Mc Ari y el Arkeólogo, juntos en el nombre del rap

Los dos artistas unieron sus talentos para crear y publicar “El sinsonte”, un álbum en el que cada uno aportó su manera de entender el rap.

Sara Kapkin
11 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
En la foto (izq. a der.): El Arkeólogo, Yury Sunshine (quien los presentó) y Mc Ari.  / Amílkar Córdoba
En la foto (izq. a der.): El Arkeólogo, Yury Sunshine (quien los presentó) y Mc Ari. / Amílkar Córdoba

Luis Román es diseñador gráfico, licenciado en teología, pastor y rapero. Los feligreses, quienes lo llaman pastor Román, todavía no se terminan de acostumbrar a que su pastor sea rapero y vaya de tenis, gorra y con una barba que le llega casi al pecho. Los raperos lo conocen como Mc Ari, y algunos de ellos lamentan que sea cristiano; el mismo Ari los ha escuchado decir: “Ari es muy bueno, lástima que sea cristiano —cuenta entre risas—, como que si no fuera cristiano fuera mejor rapero”, dice. Como si el rap, además, no fuera casi una religión.

El Arkeólogo —seudónimo de Gambeta, de Alcolirykoz, como productor— ha vivido su vida lejos de la iglesia, pero desde muy pequeño encontró en el rap su redención. El rap, dice, le salvó la vida.

“De todo el parche en el que yo estaba yo era el único que escuchaba rap y yo soy de los pocos que siguen vivos. La mayoría están muertos. El rap me hizo sentir especial, me hizo sentir que tenía algo, que no estaba solo. En cambio, la mayoría de parceros del barrio estaban muy solos, descuidados, y encontraron su familia, su apoyo y su talento, en esas vueltas, porque creen que tienen un talento para eso, pa’ delinquir, para hacer daño, porque lo tienen ahí a la mano”, dice el Arkeólogo.

Pero a diferencia del Arkeólogo, para Ari el rap no fue suficiente. Cuando se convirtió al cristianismo, en 2002, ya hacía parte de uno de los grupos de rap más reconocidos de Cartagena: Family Connection, pero decidió abandonarlo.

“Para terminar el proceso de alejarme y limpiarme de las cosas en las que estaba andando necesitaba tiempo de aislamiento. Luego retomo mi carrera como solista y es ahí donde el rap se convierte también como en una conexión espiritual para expresar mi propia humanidad y las cosas que veo”, dice Ari.

Pero el rap de Ari no es cristiano. Y aunque cita a Dios, está lejos de ser una alabanza. Es más para la calle que para la iglesia, pues en contravía del cristianismo moderno, que aísla a los creyentes, Ari expone su interpretación del evangelio y comparte las enseñanzas más con la intención de generar preguntas que de sumar adeptos.

Ahí se encuentra con el Arkeólogo, que sabe que “el rap de entrada tiene algo demasiado religioso: la gente exige respeto hacia el rap porque cree en él”. Por eso hicieron juntos El sinsonte, un disco que surgió sin mucha planeación, motivado por la empatía que se generó con Respira, la primera canción que hicieron en dueto, aun sin conocerse personalmente. Después de ese tema quisieron hacer otro y luego uno más. La idea se alargó hasta un EP y terminó en un disco en el que se incluyeron treinta canciones, de las que se escogieron 16.

El sinsonte es un ejercicio de exploración para ambos, en el que el Arkeólogo lleva su faceta de productor al siguiente nivel, pues interviene en todo el proceso creativo, desde del beat hasta la escritura y la interpretación de las canciones. Un ejercicio que puso a Ari contra las cuerdas y lo obligó a ceder y explorar ritmos que nutrieran el disco de emociones, más allá de los sonidos nostálgicos que lo cautivan, y que exigió a Ari al máximo, al punto de tener que escribir hasta tres veces la misma estrofa, hasta llevar sus reflexiones a lo más profundo y sus rapeos al límite.

A pesar del esfuerzo, Ari no la tiene para nada fácil. Por más que rapee, sabe que en Cartagena el rap no ocupa un lugar privilegiado en los barrios, que son su hábitat natural, pues allí la champeta es ley. Allí nació y más que música es reivindicación y resistencia, y al rap no le queda más que caminar a su lado.

Eso Ari lo tiene claro: “El rap no puede pretender ser champeta. El rap es rap. Tratar de convertirlo en otra cosa es un error”. Y eso sí que lo sabe bien el Arkeólogo, que ha visto desde primera fila lo confuso que ha sido para muchos mantener el rap al margen del reguetón.

Al final, el trabajo que han hecho juntos es mucho más que un disco. Es el Arkeólogo mostrándole a Ari en qué parte del camino están los atajos, para que evite tropezar con las mismas piedras con que tropezó Alcolirykoz cuando empezó a recorrer el camino que hoy los ha llevado a consolidarse como un referente del rap colombiano. Y es Ari asumiendo la vocería del rap cartagenero de cara al resto del país, porque, aunque Cartagena sea sinónimo de champeta, el rap también tiene su lugar allí.

Pero es, sobre todo, una prueba de fe, de que ambos, Ari y el Arkeólogo, han encontrado, cada uno a su ritmo, con Dios o con rap, la salvación, la eternidad.

 

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Por Sara Kapkin

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