“Con ovarios y honestidad”. Así vive Mon Laferte, quien parece no temerle a la verdad, sea cual sea y venga de donde venga. En su cuerpo se han fundido diversas realidades que le han enseñado que la vida está hecha de contrastes: un día amas y al siguiente odias; en unos ríes y en otros lloras.
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Norma Monserrat Bustamante Laferte, ese es su nombre de nacimiento, estuvo en Colombia hace unos días. Aterrizó en Bogotá para presentarse en el último día del Festival Estéreo Picnic.
Aunque no era una de las artistas principales, se notaba que muchos la esperaban. Unos enamorados, algunos decepcionados y otros cautivados por la vida, estaban ahí para corear sus canciones, que parecen relatos sacados de los diarios personales de cada uno de ellos.
A las 7:15 de la noche, apareció sobre el escenario. No era la misma Mon Laferte que algunos habían anclado en su memoria. Tenía el cabello corto y rubio, estaba llena de tatuajes y vestía un traje digno de un cabaret parisino. Pero, sobre todo, sus movimientos, su canto y su mirada mostraron a una artista completamente convencida de lo que hacía. “Es una reina”, dijo una voz entre el público.
Ella misma lo ha dicho que no intentará ocupar el espacio de nadie, pero que tampoco se disculpará por ocupar el suyo. “Si esto se trata de meritocracia, entonces yo me lo merezco todo”, concluyó en una carta que compartió recientemente, después de las críticas que surgieron a raíz de una misiva firmada por más de 500 artistas visuales, quienes denunciaban ser desplazados por “figuras del espectáculo” como Mon Laferte en espacios culturales destinados a exposiciones en Chile.
La seguridad con la que hoy afronta la vida y abraza incluso su lado más oscuro no siempre estuvo presente. Es el resultado de un proceso, en el cual aprendió a caer, levantarse, rendirse, intentar, hacer y no hacer. “He vivido muchas cosas, sé perder y sé ganar, y ahora decido reinar en la oscuridad”, dijo en una entrevista con EFE EME la artista, quien, aunque sea redundante, ha hecho del arte su todo.
“Siempre me dijeron que no valía y yo me la creí. Pero avanzo igual, porque lo único que sé hacer es trabajar y amar, amar el arte como lo único que me ha salvado la vida”, confesó en su carta.
Su vida comenzó en Viña del Mar, Chile. Desde los rincones humildes de su infancia, Mon Laferte comenzó a sentir la música como una necesidad. Con tan solo 13 años, se lanzó a este mundo, que le fue hostil y espinoso.
“Empecé a trabajar a los 13 años y, desde esa edad hasta los 18, fui abusada por un hombre 20 años mayor que yo, quien me vendía como su manager; él se quedaba con la mitad del dinero. Durante ese tiempo, canté en la calle, en bares, en micros, en circos”, recordó Mon Laferte, quien, a pesar de las dificultades, siguió adelante. Siempre inspirada por las mujeres, lo sensible y lo puro.
Su abuela fue su primer referente musical. “La reina del bolero”, como la llamaban, fue quien le heredó el amor por las canciones. Esa misma mujer, que la artista cuidó durante su enfermedad y se hizo su hogar, fue también quien le dijo que lo mejor que podía hacer era irse de su casa. Huir de las violencias y los dolores que, a ella, su abuela y su madre, las ataban.
En busca de su destino, la joven cantante cruzó fronteras y llegó a México, donde las luces de la ciudad se unieron a la intensidad de su corazón. Allí encontró el terreno fértil para su arte. En la tierra del mariachi, del bolero y de la canción popular, Mon Laferte se fortaleció, dejando que sus raíces chilenas se fusionaran con la tradición mexicana, creando una mezcla única que resonó en cada rincón del continente.
Desde hace cerca de ocho años dejó ver su faceta como artista visual. Un lenguaje, que desde mucho antes, ha convertido en la forma más íntima para explorar cada rincón de su sentir y sus ideas. Aquí es donde converge todo de ella y esa vulnerabilidad que jamás ha temido en mostrar.
Mon Laferte: “Mi intención con la música es liberarme”
Quizás una de las virtudes que el público ha encontrado en sus letras y composiciones, es que enfrenta y habita todas las emociones sin perjuicio o temor. Pero qué ocurre cuando alguien tergiversa, interpela o lo crítica, ¿eso hace que se cohíba?
La gente puede decir muchas cosas y sentir muchas otras, y es cierto que a veces dudo o me siento insegura, pero la mayoría de las veces estoy convencida de lo que hago porque hay mucha verdad en mi arte. Cuando hay verdad desde el fondo, no hay mucho que discutir. Mi intención con la música es liberarme, hacer catarsis, sentir, y creo que eso conecta con mi público.
Usted ha encontrado en la pintura otra forma de mostrar esas verdades que dice, ¿cómo conversa ese lenguaje con el de la música?
Para mí todo es lo mismo; no separo la música de ser una artista visual, sino que siento que son elementos que puedo explorar, ya sea un instrumento o un pincel. Además, mi proyecto musical es muy visual. Cuando estoy planeando un disco o componiendo una canción, pienso en cómo será la portada, qué colores usaré, cómo será el escenario. Para mí, todo está muy conectado.
Bien se sabe que usted ha encarado y afrontado las cosas que también le resultan incómodas. No se ha quedado callada cuando algo le molesta o la cuestiona. ¿Ser fiel a sus ideas y convicciones le ha pasado factura con la industria?
No soy tan fiel a mis convicciones ideales, aunque no lo creas. Más bien, me interesa contradecirme porque creo que la única manera de crecer es mirándose atrás y preguntándose: “¿Estaba bien esto que dije?”. A veces tengo que reaprender y retroceder unos pasos para darme cuenta si voy por el camino correcto. A nivel de industria, no siento que haya un problema. Siempre habrá gente a la que le guste y gente a la que no, pero yo diría que voy bien. Cada vez toco en más lugares, tengo más público, más gente que me quiere y me escucha, así que no siento que me haya pasado factura.
Aunque México se ha convertido segundo hogar, ¿cómo fue hacer carrera lejos de tus raíces? Aunque hay cosas que compartimos como región, hay otras que nos separan.
Lo bonito de nuestra Latinoamérica es que, aunque somos muy similares en espíritu, cada país tiene su propia riqueza cultural, lo que en la música se traduce en una fuente de aprendizaje increíble. Yo me crié escuchando música folclórica, especialmente de Sudamérica, entre Argentina y Chile, pero ahora he ido descubriendo una gran variedad de música de todo el continente, que es fabulosa. Y la verdad, agradezco haber nacido en esta región, porque siento que hay tanta riqueza cultural que siempre hay inspiración.
Hace poco compartió una carta con sus fans en la que contó una historia, que algunos no conocían. ¿Qué le diría a ese Mon de esos años, que atravesaba tanto dolor?
Le diría que siga adelante, que va bien y que no dude en tomar el camino que he elegido: el de aceptar y sentir, no huirle a lo que uno siente, aunque también con miedo. No es que diga, “quiero que me pasen cosas malas”, porque nadie desea eso, pero he aprendido a abrazar el lado oscuro, aceptarlo y crecer desde ahí. Justamente ahora, con el lanzamiento de mi última canción, Otra noche de llorar, que trata sobre eso: aceptar el lado oscuro, estar en el peor momento de tu vida, en la oscuridad, en la manía, y desde ahí poder sanar. Esa es la intención de la canción.