Konsumo respeto o el sonido de los que no pertenecen

Quizá uno de los referentes inmediatos en los que se puede llegar a pensar si se preguntan por el rock y la música celta puede ser la banda inglesa The Drophick Murphys, banda que, de hecho, fue un ejemplo para Jorge Rodríguez y Alberto Valdés, integrantes de Konsumo Respeto y artífices de los pogos al ritmo de gaitas. 

La banda española, que se presentó por primera y última vez en el Festival de Rock al parque, pues sus músicos anunciaron el fin de su carrera hace unos meses, cumplió 20 años de existencia en este 2019. Lo curioso de este aparente final es que hace seis años, cuando visitaron a Colombia por primera vez, también anunciaron la separación del grupo por los altercados y tedios que suelen presentarse en esta o en cualquier otra banda musical. 

Seis discos reunidos en un canto contracultural son el legado que deja esta banda que se creó, entre otras cosas, por el inconformismo con su gobierno y que guarda en la mente de cada uno de sus integrantes la censura y el terror del franquismo en España. 

Si bien a lo largo de estos cuatro lustros la agrupación ha aceptado que la inclusión de teclados en sus canciones hace parte de una evolución natural que hace parte de nuestra condición, lo que los ha mantenido como una banda diferente, con una identidad definida que ha sido también su mayor reto, es la presencia de las gaitas, de apostarle a una tradición inexistente en Alicante de la música celta, en su tierra, en esa en la que crecieron y en la que le apuestan a la música desde que tienen 16 años. 

“Si te he visto no me acuerdo”, “Como te iba diciendo” o “Elige la ruina” son ejemplos de canciones que se hicieron en honor a los álbumes anteriores, una tradición que la banda mantuvo por años y que solidificaba el discurso y las historias de humanos frustrados, de individuos al margen de lo estipulado, de lo impuesto, de personas que se atrevieron a cantarle a las injusticias sociales y que esquivaron todo tipo de prejuicios y censuras a través de instrumentos y sonidos que se crearon conforme a nuevos himnos de rebeldía y apegados a la identidad del punk como un refugio, como también un escape a las vidas cotidianas y entregadas a los mandamientos del sistema.

Quizá uno de los referentes inmediatos en los que se puede llegar a pensar si se preguntan por el rock y la música celta puede ser la banda inglesa The Drophick Murphys, banda que, de hecho, fue un ejemplo para Jorge Rodríguez y Alberto Valdés, integrantes de Konsumo Respeto y artífices de los pogos al ritmo de gaitas. 

La banda española, que se presentó por primera y última vez en el Festival de Rock al parque, pues sus músicos anunciaron el fin de su carrera hace unos meses, cumplió 20 años de existencia en este 2019. Lo curioso de este aparente final es que hace seis años, cuando visitaron a Colombia por primera vez, también anunciaron la separación del grupo por los altercados y tedios que suelen presentarse en esta o en cualquier otra banda musical. 

Seis discos reunidos en un canto contracultural son el legado que deja esta banda que se creó, entre otras cosas, por el inconformismo con su gobierno y que guarda en la mente de cada uno de sus integrantes la censura y el terror del franquismo en España. 

Si bien a lo largo de estos cuatro lustros la agrupación ha aceptado que la inclusión de teclados en sus canciones hace parte de una evolución natural que hace parte de nuestra condición, lo que los ha mantenido como una banda diferente, con una identidad definida que ha sido también su mayor reto, es la presencia de las gaitas, de apostarle a una tradición inexistente en Alicante de la música celta, en su tierra, en esa en la que crecieron y en la que le apuestan a la música desde que tienen 16 años. 

“Si te he visto no me acuerdo”, “Como te iba diciendo” o “Elige la ruina” son ejemplos de canciones que se hicieron en honor a los álbumes anteriores, una tradición que la banda mantuvo por años y que solidificaba el discurso y las historias de humanos frustrados, de individuos al margen de lo estipulado, de lo impuesto, de personas que se atrevieron a cantarle a las injusticias sociales y que esquivaron todo tipo de prejuicios y censuras a través de instrumentos y sonidos que se crearon conforme a nuevos himnos de rebeldía y apegados a la identidad del punk como un refugio, como también un escape a las vidas cotidianas y entregadas a los mandamientos del sistema.