Herencia de Timbiquí: un embrujo musical del Pacífico colombiano

La banda se presenta este domingo en la edición número 23 del Festival Petronio Álvarez, en Cali. Con su estilo musical, de contagioso ritmo y buenas letras, esta vez será una presentación acústica.

Giancarlo Calderón
17 de agosto de 2019 - 09:00 p. m.
La agrupación Herencia de Timbiquí está integrada por 11 músicos, todos nativos del Pacífico colombiano, ha conseguido posicionarse en un lugar de privilegio en el ámbito musical dentro y fuera del país.  / Getty Images
La agrupación Herencia de Timbiquí está integrada por 11 músicos, todos nativos del Pacífico colombiano, ha conseguido posicionarse en un lugar de privilegio en el ámbito musical dentro y fuera del país. / Getty Images

“Rasgos o circunstancias de índole cultural, social, económica, etc., que influyen en un momento histórico procedente de otro momento anterior”. De esta manera, un tanto escueta, define el diccionario de la lengua española, en una de sus acepciones, la palabra herencia. El arte, por supuesto, o cualquiera de sus manifestaciones, tales como la literatura o la música, están contenidos, de modo implícito, en el marco de esta definición.

Herencia es un vocablo o, mejor, un concepto amplio en connotaciones, en cualquier tipo de cultura y en cualquier parte del mundo. Herencia: justo esa palabra sonora y vigorosa representa a un grupo de músicos del departamento del Cauca, insertado en el Pacífico colombiano, que decidieron, hace ya casi dos décadas, juntar su talento, su conocimiento y sus habilidades musicales para rescatar, mantener y posicionar una riqueza cultural y folclórica asociada a sus familias y, en general, a sus antepasados afrodescendientes. Así nació, por allá en el año 2000, Herencia de Timbiquí. Sus integrantes, la mayoría hijos de músicos nativos de Guapi, Tumaco, Timbiquí, entre otros municipios, conformaron esta agrupación con la idea de sacar adelante una propuesta innovadora que aportara nuevos elementos creativos, artísticos, y que a la vez sacara a la música y el folclor de su tierra del olvido en el que se encontraban por esos tiempos.

Y sí que tienen qué heredar, pues es justamente esta región, a nivel musical, una de las más ricas del país. Instrumentalmente rica: marimbas, guasas, tambores, bombos, conunos, entre muchos otros, componen el abanico de instrumentos que les dan ritmo, cadencia y sabrosura a innumerables historias, y que Herencia de Timbiquí sabe aprovechar al máximo en términos musicales: el amor por su tierra, por sus ancestros, por sus familias; también el amor romántico y la alegría o la desilusión que éste trae consigo; asimismo, los primeros recuerdos, o sus experiencias e inquietudes en el ámbito social, o cultural, etc., son algunos de los temas siempre presentes en sus letras. Sobre esto, apuntó uno de sus máximos representantes, el cantante William Angulo: “Nuestras canciones son sencillas, se pueden dedicar a la hija, a la mamá, al papá, a la novia. Además, como tienen marimba, se pueden bailar”.

Herencia de Timbiquí es un grupo de músicos consagrados, talentosos, que a base de trabajo y disciplina, y también de pasión y gozo por lo que hacen, han escalado y han ido ganando un terreno importante en el competido y difícil mercado de la industria musical. Un elemento clave a nivel artístico y creativo ha sido, sin duda, estar abiertos a escuchar y valorar otros géneros y ritmos, e incluir en su repertorio cualquier tipo de fusión que aporte variedad cultural y que además sea rica en sonoridades. Es así como han mezclado la música autóctona del Pacífico con diversos y variados géneros: rock, pop, jazz, funk, son cubano, vallenato, reggae, salsa, bolero, champeta, entre otros. Al respecto comentaron: “Nosotros sabemos cuál es el zumbido propio del litoral Pacífico, en general, y de Herencia de Timbiquí, en particular. Eso no quiere decir que no seamos capaces de hacer otras cosas”.

