¿Qué no le gusta de esta industria?

En el pasado, la música tenía una esencia natural; las canciones salían de manera auténtica y apasionada. Hoy, no me gusta cómo la música se ha vinculado tanto con la imagen en redes sociales. Los artistas hoy en día son más youtubers que músicos, y eso no lo entiendo. La música debería ser un medio para que la gente exprese emociones y resuelva problemas emocionales. No me agrada que un artista tenga que preocuparse más por otras cosas que por su música.

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***

Ese Galy Galiano, el que le huye a lo altivo, que tiene sus ideas y convicciones claras, que no le gusta llamar la atención, que quiere dejar que sea su talento y las letras las que hablen por él, será el que veremos hoy en el Festival Estéreo Picnic representado “la colombianidad” en un evento que lo anglo había mandado la parada por muchos años.

Arraigado a sus raíces, Galy Galiano, promete hacerle honor a su familia, y cautivarnos con sus letras.

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com

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