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Para la música, la ropa es puro teatro

Las reinas del pop se embarcan en una competencia por el vestuario extremo.

Eugenia de la Torriente / El País de España
19 de enero de 2010 - 11:03 a. m.

Lo extremo se ha vuelto norma para una generación de cantantes. Parches con púas capaces de arrancarle un ojo al interlocutor, vestidos de aluminio de movilidad robótica, cascos militares con orejas de Mickey Mouse... Y una clamorosa ausencia: pantalones o cualquier cosa que, en su defecto, cubra la anatomía por debajo de las nalgas. Son algunas de las coincidencias de los apoteósicos atuendos que exhiben Lady Gaga, Rihanna o Róisín Murphy.

No hay nada nuevo en que la música y la moda colisionen en los escenarios y fuera de ellos. Desde los años cincuenta, los cantantes inspiran tendencias a gran escala (¿a alguien le suena punk? ¿grunge? ¿hip-hop?). Las colaboraciones entre diseñadores y músicos se remontan a tiempos prehistóricos (véase Salomé y Pertegaz) y la última década ha presenciado un aluvión de músicos que prueban suerte como modistas. Todas esas canciones las hemos oído ya.

Lo que no le quita impacto al actual afán por convertir el vestuario más hiperbólico y alocado en parte esencial de un producto musical. 'Veníamos de una época un poco seria en la música. Estas cantantes pueden resultar una reacción', apunta el crítico Mikel López Iturriaga. 'La influencia de los ochenta y sus extravagancias ha estado muy presente en los últimos años, pero siempre de forma estilizada. Estas mujeres no sólo se inspiran en el desparrame visual ochentero, sino que lo llevan a las últimas consecuencias'.

En España, la cantante y DJ Vinila von Bismark prepara un nuevo proyecto con el trío rockabilly The Lucky Dados, que navegará por estilos musicales de los años cuarenta y cincuenta. Aunque el disco se lanzará en marzo de 2010, los bocetos de los trapos ya están en marcha. 'Vinila es muy perfeccionista', explica Gemma del Valle, de la discográfica Subterfuge, que editará el álbum.

'En paralelo a la composición de los temas, está ideando un vestuario para el directo. Junto a Ion Fiz, recrea algunas de sus pasiones, por ejemplo el circo de los años treinta', señala. 'Es muy importante lanzar un mensaje a través del estilismo', indica la intérprete granadina de 23 años. 'A medida que se venden menos discos y el directo se vuelve cada vez más importante, hay que incrementar el interés del espectáculo'.

La música echa mano de la moda para darle un embalaje más llamativo y visual a un producto sonoro. Requisito imprescindible cuando los mecanismos de promoción tradicionales ya no funcionan. Hay que destacar en la jungla de Internet y se impone construirse un personaje lo más llamativo posible. Además, se aprovecha la plataforma global de los desfiles. La oronda Beth Ditto, de Gossip, debe agradecer su popularidad tanto a sus composiciones punk como al patrocinio de Karl Lagerfeld y de las revistas de moda.

Este planteamiento explica que Lady Gaga decidiera estrenar su sencillo Bad romance durante el último desfile de Alexander McQueen o que Róisín Murphy interpretara temas inéditos durante el de Viktor & Rolf. 'Admiramos su complejidad', explicaba el dúo de diseñadores holandeses antes de la actuación. No son unos recién llegados a esta tendencia -hicieron algo parecido con Tori Amos en 2005-, pero rechazan hablar de musas. 'Esa palabra sugiere algo pasivo y no nos sentimos cómodos. Intercambiamos ideas y creamos algo nuevo con ellas, no sólo las vestimos'.

Estas chicas se han empapado de la ambigüedad estética de David Bowie. Han aprendido la lección maximalista de Michael Jackson y, sobre todo, han crecido viendo a Madonna cambiar pechos-cono por faldas góticas. 'Vivimos en la cultura de la celebridad. Y la extravagancia es una forma de entrar en ese circuito', apunta Iturriaga. Aun embarcadas en una competencia por el estilismo más improbable, se declaran respeto. Rihanna, mientras grababa el videoclip de Hard (en el que, por ejemplo, luce una guerrera sobre pezoneras de lentejuelas), profesaba su admiración por la valentía estética de Lady Gaga.

Para los no iniciados, ésta incluye arrodillarse ante la fotógrafa Annie Leibovitz en una sesión para Vogue con una gabardina transparente (y sin ropa interior) o saludar a la reina de Inglaterra ataviada con un look inspirado en la Reina de Corazones, de Alicia en el País de las Maravillas.

En realidad, las ocurrencias de Gaga son de tal calibre que, a menudo, la imaginación de los diseñadores es insuficiente para suplirlas y es un equipo propio el que debe darles forma. Estamos inmersos en una fantástica espiral de inverosimilitud de la que, como de todo, seguramente nos empacharemos. Lo transgresor resultará entonces aparecer en camiseta y vaqueros. Y quedará por ver cuántas de estas estrellas sobreviven al Alka-Seltzer.

Por Eugenia de la Torriente / El País de España

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