Publicidad

Lluvia, música y pogo: Así se vivió la segunda jornada del Rock al Parque 2025

Piangua, Allison, Apolo 7 y Los Cafres protagonizaron el segundo día de la edición número 29 del festival, que aunque con lluvia, siguió su curso hasta el final.

Daniela Suárez Zuluaga
23 de junio de 2025 - 09:00 p. m.
Rock al parque 2025
Rock al parque 2025
Foto: Sebastián López Ramírez
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

La mañana del domingo trajo un silencio inusual. No era ausencia de ruido, sino una pausa en el alma colectiva que desde el día anterior venía vibrando a decibeles altos. La entrada al Parque Simón Bolívar, sin embargo, volvió a llenarse pronto de camisetas de bandas, mochilas decoradas con pines y pasos decididos. El segundo día de Rock al Parque no es una continuación: es otro capítulo. Y este, desde temprano, olía a fusión.

Las voces jóvenes abrieron el telón

Eran las dos de la tarde y la lluvia comenzó a caer sin piedad sobre las personas que llegaban al Simón Bolívar. Fue cuando Urdaneta, banda bogotana emergente, abrió el escenario con una mezcla de sonidos post-punk y tintes alternativos. Su energía era la de quienes saben que están en la vitrina más grande de sus carreras. “Esto es por todos los que han tocado en bares vacíos”, gritó el vocalista. Y el público, aunque todavía disperso, aplaudió con respeto. Las primeras líneas del día se habían trazado: era una jornada para descubrir.

Una hora más tarde, el ambiente cambió. Cuando Los Rabanes subieron al escenario, el parque se convirtió en pista de baile. Desde Panamá, la banda liderada por Emilio Regueira soltó una descarga de ska, rock latino y picardía que hizo vibrar incluso a los más tímidos. “¡¿Dónde están los que no vinieron ayer?!”, gritó Regueira, y una ola de gritos fue su respuesta. “Señorita a mí me gusta su style” hizo que la gente saltara en sincronía. La fiesta ya estaba instalada, y no había vuelta atrás.

Bogotá también canta

En medio del bullicio, Piel Camaleón se encargó de recordar que el talento local no tiene nada que envidiar. Su propuesta, más introspectiva, atrapó a un público que se detuvo a escuchar. Algunos ya conocían sus letras, otros simplemente se dejaron llevar por los arreglos elegantes, las guitarras nítidas y una vibra nostálgica. No todos los pogos son físicos: algunos ocurren en el pecho.

La tarde avanzó con una sutileza inesperada. Desde Buenos Aires llegó Silvestre y La Naranja, una de esas bandas que no gritan, pero se hacen escuchar. Su rock suave, melódico, cargado de atmósferas emocionales, detuvo el ajetreo del parque por unos minutos. “Gracias por este silencio hermoso”, dijo su vocalista, conmovido. Sonó “Sos todo lo que está bien”, y más de uno cerró los ojos. Fue uno de esos momentos que Rock al Parque guarda para quienes se permiten sentir más allá del ruido.

La calma se rompió con estruendo y colores cuando Los de Abajo, desde México, tomaron el escenario. Lo suyo no es solo música: es una celebración del mestizaje, del combate y de la identidad. Con metales explosivos, percusión tribal y guitarras rápidas, desataron una fiesta tan combativa como alegre. El ska-punk-cumbia de los mexicanos logró lo que pocos: unir al público en una especie de ritual compartido, donde nadie era extranjero. “Skapate!” fue el grito de guerra, y el parque respondió con saltos y puños al aire.

Desde México también apareció Allison en el escenario, la banda mexicana encargada de marcar a una generación que creció escuchando punk. “Me cambió”, “Frágil” y “Memorama” fueron algunas de las canciones presentes en su repertorio.

Rituales desde la raíz: Piangua

Con el frío y la llovizna incesantes, apareció Piangua. No fue un show cualquiera: fue un acto ancestral. Tambores, cantos afrocaribeños y una fuerza telúrica que no se suele ver en festivales de rock. Pero Rock al Parque no entiende de etiquetas, y eso lo sabe su público. Desde los primeros compases, la audiencia entendió que lo que ocurría en ese momento era un homenaje a la raíz, a los sonidos de la tierra, a la voz de lo olvidado. Una mujer mayor lloró en silencio mientras sonaba una canción dedicada al río. A veces el rock es tambor.

El regreso de Los Cafres

Y entonces, como si todo lo anterior hubiera sido preparación para un respiro final, llegaron Los Cafres. El reggae argentino, siempre presente en Rock al Parque, se encargó de cerrar la jornada con suavidad y gratitud. “Tus ojos”, “ Aire”, “Si el amor se cae”, “Casi q’ me pierdo”: cada canción fue un bálsamo. El parque entero coreaba las letras, y en los rostros había paz. Algunas parejas se abrazaban. Otras personas simplemente se acostaban en el césped, mirando al cielo. No había prisa.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar