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Shakira, una migrante con los pies descalzos

La cantante barranquillera dedicó el Grammy que ganó recientemente a los migrantes latinos en Estados Unidos. Ella también fue migrante, una con posibilidades y objetivos diferentes a la mayoría, pero migrante al fin de cuentas. Enfrentó obstáculos como el idioma y una industria que no la aceptaba. El próximo jueves presenta en Barranquilla el primer concierto en Colombia de la gira “Las mujeres ya no lloran world tour”.

Alberto González Martínez

15 de febrero de 2025 - 05:00 p. m.
RÍO DE JANEIRO (BRASIL), 11/02/2025.- La cantante colombiana Shakira en un concierto como parte de su gira "Las Mujeres Ya No Lloran", este martes en el estadio Nilton Santos, en Río de Janeiro (Brasil). EFE/ Andre Coelho
Foto: EFE - ANDRE COELHO
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Shakira no sabía inglés y quería grabar su primer álbum en ese idioma. En 1996 llegó a EE. UU. con la convicción de expandirse al mercado de ese país. Un escenario dominado por figuras emblemáticas como Madonna, Cher y otras estrellas del pop. Para cualquier mortal parecía inalcanzable. Para ella no.

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A Emilio Estefan le pareció extraño que una mujer que había crecido escuchando pop y rock no hubiese aprendido inglés. Shakira había ido a ver al productor y representante porque él había proyectado a cantantes como la cubana Gloria Estefan y al samario Carlos Vives.

La había llevado Jairo Martínez, que más tarde se haría popular por ser jurado de un reality musical en Colombia, pero que en ese momento trabajaba para la disquera Sony en EE. UU. A Shakira la conoció, de manera inesperada, unos meses antes en un restaurante en Cartagena, cuando la barranquillera tenía veinte años, le sonaban un par de canciones en la radio nacional, llevaba pantalones de cuero y los pies descalzos.

—Yo vi esta culicagadita con un grupo de amigos y sentía como que levitaba. De alguna forma sentí que me metió en su conversación porque me miraba sin saber quién era —recordó Martínez.

La impresión de Martínez no pasó desapercibida para su acompañante, quien le reveló que la muchacha era la voz de la canción que había hecho eco en su cabeza durante los últimos días. Jairo se sintió atraído por el aura de la joven. Antes de irse, le extendió su tarjeta. A las tres semanas recibió su llamada.

La estrategia del cartagenero, cuando Shakira todavía no había firmado con Sony en Estados Unidos, fue incluir alguna copia pirata de sus canciones entre las producciones que promocionaba la disquera. Junto a Patricia Téllez, otra impulsora de Shakira, comenzaron a pensar la idea de que grabara por primera vez en inglés. Era algo que ni él, ni Patricia, ni Shakira sabían cómo hacer.

Martínez reconoció que Shakira necesitaba unas alas que él no le podía dar. Entonces le presentó a Emilio Estefan. En su libro “Emilio Estefan: cómo un inmigrante hizo su propio sueño americano”, cuenta que a Shakira se la entregó Jairo, su mánager, aunque él dice que era, con algo de modestia, su relacionista público. Parecía su mánager porque estaba tan obsesionado con la barranquillera que descuidó a los demás artistas de la disquera, al punto de que Sony le terminara su contrato.

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Shakira no sabía inglés, pero Estefan estaba convencido de que lo aprendería e interpretaría su primer álbum en este idioma. Los ojos del cubano estaban en la versión de MTV Unplugged de “Dónde están los ladrones”. Era el momento ideal para mostrarse al mundo estadounidense y hablar en su idioma, pero Shakira aún no estaba preparada.

Ese álbum en vivo finalmente fue grabado en español con subtítulos en inglés e inició la primera gran gira de la cantante por Estados Unidos y América Latina en el tour “Anfibio”, patrocinado por Pepsi, al que le había grabado algunas canciones para comerciales. Mientras tanto, seguía en clases intensivas de inglés y era ayudada por la cantante Gloria Estefan.

—No era una artista pequeña, ni una artista sin un centavo. Iba en busca de la fama. En busca de algo diferente: calidad —dice el cubano en su libro autobiográfico.

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Un par de años después lanzó su primer álbum en inglés, “Laundry Service”, que recibió críticas porque se perdía en la traducción. Se sintió desnuda, con los pies descalzos, pero con el mismo ímpetu que tuvo desde el principio. La producción, finalmente, debutó en el tercer puesto del listado de Billboard 200. La crítica y el público pensaban cosas diferentes.

El objetivo de Shakira estaba más lejos de lo que cualquiera que la rodeaba pudiera estar. No estaba solo en aprender a hablar inglés, sino usar otro recurso que la volvería más poderosa que su particular voz: sus caderas. Acentuó ese movimiento y, como una cosa del realismo mágico, por donde pasaba, agitaba cada cabeza que la veía.

—La lengua no te alcanza como migrante —indica la escritora cartagenera Nadia Celis—. Hay una cantidad de capas de ti misma que no se pueden expresar en esa otra lengua. El cuerpo se vuelve el recurso con el cual ella accede, en primer lugar, al mercado en inglés y, después, al mercado global.

La carrera de la barranquillera se disparó y su lugar de residencia comenzarían a ser los aviones, hoteles y escenarios. Emilio Estefan reconocía el potencial de Shakira, pero no renunció a sus otros artistas, como hizo Martínez, quien se quedó trabajado con el cubano.

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—¿De dónde crees que Shakira haya sacado esa visión de artista? —le pregunto a Jairo con la certeza de que tenía una respuesta desde hace años.

—Yo digo que de la musa de su papá, un intelectual filántropo libanés, y de la malicia indígena de su mamá, que, además de intelectual, tenía un sentido común bárbaro —respondió de inmediato.

Shakira migró a Estados Unidos, como su papá había migrado de Líbano a Colombia, con una convicción permanente. Se fue de este país porque nadie creía que fuera a ser la próxima Madonna, como Jairo les había dicho a sus jefes. Hoy habla nueve idiomas y sigue conquistando escenarios con sus zapatos puestos o con sus pies descalzos.

Por Alberto González Martínez

Vallenato formado en la Universidad de Antioquia. Escribe sobre música, cine y demás temas culturales.albertosartreagonzalez@elespectador.com

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