Así, la marimba de chonta y las tamboras terminan entrelazadas con bajos y saxofones, o el bombo golpeador y los conunos con baterías, congas o trompetas. Y así muchas otras combinaciones instrumentales que, de modo afortunado, logran una armonía musical admirable, con cierto embrujo o encanto, para escuchar y también para bailar, y con un sonido colorido y alegre, o triste y nostálgico, según sea la necesidad creativa de cada proyecto. Ya son cinco trabajos discográficos que muestran los procesos creativos ligados a la búsqueda de estos nuevos sonidos. De mangle a mango y siguiendo el camino (2006), Villancicos negros (2007), Tambó (2011), This is gozar (2014), y Al natural (2018). Resultado de estos trabajos son muchas de las canciones que están en el imaginario popular: Sabrás, Quiero cantarte, Pacífico, Y qué, Se te acabó, Ni marido ni mujer, Caleño, Te invito, Coca por coco y La sargento Matacho, entre muchas otras. Varias son, sin temor al elogio fácil, piezas para el regocijo y el deleite musical.

Te invito, del disco Tambó, por ejemplo, es una bella canción con una letra sencilla, en apariencia cándida, pero que está sustentada y soportada en uno de los pilares fundamentales de esta propuesta musical que es Herencia de Timbiquí: la memoria. Y el amor, claro. Desde la sencillez de lo anecdótico, la canción transmite el poder evocador de las pequeñas cosas: los primeros eventos de la niñez, el primer amor, o el primer encuentro con el colegio, o el simple recuerdo de un par de zapatos. Está cantada con un tono melancólico y con ritmo cadencioso, suave, que sirve de fondo para esta lírica entrañable. O Sabrás, una canción romántica, nada cursi, que contiene una conmovedora declaración de amor profundo. Otra de las más presentes en el público, recientemente, es Qué será, con colaboración del panameño Rubén Blades, una fusión donde la salsa es la invitada, y con una sensibilidad artística expresada en una letra con preocupaciones de tipo ético, social y ambiental. En ultimas: preocupaciones humanistas.

El camino profesional que escogieron los músicos de Herencia de Timbiquí no ha sido fácil, ni recorrerlo ni mantenerse firme para no desfallecer en algunos momentos de incertidumbre, y más bien ha sido, en términos musicales, una ruta algo arriesgada. Puede ser. Ciertamente no existe una ecuación exacta en esto de crear un producto musical para llegar a la gente y que ésta a su vez la reciba con gusto, o se conmueva, o goce con tal o cual canción. Pero, también es cierto, y lo dicen algunos valientes desprevenidos: la vida es riesgo. Sí. Y la música, y todo el buen arte también. Es ahí, en el valor de hacer cosas nuevas, en la búsqueda creativa, incesante, donde pueda estar la respuesta al éxito de esta banda musical.

Éxito representado, entre otras cosas, en muchos premios y reconocimientos dentro y fuera del país. Su posición frente a esto, sin embargo, es prudente: “Más que por los premios, una banda se mide al momento de entrar al estudio a grabar. Ahí se evidencian las limitantes que uno puede tener como músico. Lo mejor de todo es entender que, durante el registro del siguiente álbum, todas esas barreras se evaporan, se superan y surgen otros retos que toca asumir”.

Tal vez, además, la explicación de esa escalada triunfal que hasta ahora han tenido estos músicos intrépidos se pueda atribuir a su autenticidad: a ese afecto genuino que tienen por su música, por su tierra, por su herencia, pero también en la naturalidad para asumir una posición donde la única regla, al parecer, es mantener la mente abierta y libre de prejuicios a nivel artístico, para entender, entre otras cuestiones, que no es en el apego inútil y estéril, ni en la defensa acérrima de lo autóctono, sino en su valoración y en las ganas de jugar con esos elementos propios, y unirlos con otros mundos, donde se encuentra en la actualidad su potencial.

Por Giancarlo Calderón

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