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La sintonía del Litoral Pacífico

El público ya escuchó a las 44 agrupaciones participantes.

Juan Carlos Piedrahíta B. Cali, Valle del Cauca / jpiedrahita@elespectador.com
16 de agosto de 2014 - 03:49 a. m.
Ya es hora de permitir tomarles buenas fotos a los músicos. / Nelson Sierra
Ya es hora de permitir tomarles buenas fotos a los músicos. / Nelson Sierra

La segunda ronda eliminatoria multiplicó, como por arte de magia, el número de asistentes a las Canchas Panamericanas. El hecho de desarrollarse durante la noche de un viernes previo a un festivo, seguro tuvo mucho que ver con la masiva convocatoria a la programación de la tercera noche del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez.

Cuarenta y cuatro agrupaciones, que desfilaron divididas en dos bloques homogéneos tuvieron la misión de proporcionar un espectáculo de altura, que fue correspondido con aplausos, gritos, voces de aliento y, por supuesto, pañuelos ondeantes. Anoche la jornada comenzó con la exaltación de los aires tradicionales interpretados dentro de la modalidad de Violines Caucanos.

La competencia comenzó con Cantoras de Manato, que aprovecharon el espacio proporcionado por el Festival para presentarle al país el talento cultivado en la región de Villa Rica, Cauca. Sus aires tradicionales se apagaron para darle paso a la agrupación Dejando Huella, de Puerto Tejada. Este colectivo mezcló la música con estrofas lúdicas como: “Musiqueros no se dice, sino tocadores. No somos ninguno de esos dos, sino que somos los músicos que vinimos a adorar al Niño Dios”.

El cambio generacional en la modalidad de Violines Caucanos se hizo evidente a partir de la aparición sobre el escenario de Remolinos de Ovejas, oriundos de Suárez. Sus integrantes a pesar de ser muy jóvenes llevan varios años consolidando al grupo con temas como ‘Tradición’ y ‘Torbellino’. Después el turno le correspondió a la Asociación Grupo Musical Renovación, de Caldono, que innovó mostrando un tema instrumental y después interpretó ‘Fuga Petronio’, en la que expresó; “Tomando biche con arrechón es que goza la población”. El ciclo se cerró con Son Balanta, colectivo netamente masculino fundado en Santander de Quilichao, en 1970.

La segunda modalidad arrancó con el debut en el certamen de Sonar de Marimba, de Timbiquí (Cauca). Semblanza del Río Cauca, por su parte, entró a la tarima con un canto a capela y la simulación de un viaje en canoa y la hechura de una red para pescar. La propuesta de Amanecer Guapireño, en cambio, se centró en la liberación de una paloma blanca, que muy pronto desapareció en el horizonte. La parte final de la modalidad de Marimba estuvo a cargo de agrupaciones como la Fundación Folclórica Changó, de Tumaco, Nariño; las Raíces Folclóricas del Pacífico; Resplandecer Nariñense y el colectivo Teófilo Roberto Potes.

Como es costumbre en las rondas eliminatorias las modalidades de Chirimía y la Versión Libre hicieron que el público visitara el delirio y el baile se transformara en un arma letal en contra del aburrimiento. Sabrosura del Litoral, Mi Raza, Pichindé y Son Familia, se destacó en la categoría de Chirimía, mientras que propuestas como La Chiribanda, Songo Grove y Son del 90 (en la versión libre) prendieron la rumba y se encargaron de estimular al público para que se sumara en los famosos y tradicionales remates. 

Por Juan Carlos Piedrahíta B. Cali, Valle del Cauca / jpiedrahita@elespectador.com

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