Manu Chao, el "Clandestino” de la “Patchanka’

El músicos francés, cuyo verdadero nombre es José Manuel Thomas Arthur Chao Ortega, recorrió Colombia durante la década del 90 junto a los integrantes de la agrupación Mano Negra.

Juan Carlos Piedrahíta B.
19 de junio de 2017 - 02:08 p. m.
Las influencias más importantes del músico francés Manu Chao han sido Alejo Carpentier, Eliades Ochoa y Juan Formell.  / El Espectador
Las influencias más importantes del músico francés Manu Chao han sido Alejo Carpentier, Eliades Ochoa y Juan Formell. / El Espectador

Los rieles ferroviarios de las selvas colombianas fueron la línea directa hacia la disolución de Mano Negra, la primera banda influyente de Manu Chao. Los parajes verdes al extremo, la humedad de la región, el poder de la naturaleza y la real dimensión del limitado poder humano, llevaron a los integrantes del grupo de rock y punk francés a vivir situaciones que jamás imaginaron y allí cada uno sacó lo mejor (pero también lo peor) de su personalidad.

En ese tiempo, comienzos de la ya lejana década del 90, los músicos de Mano Negra ya habían tenido su debut masivo en la Plaza de Bolívar de Bogotá durante el acto de clausura en uno de los Festival Iberoamericano de Teatro de la capital colombiana. En realidad, era poca la gente que conocía los alcances de la corte sonora de Manu Chao pero por tratarse de un evento de carácter gratuito, el lugar se colmó como nunca antes.

El impacto de aquella primera manifestación de la “colombianidad” para Manu Chao, cuyo verdadero nombre es José Manuel Thomas Arthur Chao Ortega, fue determinante para concebir una gira espontánea en un vagón reparado por los mismos integrantes de Mano Negra.

La idea en ese entonces era transportar vivencias musicales hasta los rincones selváticos de nuestra geografía, en donde ningún artista local ni extranjero se había presentado antes. La iniciativa fue bautizada como El tren de fuego y hielo, nombre que resume a la perfección lo que pasó durante los meses que se prolongó la experiencia, porque los músicos pasaron de candentes exacerbaciones colectivas a una total indiferencia, como sí alguien hubiera metido los ánimos del público en un congelador.

En ese entonces Manu Chao ya tenía en su haber álbumes como Patchanka (de esta manera se conoció el estilo musical de Mano Negra en el que se mezcló el rock con varias corrientes folclóricas del mundo), Puta’s fever, King of Bongo, Amerika Perdida y recargaba baterías para gestar el registro Casa Babylon.

Lo más curioso es que el sonido del músico francés surgió como una manifestación underground, como una corriente subterránea para complacer a un segmento de la población inconforme con lo que llaman, muchas veces de forma despectiva, música popular; pero su propuesta tuvo tal acogida que terminó siendo de gusto masivo. La misma suerte corrieron muchas de sus producciones como solista, dentro de las que se destacan nombres sonoros como Clandestino, Próxima estación: Esperanza (que le representó una demanda por parte del sistema de transporte Madrid) y Radio Bemba Sound System.

Manu Chao tuvo el primer espaldarazo musical a los 4 años cuando el novelista cubano Alejo Carpentier, amigo personal de su padre, el periodista Ramón Chao, le regaló unas maracas. Luego el impulso nostálgico se lo dio Bola de Nieve (Ignacio Jacinto Villa Fernández), el compromiso lo aprendió de Eliades Ochoa y supo lo que era el sabor latino gracias a Juan Formell y los Van Van. Con todas estas influencias, José Manuel Thomas Arthur Chao Ortega edificó un estilo inconfundible.

El artista, que es mitad francés y español, y la otra mitad ciudadano del planeta, ahora tiene una apuesta sonora consolidada que rebasa la música. Él quiere estudiar medicina para curar los males corporales con la ciencia y las dolencias del alma con el arte. Eso es lo que ha hecho de manera empírica cada vez que visita cualquier rincón del mundo con su locomotora patchankera, que a todo vapor indica que el 21 de junio Manu Chao celebra su cumpleaños número 56. 

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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