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La fantasía zoológica

La creación del autor, director de orquesta y pianista francés recuerda la tradición de los bestiarios medievales.

Sara Malagón Llano
04 de enero de 2014 - 09:00 p. m.
La fantasía zoológica

El 6 de mayo de 1846 el joven Camille Saint-Saëns, de once años, dio un concierto en el que interpretó algunas piezas de Händel, Bach y otros autores, el Concierto en do menor de Beethoven y el Concierto de piano Nº 15, KV 450 de Mozart, con una cadencia final inventada por él. Después de los aplausos, Saint-Saëns ofreció tocar de memoria cualquiera de las 32 sonatas para piano de Beethoven. En los periódicos de casi toda Europa y alguno de Estados Unidos se publicaron reseñas sobre el exitoso concierto.

El niño prodigio de oído absoluto, que aprendió a leer y a escribir a los tres años y compuso su primera pieza a los cinco, fue considerado un nuevo Mozart. Su extensa obra, con la que se aproximó a casi todos los géneros musicales, es ecléctica y a veces de una perfección excesiva. De ahí que a Saint-Saëns se le considere un compositor demasiado académico. Sin embargo, El carnaval de los animales, que al mismo Saint-Saëns le parecía una obra juguetona y poco seria, se convirtió en una de sus composiciones más famosas.

Después de una desastrosa gira de conciertos por Alemania en 1885 y 1886, Saint-Saëns permaneció por un tiempo en Austria. Allí escribió El carnaval, compuesta para dos pianos, dos violines, una viola, un chelo, un contrabajo, una flauta, un piccolo, un clarinete, una armónica de cristal y un xilófono, aunque a veces se interpreta con toda la sección de cuerdas de una orquesta.

El 9 de febrero de 1886, tres días después de haberla compuesto, les escribió a sus editores para confesarles que en vez de dedicarse a su Tercera Sinfonía había estado ocupándose de otra obra, El carnaval (“... c’est si amusant!“, dice en la carta). Sin embargo, la “fantasía zoológica”, como algunos la llaman, se presentó sólo un par de veces en conciertos privados antes de 1922, pues Saint-Saëns quería que se conociera y se publicara póstumamente ya que podría afectar su imagen de “compositor serio”. Después de su muerte, en diciembre de 1921, Durand hizo pública la obra.

El carnaval se compone de catorce movimientos y cada uno representa a uno o varios personajes, en su mayoría animales. Se trata de una obra descriptiva: Saint-Saëns se vale de un aspecto de cada uno de los animales o personajes que aparecen —el sonido que producen o la velocidad a la que se mueven— para caracterizarlos y representarlos en piezas de corta duración.

Se dice que los movimientos que corresponden a los animales son satíricos, porque aluden a otras obras musicales que terminan siendo parodiadas allí: en Tortugas, las cuerdas interpretan una versión lenta de El galope infernal de la operetta Orfeo en los infiernos de Offenbach, y en El elefante el tema parte de dos piezas, una de Mendelssohn y otra de Berlioz, compuestas para ser interpretadas por instrumentos soprano, como flautas y violines.

Luego aparecen los canguros y un acuario, cuyo movimiento se considera el más rico musicalmente: intervienen los dos pianos, las cuerdas, los instrumentos de viento y la armónica, evocando el ambiente tranquilo y el lento desplazamiento de los animales en un acuario.

En Los personajes de largas orejas, los violines imitan el rebuzno de los burros. Más adelante, en otro movimiento, un piano imita el canto de un cucú, y después un chelo y los dos pianos, la elegancia de un cisne. Entre los animales aparecen también los fósiles y los pianistas, ambas figuras simbólicas: los fósiles son los profesores retrógrados, los pianistas son los principiantes.

La fantasía zoológica de Saint-Saëns recuerda la tradición de los bestiarios medievales, en los que se describía a todos los animales. El carnaval es interesante por su particular orquestación y porque ridiculiza el sistema musical del momento. Otra vez, como en las fábulas, los animales tienen una voz, y con ella nos critican y nos enseñan cosas a los humanos.

La obra es un llamado a desafiar el canon establecido: es necesario superar los fósiles e ir más allá de las retrógradas maneras en que los pianistas principiantes aprenden a tocar, de la canonización e idolatría que ronda ciertas obras musicales y de lo que dicen los críticos, cuyas palabras son para Saint-Saëns como el rebuzno de un burro.

* Enero 5, 10:00 p.m. Plaza San Pedro.

Por Sara Malagón Llano

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