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Rafael Escalona, un donjuán empedernido

Todas las mujeres con las que tuvo un romance se enamoraron de él. Sin embargo, el hombre, el poeta, el escritor y el autor, a pesar de sus múltiples creaciones vallenatas, poco reveló de su vida amorosa. Hoy lo recordamos en su cumpleaños número 93.

Félix Carrillo Hinojosa*
26 de mayo de 2020 - 06:55 p. m.
Rafael Escalona es considerado el compositor de música vallenata más grande de todos los tiempos y uno de los personajes más representativos de folklore colombiano.
Rafael Escalona es considerado el compositor de música vallenata más grande de todos los tiempos y uno de los personajes más representativos de folklore colombiano.
Foto: Cortesía

“Arriba de las estrellas, donde está el rey de Dios, allá quisiera estar yo, para no acordarme de ella”, Rafael Escalona Martínez.

Fueron muchas las gambetas que hizo Rafael Escalona Martínez en su paso por esta vida. Su bohemia de varios días le acompañó siempre, y allí sobresalió el abrazo del compadre que le acolitó todo, además del sonido de los acordeones que le permitió a su voz, a veces imperceptible, susurrar una nueva canción.

Esta canción que de tanto cantarla, era reproducida por conocidos y extraños, para luego multiplicarse por radio bemba y convertirse en la más escuchada del listado natural, sin tener que recurrir a la maquiavélica payola o al uso de dineros provenientes de diversos frentes. (Le recomendamos: Una honda herida: diez años sin Rafael Escalona).

Él era así. Donde llegaba era reconocido o se hacía notar. Eso lo supo desde el mismo instante en que persiguió la sabiduría de los mayores en su tierra natal, que sin leer ni escribir, poseían los secretos que la naturaleza escondía.

En ese Patillal de la década del 20, en donde las costumbres pastoriles eran evidentes, un muchachito de escasos doce años, empezó a delinear, el edificio musical multicolor que le acompañaría siempre.

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La música que él escuchaba, era creada y reproducida por los campesinos, quienes después de una larga jornada de trabajo, aliviaban el alma acompañados por conjuntos de hojita y la interpretación de esas melodías, que con el tiempo, se convertirían en referentes especiales de una Provincia que estaba encerrada y sin quien le escuchara. (Lea: La Maye, más que una musa para Rafael Escalona)

Así fue que aprendió Rafael Escalona Martínez, a relatar lo que a su alrededor pasaba. A esos juglares, anteriores a él, le debemos la creación de esa música sencilla, con letras ingenuas y con muy poco valor comercial y social, que encontró en Escalona Martínez a un reivindicador en todos sus frentes.

La presencia de Escalona Martínez en el escenario de esta tierra musical, trajo consigo muchos aspectos que determinaron el rumbo de esa cultura ágrafa, que ya tenía sus héroes, pero que con su aparición, su nombre pasó a constituirse en la mayor ruptura que hasta el momento había vivido ese movimiento cultural.

Su formación de un quinto de bachillerato no terminado, en el Liceo Celedón de Santa Marta, y una que otra lectura de los grandes escritores europeos, terminó catapultando cada letra que le ponía a las melodías existentes de reconocidos o anónimos compositores del Caribe colombiano. (Además: Artistas vallenatos rendirán homenaje a Rafael Escalona este miércoles)

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Esa manera fácil, pese a lo difícil de la época, de estar en un sitio y al poco tiempo en otro, creó en Escalona Martínez, una especie de leyenda, que trascendió de manera fundamental en el mito que es hoy. Las mujeres se peleaban al galán de la provincia, que sabía lo que tenía y hacía buen uso de sus encantos y ante todo, de esa manera distinta de tratar a las damas.

Fue un hombre que supo guardar secretos, no solo en el tema del amor. Era un mecanismo, que le permitió estar a tono con su accionar amoroso. “Si no se dice el milagro, muchos menos el santo”, fue el lema que logró atesorar frente a cada una de sus conquistas. Y si entramos al tema político, sí que lo supo aplicar.

Por eso, sus amores, esos que logró conquistar en notas de papelitos, con lindas frases amorosas, que luego fueron apareciendo en sus canciones, detalles de perfumes, peines y fajones de la época, le dieron la posibilidad de tener tantos amores, de mujeres tan disímiles.

Escalona Martínez tuvo una sola pasión: el amor. No hubo tierra, cultivo de algodón, la visita del político o del presidente de turno, que lo aferrara más que su nueva conquista. Mientras estaba con ella, se dedicaba con lujos de detalles. Cuando aparecía otra, se perdía y después de muchos meses, volvía mansito como paloma a su nido.

Si la cantaleta era latente, se escabullía con sus amigos y de seguro, una nueva conquista aparecía, calentándole el corazón. Una manera de saber dónde estaba él, no era ir a buscarlo a la finca, el café de moda en Valledupar o la parranda del compadre, lo fijo y lo que no tenía pierde, era “él está en el pueblo o en el barrio tal, porque anoche se sacó a vivir a la hija de….”. Era la nomenclatura exacta, para saber del hombre que estaba en todos los sitios, pero en ninguno paraba.

Todas las mujeres que tuvieron un romance con Escalona Martínez se enamoraron de él. Parco en ese y muchos temas más, el hombre, el poeta, el escritor y el autor que siempre apareció en él, poco o nada dijo, sobre esos encuentros amorosos que dejaron muchos hijos regados por la provincia vallenata.

Sus amores fueron retratados en sus canciones, que a manera de película en blanco y negro y que ha sido recreada luego en tantos colores, se extendió por la geografía de nuestra patria, cuyos trazos musicales lograron ponerle alas y se dispersó, por todos los rincones del continente, para invitar a los pintores que como él, pudieran unirse a su petición y cantar libremente:

“Píntame una golondrina y te diré, si eres un buen pintor”, Rafael Escalona Martínez.

*Escritor, periodista, compositor y productor musical.

Por Félix Carrillo Hinojosa*

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