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La gracia del Cuarteto Latinoamericano

Reseña sobre la presentación ofrecida por el Cuarteto Latinoamericano (México) en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango como parte de la Temporada Nacional de Conciertos 2018 del Banco de la República.

Luis Fernando Valencia*

20 de octubre de 2018 - 11:54 a. m.
El Cuarteto Latinoamericano, de México, estrenó en Colombia la obra "Diásporas" del compositor venezolano Paul Desenne. / Gabriel Rojas © Banco de la República
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Existe una idea en diversas tradiciones espirituales según la cual una de las máximas aspiraciones de un alma es convertirse, mediante la renuncia irrefutable al ego mundano, en un instrumento de la gracia Divina. Aquella agraciada alma se convierte así en una especie de vasija vacía sobre la que se vierte la voluntad de Dios. La tradición musical occidental clásica presenta algunas características comparables a aquella idea, en la que el servicio a una entidad creativa―quizás no completamente desinteresado, pero sí de alguna manera reverente―se convierte en la razón de ser principal de la existencia, en este caso artística.

En la versión musical, el intérprete se entendería como aquel instrumento a través del cual se ejecuta de manera diáfana la voluntad creadora―la “gracia” musical, digamos―del compositor. Se entiende así al gran ejecutante como aquel que, sin abandonar su sello personal, interpreta de la manera más fiel el imaginario del creador musical, potenciando la expresión material de dicho imaginario a través de su singularidad artística. Quizás en esto último radique la diferencia fundamental entre los dos mundos: mientras que la misión de un alma agraciada depende crucialmente de la rendición del ego para dar paso a la gracia del Creador, el portento de la ejecución musical de un intérprete requiere, al contrario, de la juiciosa construcción de un elaborado ego, constituido por una excelsa técnica, una notable disposición escénica, y una profunda maduración musical, artística, y humanista.

Pienso en esto a propósito de la portentosa presentación del célebre cuarteto de cuerdas Cuarteto Latinoamericano en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá. El recital fue un claro testimonio del largo camino recorrido por estos cuatro músicos mexicanos, a través del cual han logrado elevarse al nivel de aquel intérprete ideal del mundo clásico. Por un lado, la evidente facilidad con que navegan el repertorio ejecutado, en profunda sinergia colectiva, es signo indudable de la maestría adquirida en las lides de la ejecución instrumental, tanto a nivel individual como a nivel de ensamble.

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En este sentido, es evidente el perfeccionamiento por parte del cuarteto de aquel ‘ego’ musical, singular y colectivo en este caso, que es tan necesario para convertirse en el canal ideal para materializar diáfanamente las ideas del compositor, y potenciarlas vía la singularidad de la personalidad artística. El muy tenue lunar de la presentación fue quizás el aspecto escénico, que en general tendió a ser parco y algo acartonado, sensación reforzada por la distancia que se mantuvo entre músicos y público durante el concierto. Habría sido refrescante, creo, algún diálogo, alguna interacción con tan icónico cuarteto, emisario insigne de las voces creativas latinoamericanas contemporáneas.

Fue precisamente esta especie de misión cultural que acogieron estos cuatro músicos como esencia de su proyecto la que me llevó a recorrer el camino de la analogía con el mundo espiritual. Aun tratándose de asuntos típicamente más terrenales, y más allá de las disquisiciones acerca de los asuntos de la identidad cultural, es loable y digna de mención la manera en que este ensamble ha cargado con la misión de transmitir un subconjunto muy particular de expresiones culturales latinoamericanas; de darles vida a variadas voces creadoras a lo largo y ancho del subcontinente. Sin estos ‘instrumentos’, la ‘gracia’ y el juego de creación sonora de aquellos mini dioses que son los compositores, en este caso latinoamericanos, no se manifestaría.

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Gracias al Cuarteto Latinoamericano, cuyo sencillo nombre es símbolo evidente de aquella misión, en el concierto vieron la luz varios universos sonoros nacidos del imaginario musical de la región. En primera instancia, un par de arreglos para cuarteto de unas piezas llamadas Anticuecas, de la compositora Violeta Parra, presentando un ‘espíritu’ chileno abstracto, a través de la distorsión típica del lenguaje modernista. Escuchamos luego un cuarteto del compositor cubano Leo Brouwer, de construcción minimalista, con fragmentos de una mística expresión de colores armónicos, y otros de picarescos juegos rítmicos.

Y para finalizar, escuchamos el estreno mundial de la obra Diásporas del compositor venezolano Paul Desenne, llena de descargas sonoras sin aparente descanso, con un denso universo sonoro de hibridaciones, poblado por abstractas referencias a diversos lenguajes y culturas del mundo. El estruendoso y celebratorio aplauso que siguió a esa descarga sonoro obligó al cuarteto a volver al escenario para interpretar un arreglo del famoso Libertango de Piazzolla.

Fieles a su misión de ser el ‘instrumento de gracia’ de las voces creativas de la academia latinoamericana, el Cuarteto Latinoamericano materializó en Bogotá algo del imaginario creativo latinoamericano, contribuyendo a enriquecer nuestro paisaje sonoro. Por ello, compositores y público por igual de seguro albergarán un cálido sentimiento de gratitud para con estos cuatro emisarios sonoros.

* Maestro en Música con énfasis en guitarra clásica de la Pontificia Universidad Javeriana. Egresado de la Maestría en teoría y composición de Temple University, Filadelfia, Estados Unidos y de la Maestría y Doctorado en Musicología de la Universidad de Princeton, Princeton, Estados Unidos.

 

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Por Luis Fernando Valencia*

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