La canción vallenata se debe imponer

La Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata debe preocuparse más por la Canción Inédita, que relegó por darle prioridad al concurso de acordeón profesional, imponiendo el instrumento simbólico por encima de la obra musical.

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Félix Carrillo Hinojosa*
22 de abril de 2018 - 02:28 p. m.
Gustavo Gutiérrez Cabello ganó la primera edición del concurso de la Canción Inédita con “Rumores de viejas voces” (paseo), en 1969. / Cortesía
Gustavo Gutiérrez Cabello ganó la primera edición del concurso de la Canción Inédita con “Rumores de viejas voces” (paseo), en 1969. / Cortesía
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La cadena productiva de la música vallenata se inició con los versos expuestos en distintos lugares y tiempos de la provincia por un hombre desconocido, que hoy todavía no se sabe quién fue. A él le debemos que todo ese mundo primitivo de versos mestizos hayan sido reivindicados a lo largo del tiempo, por la misma acción de ponerle melodía a unos textos, que se extendieron por la fuerza natural de su narrativa para hacer y cubrir pueblos y dejar la impronta de un movimiento campesino que decidió llenar de música cada instante.

Ese hombre le cantó a todo. Musicalizó su alegría y la tristeza, avizoró lo que habría de venir y sentenció muchos de los peligros que vivimos. Esa canción, desde su estado más primitivo, tocó mucho de los temas que hoy de manera recurrente se siguen exponiendo con otros sonidos, nuevos lenguajes y, ante todo, sin que la magia se aleje, ha logrado que sus propuestas en lo rítmico y textual, hayan creado sus rupturas, comentarios encontrados y los choques que van desde lo ortodoxo hasta lo moderno.

“El vallenato como hombre creador ha logrado que su obra vaya acorde con su tiempo”, situación que le ha permitido mantenerse como un agente activo del acontecer social de los pueblos. Antes lo hizo; en el presente, a través de un relevo generacional, plantea diversas maneras que hacen de un instrumento como “la cançión”, una música fuerte que puede enfrentarse, como en efecto lo ha logrado, para encontrarse en permanente dialogo con otras músicas de Colombia y del mundo.

Con la obra vallenata se inicia la mayor convocatoria que pueda comentarse en la música local. Su creador llama a que innumerables agentes la canten. El intérprete y el oyente reproducen a su manera esa creación que nació natural y espontánea, que termina masificada en tantos frentes y afectada por el sentir de tantas voces.

En el Festival de la Leyenda Vallenata, esa canción pese al avasallante protagonismo del instrumental simbólico como lo es el acordeón, ella permanece incólume y de pie, pese a sus múltiples maneras de masificarla, cuya industrialización se pasea por diversos caminos, contaminada y blanqueda muchas veces, sin que haya dejado de ser lo que siempre ha sido, “el alma musical de un movimiento artístico que se enfrenta a todo”.

Es por ello, que desde 1969 se dio inicio a la categoría correspondiente a la Canción Inédita, que fue ganada por Gustavo Gutiérrez Cabello con Rumores de viejas voces (paseo); y luego, en 1982, con Paisaje de sol (paseo); historia que es seguida por Freddy Molina Daza con El indio desventurado (paseo), por Santander Durán Escalona con Lamento Arhuaco (paseo), rey de reyes en 19987, 2000 y 2007 con el paseo La canción del valor, el son Cantares de vaquería y el paseo Entre cantores, para mencionar solamente algunos versos que han enriquecido el legado del género.   

