Wilson Manyoma tenía la convicción de ser futbolista, pero el destino le tenía preparado ser cantante de salsa. Se había acercado a este género por la misma razón que al deporte: la habilidad con sus piernas. Su destreza con el baile la había desarrollado en sus andanzas de pequeño por la Comuna 8 en Cali, al igual que su talento para bailar. Sus aventuras por el barrio habían preparado sus extremidades para cualquier cosa que la vida le deparara.
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Con el tiempo, se iba a los “grilles” del corregimiento de Juanchito, donde se bailaba buena salsa y se escuchan las canciones de las grandes orquestas de salsa del mundo en los años 70, que Wilson iba guardando en su memoria. Se quedaba allí hasta las ocho de la noche y se iba a su casa para que su mamá, que trabajaba en una fábrica de telas, no lo regañara. Comenzó a bailar en las tarimas al mismo tiempo que a cantar. Los músicos lo tildaban de loco por manera característica de mostrarse en el escenario, pero a la gente le gustaba. A él, en realidad, le gustaba más el fútbol.
En esos grilles caleños conoció a varias orquestas locales. Hizo un nombre en el mundo salsero de su ciudad tras su paso por la Orquesta de los Hermanos Ospino, La Sonora Juventud y tenía el repertorio de las canciones de las orquestas mundiales que se había aprendido con facilidad en sus andanzas por Juanchito. Un día su amigo, Dagoberto Gil, quien comercializaba los discos que llegaban de Nueva York, le pidió permiso a la mamá de Wilson para llevárselo a una disquera en Medellín. Pero él tenía otros planes.
Según cuenta “Saoko”, el libro inédito de la periodista Andrea Barraza Cabana, a Wilson le había llegado una invitación para irse a Bogotá y presentarse en Millonarios. Era una decisión complicada, pero tras la presión de su amigo y de algunas personas, se inclinó sin muchas expectativas, así como por descartar, decidió ir a mostrar sus habilidades con el canto primero a la capital antioqueña.
En 1973, llegó a los estudios de Discos Fuentes por primera vez y lo recibió Julio César Estrada, más conocido como “Fruko”, y quien sería su mentor en los años venideros. Le pidió que cantara algo de su repertorio, gustó y le encomendaron grabar una canción que comenzó a sonar en los círculos salseros de Medellín, en una época en que la ciudad estaba eclipsada por la música tropical, conocida como chucuchucu.
En ese mismo viaje conoció al Joe Arroyo, quien era la voz principal de “Fruko” y, según relata el libro de Barraza Cabana, lejos de mostrar recelo por la llegada de un nuevo vocalista, le dio una cálida bienvenida y más adelante formarían una camaradería. Solo faltaba un nombre artístico para Wilson. A su hermano, Henry Manyoma, se le ocurrió que una bebida cubana que combinaba el coco y el ron y que tomaba el cantante salsero Benny Moré podría funcionar. Una bebida que tenía mucho sabor y energía, como la que Wilson soltaba en el escenario. Él mismo fue a contarle a Fruko y desde ahí quedó bautizado como “Saoko”. Grabó un disco con ese remoquete y después, en medio de la incertidumbre, regresó a Cali.
“Nadie creía que yo había podido triunfar porque mi historia era el fútbol. Mis amigos me decían: ‘Que Wilson ya había grabado un disco, que ahora se hacía llamar ‘Saoko’. Incluso mi familia se sorprendió y dijo: ‘¡Vaya, Wilson!” Después de ese disco llamado ‘Ayunando’, fue cuando volví a Cali’, dijo Manyoma en una entrevista para El Espectador.
A los meses de su regreso a Cali, tendría que volver a Medellín luego de una llamada de ‘Fruko’. Se fueron de gira por Ecuador, Perú y otros escenarios latinoamericanos. Después vendría su gran éxito “El Preso”, culpable de los quince años posteriores que estuvo en la agrupación y que haya gente que piense que él estuvo en alguno momento en una cárcel. Una historia que no la había escrito él y tampoco se había pensado para grabar en salsa, sino en vallenato.
El éxito de “Fruko y sus tesos” le trajo problemas con el músico tropical Rodolfo Aicardi y el bolerista Ricardo Fuentes, quien también eran parte de la nómina de Disco Fuentes. “Ellos se enfadaron, especialmente Rodolfo Aicardi, porque tenían una deuda pendiente conmigo. Yo llegué primero que Fruko a los Bestiales y hacía los coros. No podía ir a las presentaciones porque Rodolfo decía que no, pero una noche Rafa Benítez le dijo: ‘Hermano, Wilson, tiene que trabajar’”, relató Mayoma en la entrevista para este medio.
‘Saoko’ con los años se separaría de la agrupación, aunque dedicaría toda su vida al género al que le había quitado el cuerpo y le había hecho unas cuantas gambetas. Un género que lo convirtió en un personaje referente del país en materia salsera y que recuerda que cuando de habla de ‘Saoko’ se habla de sabor.