Son de Madera, la actualidad del son xarocho

Reseña sobre la presentación ofrecida por el colectivo mexicano Son de Madera en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. La agrupación también visitó Ipiales, Bucaramanga, Honda y Neiva.

Violeta Solano Vargas*
01 de noviembre de 2018 - 12:00 p. m.
Ramón Gutiérrez (director musical), Andrés Vega y Óscar Terán son los integrantes de la agrupación mexicana Son de Madera.  / Gabriel Rojas © Banco de la República
Ramón Gutiérrez (director musical), Andrés Vega y Óscar Terán son los integrantes de la agrupación mexicana Son de Madera. / Gabriel Rojas © Banco de la República

Los invitados a presentarse en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango fueron los integrantes del grupo mexicano Son de Madera. Esta agrupación, fundada a comienzos de la década de los noventa, ofrece una propuesta musical contemporánea que crea e interpreta a partir de una reapropiación del lenguaje tradicional del son xarocho veracruzano. En ese sentido, el concierto que presenciamos fue un recital de un grupo que demostró estar consolidado y adaptado, en cierta medida, a lo que se podría insertar en una línea tradicionalista de world music.

Hubo afluencia en la Sala de Conciertos ese domingo; en general se podría decir que el ambiente estuvo relajado a lo largo del concierto y un poco jovial hacia el final, aunque al mismo tiempo discreto y recatado ante los constantes jugueteos rítmico-melódicos, así como los ocasionales zapateos y movimientos corporales del trío. En efecto, como es sabido, en muchas prácticas musicales, sobre todo caribeñas, el baile es prácticamente indisociable de la música.

Pasadas las once de la mañana, los tres músicos, Ramón Gutiérrez director musical de Son de Madera, Andrés Vega y Óscar Terán, se ubicaron en el escenario; dos de ellos llevaban sombreros tradicionales. La guitarra de son o requinto xarocho interpretado por Ramón empezó a sonar y de repente los otros dos intérpretes, Óscar en el contrabajo y Andrés en la jarana tercera (esta última se denomina así pues al parecer hay cinco tamaños distintos de jaranas - la tercera es la más grande), entraron a hacer parte del conjunto sonoro que se fue tomando la sala.

El repertorio escogido incluyó obras denominadas en el programa de mano como parte del “folclore mexicano”, varias de ellas con arreglos hechos por Son de Madera y otros específicamente por Ramón Gutiérrez. La información sobre dichas obras se limitó a indicar el nombre. Al respecto es importante considerar que obtener datos exactos sobre obras de tradición oral, es decir saber quién las compuso y en qué año no siempre es tarea fácil.

En la interpretación de la primera obra, Bajalú, se puso en evidencia la importancia del cante y las líricas y su relación con el acompañamiento instrumental conformado, en este caso, por los tres instrumentos de cuerdas antes mencionados. En esta obra y en las demás, a excepción de un solo hecho hacia el final del concierto por el contrabajista, la estructura musical de las obras osciló entre fragmentos instrumentales y una constante alternancia de las voces, principalmente entre Vega y Gutiérrez.

En el trío así como en el conjunto de son xarocho, es la guitarra de son la encargada de la melodía que, a su vez, está acompañada por la jarana que se ocupa más del carácter armónico del conjunto sonoro. En algunos pasajes de las diferentes obras interpretadas los punteos en el registro agudo, casi a manera de solos instrumentales caracterizaron el rol protagónico del requinto que, sin embargo, no habría sido el mismo sin el soporte esencial de la jarana, cuyo sonido se ubica también en un registro agudo y percutido gracias al rasgueo continuo que efectúa su intérprete.

En diferentes instantes del concierto se pudo apreciar la complementariedad musical e interpretativa, la intensidad, los clímax musicales logrados a través de la sinergia entre la jarana y la guitarra de son. En esos momentos el acople podía percibirse no solo desde lo sonoro sino visualmente también; los dos músicos se acercaban el uno al otro, se miraban, se sonreían.

Hacia la mitad del concierto, el director musical del ensamble se dirigió al público para saludar, lo hizo declamando un poema dedicado a Colombia, para después hablar brevemente sobre el origen del son xarocho y el de los integrantes del trío. En la obra Los chiles verdes, Gutiérrez interpretó otro pequeño instrumento de cuerda pulsada que le dio un poco más de precisión sonora a la parte melódica.

Luego de la ya mencionada improvisación en contrabajo de Óscar Terán, el trío interpretó Jarabe gatuno que fue la antepenúltima obra del concierto. Acá fue curioso percibir que, en realidad, hasta ese momento del recital, el contrabajista, tanto a partir de su ubicación en el escenario como a nivel musical parecía menos integrado a los demás. Sin embargo, en este punto hubo un acercamiento más contundente, tanto musical como físico; Ramón y Andrés se acercaron a él, fue un gran instante de compenetración del trío.

Tal vez no fue casualidad que al finalizar esta obra hubiese una gran ovación por parte del público que se paró para aplaudir a los tres “carnales” que se despidieron de Bogotá con su versión del conocido tema La bamba.

* Etnomusicóloga de Saint-Denis Université (Paris 8) y del EHESS de París. Desde el 2012 es docente e investigadora del Programa de formación musical y la Maestría en músicas colombianas de la Universidad El Bosque.

 

 

Por Violeta Solano Vargas*

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