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Molchat Doma: el eco melancólico que nació en Minsk y conquistó al mundo

La banda bielorrusa, que se hizo viral en pandemia, se presentará el 7 de noviembre en el Royal Center de Bogotá. Esta es su historia.

Daniela Suárez Zuluaga

10 de julio de 2025 - 12:31 p. m.
En la superficie, Molchat Doma es una banda de estética oscura, sintetizadores fríos y letras que suenan a eco de un pasado soviético.
Foto: Cortesía Páramo Presenta
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Una habitación modesta en algún apartamento de Minsk. Un portátil viejo, dos altavoces a m y unos auriculares que han visto días mejores. Así comenzó la historia de una de las bandas más intrigantes del post-punk actual: Molchat Doma. Era diciembre de 2016, y aunque aquella primera presentación en vivo no los hizo famosos de inmediato, dejó una marca.

“Después del concierto, la gente nos preguntaba dónde podía escucharnos, y no había ningún sitio”, recuerda Egor, miembro fundador. Fue entonces cuando, en una conversación informal de bar, él y Roman decidieron que era momento de formalizar el proyecto. Abrieron redes sociales, compartieron demos que llevaban meses guardados y sin saberlo, dieron el primer paso hacia una revolución silenciosa.

En la superficie, Molchat Doma es una banda de estética oscura, sintetizadores fríos y letras que suenan a eco de un pasado soviético. Pero bajo esa fachada sombría hay una historia de resistencia creativa, identidad cultural y una melancolía tan universal que logró trascender fronteras lingüísticas. Cantan en ruso, pero su idioma real es la emoción.

“Nos inspiramos mucho en el post-punk soviético y postsoviético, como Kino, Alyans, Kofe y Tekhnologiya”, explican. A esa base le sumaron referencias inevitables como Joy Division, The Cure y Depeche Mode. Pero lo que hizo de Molchat Doma una anomalía brillante fue una tercera vía: el movimiento de la Nueva Ola Rusa. Bandas como Ploho y Elektroforez también estaban en pleno surgimiento, y juntos trazaron un mapa sonoro que huía de lo comercial sin renunciar a la melodía. Ese cruce de caminos, esa fusión de herencias, es la que terminó dándole a Molchat Doma una identidad irrepetible.

Sin embargo, su eclecticismo va más allá del new wave. De niños, Egor y compañía crecieron viendo canales de música donde el heavy metal convivía con el hip-hop y el techno. “Aunque suene inesperado, bandas como Rammstein, Judas Priest o artistas como D12 y 2Pac también nos influyeron mucho”, admite. Esas influencias, procesadas sin prisa ni pretensión, aparecen como destellos en su música, como si cada pista contuviera los fantasmas de muchas épocas.

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A pesar del aura calculadamente minimalista que emanan, su proceso creativo ha cambiado radicalmente con los años. Su primer álbum, S krysh nashikh domov (Desde los techos de nuestras casas), fue grabado en condiciones precarias, casi como un acto de fe. Hoy, en cambio, cuentan con equipo profesional, asesoría de músicos experimentados y una visión mucho más sofisticada del sonido. Pero el principio rector sigue siendo el mismo: “Cada nuevo lanzamiento toma la forma de cómo vemos nuestra música favorita filtrada a través de nosotros”.

Molchat Doma nunca se pensó como un producto viral. Sin embargo, su estética sombría y su sonido gélido encontraron una segunda vida inesperada en TikTok. Canciones como Sudno o Zvezdy comenzaron a circular en bucles infinitos, usados por adolescentes de todo el mundo para musicalizar sus angustias, sus transformaciones o simplemente sus estados de ánimo. “Fue muy inusual y emocionante”, confiesan. “Nos dio un impulso enorme. No todas las bandas tienen esa oportunidad, y la valoramos muchísimo”.

La ironía no pasa desapercibida: una banda bielorrusa que no canta en inglés y que emerge de una escena underground no especialmente fértil —“honestamente, nunca me pareció muy interesante”, dice Egor con franqueza— logra conquistar al público global por el camino menos esperado. “No cantar en inglés siempre desanima un poco a la gente al principio”, reconocen. Pero algo sucede cuando el idioma se convierte en una textura más, y la emoción se impone como el verdadero canal de comunicación.

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En sus letras y videoclips, Molchat Doma explora las emociones humanas más universales: tristeza, melancolía, nostalgia. No lo hacen desde la pose, sino desde una convicción profunda. “Está bien sentirse triste o melancólico a veces. Son emociones normales. Sin ellas, no hay crecimiento”. La música, entonces, no solo se escucha: acompaña, abraza, valida. Como una ventana empañada que refleja el rostro del oyente.

Las giras internacionales también han dejado su huella en la banda. Ver el mundo, interactuar con públicos tan diversos, ha cambiado su forma de entender la vida. Latinoamérica, en particular, ocupa un lugar especial en su mapa afectivo. “Amamos muchísimo esta región y apreciamos profundamente a sus fans. Siempre son súper apasionados. Es increíble crear desde Latinoamérica”.

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Colombia, con su mezcla de energía cálida y escenas urbanas vibrantes, se perfila como un destino que los emociona especialmente. Esperan de ella lo mismo que ofrecen: entrega, emoción, resonancia.

Y mientras el futuro los empuja hacia nuevas exploraciones —“probando nuevos géneros, nuevas direcciones… te vas a sorprender”—, Molchat Doma sigue siendo fiel a su esencia: crear desde la honestidad, sin seguir fórmulas ni tendencias, solo dejando que la música hable.

Como si sus canciones fueran edificios grises en los márgenes de Minsk: fríos por fuera, pero llenos de vida adentro. Un eco, una sombra, una voz que dice que no estás solo.

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