En el año de 1998, la Fundación que organiza el Festival de la Leyenda Vallenata, decidió exaltar al mejor paseo, son, merengue y puya, resultando ganadores Luis Cujia con Yo soy el cantor (merengue), Ramiro Garrido Montes con Yo soy el son, Sergio Moya Molina con Recuerdos de viejos tiempos (paseo) y Luis José Ramírez con la Puya del folclor. Esta mecánica se repitió en 1999, cuando ganaron Winston Mueges con Los barrios del Valle (puya), el merengue de Antonia Daza El orgullo de nacer, Deimer Marín Jiménez con Maestro de Maestros (paseo) y el son Mi pobre acordeón de Félix Carrillo Hinojosa. Luego Winston Muegues con la puya La estratificación, y Melquisedec Namén Rapalino con Vestida de gloria (paseo), para recordar algunas de las muchas canciones que han desfilado con éxito por el evento que se lleva a cabo en la capital del departamento del Cesar.

Muchas de esas obras hacen parte del glorioso pasado del vallenato. Otras no han sido grabadas, sin que ello les quite el protagonismo que tuvieron en el momento de ser expuesta en el concurso. Es cierto que la espontaneidad que lució en todo su esplendor la canción vallenata, ha disminuido. Se enfrenta la canción a ser construida para el festival del momento. Se volvió de manera repetida el sonsonete de exaltar a los mismos con las mismas, y los versos han carecido de una inventiva que los logre sacar de su letargo.

Los creadores se suben a la tarima a imponer de otra manera lo que su obra no puede hacer. Ese “show barato”, en el que lloran, gritan, gimen y hasta se contorsionan como si hicieran parte de un circo, ha contribuido a ridiculizar la exposición de una obra musical que merece ser escuchada con el respeto de una creación genuina. A esto se suma el papel no tan santo de quienes, en la mayoría de los casos, tienen la misión de calificar la canción y de los coordinadores del concurso, que han terminado postrando el rumbo del concurso. 

La canción vallenata debe recuperar su protagonismo y liderazgo, dentro y fuera del Festival de la Leyenda Vallenata, porque últimamente se está convirtiendo en un concurso más, con melodías remendadas, sin originalidad en su texto, lo que ha llevado a los intérpretes a no querer grabar el tema por su deficiente calidad.

En este Rey de reyes aspiramos que la canción vallenata se sacuda del mal momento que vive dentro y fuera del concurso, que no sean otros factores externos lo que la lleven al primer lugar. La canción debe recuperar su espacio, en el que el paseo, el son, el merengue y puya, tengan el protagonismo que la obra como tal propicia. Hay que recuperar la narrativa y la picardía.  

Muchos dirían que la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata debe proteger los cuatro ritmos o aires en el concurso, al darles su liderazgo correspondiente. Otros son de la opinión de que el concurso siga tal y como está, salvo los años 1998 y 1999, cuando los cuatros hermanos rítmicos, fueron independizados y premiados por separado.

Lo evidente es que la canción que se hace para el concurso, no es la misma que se está grabando. Esos dos mundos se han fragmentado de tal manera que ya no aparecen las obras ganadoras en boca de los mejores cantores o tocada por los intérpretes tradicionales del vallenato.

El problema que padece la canción vallenata, tanto en los concursos como en la grabación no es de texto o melodía, es su baja calidad. Hay quienes creen, que remendando una melodía, poniéndole una letra, defienden las raíces o salvaron a la canción vallenata.

Lo real es que la canción logró su madurez desde hace muchos años, situación que le permite capotear, esos malos aguaceros que vive en la actualidad, producto de la industrialización de una música, en la que todos se volvieron compositores, intérpretes, investigadores y conocedores del vallenato, irrespetando en muchos casos la esencia de una creación que llegó para imponerse.

No se busca con ello cerrarle el paso a la nueva generación, sino de proteger una música local, que en su estructura composicional logró el techo mucho tiempo atrás.

La nueva generación está haciendo paseos de gran factura, lo que debería extenderse a los tres restantes aíres, que están prácticamente en vías de extinción.

La Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata debe preocuparse más por el concurso de la Canción Inédita, que relegó por darle prioridad al concurso de acordeón profesional, imponiendo el instrumental simbólico por encima de la obra musical. La canción vallenata se debe seguir imponiendo.  

*Escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural.

 

Por Félix Carrillo Hinojosa*

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