En el Theatro Municipal de Río de Janeiro, centenares de brasileños despidieron a Joao Gilberto. Ian Cheibub / AFP
Releo un correo electrónico que me envió mi papá el 14 de julio del 2000, en respuesta a la crónica que le hice del concierto de João Gilberto al que había asistido un par de días atrás:
“Me alegra saber que disfrutaste del concierto. Ya entendiste por qué me encanta la música brasilera”.
Por Juliana Camacho / especial para El Espectador
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