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Les Luthiers no son músicos y humoristas, son magos. La agrupación argentina lleva más de cinco décadas sobre el escenario y no deja de sorprender a sus seguidores. En este momento el colectivo está en Colombia (o “Rodrigombia”) y hablamos con uno de sus integrantes, Jorge Maronna, quien se define como un histórico del grupo.
¿Cuál es el secreto para mantener la vigencia y la vitalidad 51 años después de la creación del grupo?
Si existe tal secreto, no lo conocemos. Supongo que para explicar nuestra perdurabilidad existen diferentes razones, varias de las cuales, en especial las que se refieren a las preferencias del público, no dependen de nuestra voluntad. Pero puedo decir que tratamos de hacer las cosas bien, ofreciendo espectáculos divertidos, variados, de una temática atemporal, cuidados en sus detalles y pulidos a lo largo de muchas funciones. Y creo que el grupo tiene dos grandes virtudes que han colaborado en nuestra vigencia: una gran capacidad de adaptación y una notable tenacidad.
En el último año ha habido cambios importantes en el grupo a propósito de la salida de Carlos Núñez. ¿Qué decir de los nuevos integrantes?
Cuando falleció Daniel Rabinovich subieron a escena Tato Turano y Martín O’Connor, que llevaban años acompañándonos como reemplazantes, y cuando Carlos Núñez dejó el grupo, hace pocos meses, fue sustituido por el muy joven Tomás Mayer-Wolf. Les Luthiers dejó de ser el quinteto que el público conoció durante 30 años, para convertirse en un sexteto integrado por tres históricos y tres nuevos. Para nuestra sorpresa, vemos que el público sigue disfrutando como siempre, y que los nuevos compañeros se han integrado plenamente y aportan un entusiasmo y una energía que nos renueva.
Los últimos tres espectáculos del grupo han sido antologías. ¿Cómo las recibe el público?
Crear un espectáculo totalmente nuevo siempre nos resultó un trabajo estimulante pero demoledor, y en este momento nos cuesta decidirnos a escribir un show entero, que llevaría mucho tiempo de preparación. Tenemos un largo historial de antologías; la primera de ellas, Viejos fracasos, se estrenó en 1976, cuando el grupo aún no había cumplido una década de vida. Estas antologías tienen la virtud de ser un seleccionado de nuestras obras más poderosas, revisadas y mejoradas. Chist, Viejos hazmerreíres y Gran reserva son shows magníficos, altamente eficaces y muy festejados.
Recientemente ustedes estuvieron en el lugar donde se erigió una placa en homenaje al Instituto Di Tella. ¿Cómo recuerdan ustedes esos tiempos de inicio, en una institución que fue sinónimo de vanguardia?
Actuamos en el Di Tella en cuatro espectáculos diferentes: Mens Sana in Corpore Sano, IMYLOH, Les Luthiers cuentan la ópera y Blancanieves y los siete pecados capitales. Como ocasionales espectadores de lo que ofrecía el Instituto, nos resultaba deslumbrante ver esa muestra, variada y siempre sorprendente, de espectáculos teatrales, danza, artes plásticas y música de vanguardia. Nuestra modernidad era moderada; la novedad que ofrecíamos era una combinación de humor, teatro y música, que resultó atractiva para un público nutrido, ya que Blancanieves… se representó dos temporadas seguidas, en 1969 y 1970. Luego el Di Tella se vio obligado a cerrar, y así se perdió un centro cultural único en nuestro país. En la actualidad, en ese mismo edificio hay una tienda, lo que resulta una triste metáfora de la cultura en Argentina.
Hace poco visitaron Colombia Lutherieces. ¿Cuál es su opinión respecto al trabajo que hace este colectivo nacido en Mendoza?
Conocimos a Lutherieces cuando se presentaron entre los grupos que nos homenajearon en la Expo Les Luthiers para nuestro 40º aniversario, en 2007. Desde ese momento no he vuelto a verlos, pero tengo entendido que hacen buenas recreaciones de nuestro repertorio.
¿Tiene usted algunas obras favoritas dentro del repertorio de Les Luthiers o su sentimiento por cada una es igual?
Hay piezas que me resultan admirables porque mantienen una eficacia humorística que no se altera con el paso del tiempo. Algunas de ellas forman parte de Viejos hazmerreíres, como Las majas del Bergantín, Dilema de amor, Pepper Clemens y Radio Tertulia. Otras obras que me encantan son La hora de la nostalgia, El sendero de Warren Sánchez, la inoxidable Rhapsody in Balls, y hay unas cuantas más…
Háblenos de su faceta como fotógrafo, que fue la que permitió la edición el año pasado de un libro de fotos inéditas del grupo.
Compré mi primera cámara en 1967, año del nacimiento del grupo, y a partir de ese momento y durante toda nuestra carrera tomé fotos en los ensayos, giras, reuniones y paseos, por el placer de hacerlo y sin intención de publicarlas. Cuando estábamos cerca de cumplir nuestros 50 años decidí mostrarlas en un libro, sumándole una historia escrita por Daniel Samper Pizano, gran amigo y biógrafo oficial de Les Luthiers.
¿A qué artistas o colectivos de música y humor sigue actualmente?
En el terreno musical soy un fiel seguidor de Chico Buarque de Hollanda; en el humorístico, de Woody Allen.
Es una alegría poder verlos de nuevo en menos de dos años. ¿Cómo es la relación del grupo con el público de “Rodrigombia”?
Cuando llegamos por primera vez a Bogotá, en los años 80, descubrimos que Rodrigombia, como usted dice (sospecho que se trata de un localismo), tenía un público sensacional, todo el mundo se reía mucho. Excepto Daniel Samper, que en un principio parecía no entender bien los chistes, aunque ahora ha mejorado notablemente.
¿Qué proyectos personales tiene y cuáles son los proyectos del grupo?
En lo personal seguiré con mis gratas tareas de criar hijos (tres de ellos son pequeños), componer música, estudiar guitarra, seguir fotografiando. En cuanto al grupo, en nuestro calendario continúan las giras por distintos países (Costa Rica, México, Uruguay, España) y tenemos planeado el estreno de una nueva antología (¡sí, otra más, pero va a ser excelente!) en mayo de 2020.
Viernes 24 y sábado 25 de agosto de 2018, Palacio de los Deportes en Bogotá. Información y boletería: www.primerafila.com.co