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Como periodista uno suele enfrentarse a retos complicados. En Ciudad Juárez, México, la ciudad más violenta del mundo hace diez años, terminé escondida en una escuela con niños sicarios mientras hacía un par de entrevistas. En Puerto López, Colombia, tuve que entrevistar a grupos delictivos infiltrados en una fábrica. En la frontera entre México y Estados Unidos, vi morir a varios niños y niñas deshidratados tras no lograr el sueño americano. Pero guardar la cordura en mi primera entrevista con MDO, la última generación de Menudo, es sin duda, unas de las pendientes más altas de mi carrera periodística. (Le puede interesar: Menudo: así se forjó el pop latino)
¿Quién se ha trepado a un árbol de tres metros para ver desde lo más alto a un amor platónico dar una entrevista en una emisora donde no te dejarían entrar? Si hubiera un récord Guinness de lo que una fan enamorada hace por su ídolo, estoy segura que lo encabezarían las que como yo, fuimos fans de Menudo en sus distingas generaciones.
Recuerdo que, a mis catorce años, yo iba a conciertos de MDO -la última generación de Menudo- después de haber empeñado unos catorce libros de historia de mi mamá que en ese entonces era maestra de un colegio público en Palmira, al occidente del país. Era esa mi única manera de comprar la boleta del concierto y poder ver a Abel Talamantez, mi novio imaginario, hasta adelante del Estadio Pascual Guerrero de Cali.
Las fans de Palmira, debíamos tomar el primer bus a las cuatro de la madrugada para llegar de primeras a la puerta del estadio para un show que comenzaría hasta las seis de la tarde. A principios de los años 90, los conciertos se organizaban sin sillas enumeradas, pagando mucho o poco, debías correr al abrirse la puerta del estadio y como fan enloquecida correr como si no hubiera un mañana, derribar una que otra chica en el camino y llegar lo más lejos para ver desde lo más cerca posible a los integrantes de Menudo.
La travesía no terminaba. Ir al baño era una batalla campal que podría terminar con tu lugar privilegiado. Yo me las ingenié para ir al baño y regresar, abriendo camino entre más de cinco mil chicas. Con el puño lleno de ajís o chiles verdes pequeños, les prendía fuego con cerillos escondidos en mi ropa interior y ya que el humo y la estornudadera hacían efecto, yo me habría camino entre la multitud y volvía a quedar lo más adelante posible del espectáculo.
Durante los casi doce años siendo fans de MDO, lo más cerca que estuve de conocerlos fue arriba de aquél árbol y en la reja delantera de ese concierto. Veinte años más tarde, siendo ya una periodista y escritora casada y con dos niños de primaria, tuve la oportunidad de entrevistar a mis ídolos de adolescencia a través del Zoom en una entrevista que en 15 horas ya alcanzaba un millón 800 mil vistas.
Ni los cuatro libros que he escrito o participado tienen tantas lecturas como mi primera entrevista para el mundo del espectáculo. Lo que ocurrió en esos 37 minutos es parte de una generación puberta que se enamoraba al escuchar discos de vinilo y coreografías en VHS. Y la señora de 38 años que los entrevista, fue también esa niña que se subió a la moto, trepó un árbol y que como millones de niñas, estamos hechas para cumplir sueños.
* Periodista y escritora.