Es la velada del miércoles 14 de febrero de 2018. Se cumple el hexagésimo aniversario de la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, y se va a dar inicio a su prestigiosa y apreciada temporada de conciertos. La sala está llena. Bueno, casi. Como es ya costumbre, el programa de mano exhibe en su portada una fotografía de la agrupación invitada, adornada en la parte superior derecha por un logotipo circular que da noticia sobre el aniversario: “60 años liderando una red cultural”, se lee en letra menuda. Para esta ocasión especial de celebración, los encargados de la programación han hecho una apuesta arriesgada, o al menos eso pienso, mientras veo acomodarse en la clásica silletería de cuero de la sala a la concurrencia, constituida en su mayoría por invitados especiales al evento inaugural. Ha sido invitado para la ocasión el prestigioso ensamble vocal danés Theatre of Voices, dirigido por Paul Hillier. Pero el riesgo no es por el ensamble, sino por el programa elegido. Para el desprevenido invitado, si acaso lo hubiere, quien llega a la sala sin haberse informado sobre lo que vendría a escuchar, quizás le cause extrañeza la página de las notas al programa en donde tradicionalmente se listan las obras que se interpretarán en el concierto. En esta ocasión, esa página, de manera un tanto minimalista, contiene apenas unas pocas líneas: aparece el nombre críptico de una pieza musical, su autor, y más abajo un aviso que advierte que «este concierto no tiene intermedio. Una vez haya iniciado el concierto no se permitirá el ingreso a la sala».
Se trata de la pieza Stimmung del compositor alemán Karlheinz Stockhausen. Casualmente, la obra, como la biblioteca, también celebra un aniversario especial, habiéndose compuesto hace cincuenta años. Para un círculo probablemente no muy amplio de personas, la presentación en vivo de esta pieza resulta ser una oportunidad única, probablemente irrepetible. La obra es sin duda un ícono de las vanguardias musicales de la segunda mitad del siglo XX, como lo es La Consagración de la primavera de Stravinsky de la primera mitad, o la Novena de Beethoven del XIX. Sentado en la sala, es difícil hacer un cálculo de cuántos de los presentes asisten con esa conciencia y por esa razón.
Pero el asistente desprevenido, tras leer las notas del programa, ¿qué pensaría? O ¿Qué ocurriría si no las leyese? Me preguntaba sobre lo que sería de aquel hipotético desprevenido asistente si se embarcase en la asombrosa aventura de escuchar esta pieza de más de una hora ininterrumpida de duración; una obra de una quietud armónica que podría llegar a exasperar al escucha habituado a la teleología típica del cánon clásico occidental; una obra vocal cuyo texto es apenas inteligible; cuya lógica sonora es el juego espectral, es decir, el cambio parsimonioso de las texturas, a través de embelecos tímbricos y juegos de armónicos; una obra, en fin, revolucionaria en tiempos de la contracultura de la posguerra, que alude conceptualmente a un juego ritual alejado de la parafernalia cristiana occidental.
Pero resultó imposible que esa noche alguien se sumergiera en la experiencia con total desprevención. Como preludio al concierto, un par de integrantes del ensamble se encargaría de informar a los asistentes sobre la dinámica del concierto y de la obra, incluido un ‘microtaller’ sobre la técnica del canto con armónicos que predomina en muchos apartes de Stimmung. Y así, sin más, la especulación sobre el asistente desprevenido le dio paso a la especulación sobre aquel que ahora, de repente, había sido informado sobre lo que en instantes ocurriría, y también sobre el compromiso que adquiría de no abandonar el recinto una vez transcurrieran diez minutos de música.
¿De música? Cincuenta años después de su composición, confieso que aún se me pasaba por la mente si alguno en la sala se haría esa pregunta después del concierto. Así parecen seguir las cosas con las vanguardias musicales occidentales. Una pieza que nació hace ya cincuenta años sigue siendo una novedosa experiencia sonora. ¿No sonaría bizarro hablar en esos términos del Sgt. Pepper de los Beatles o de un merecumbé de los Corraleros de Majagual? De pronto es esa dislocación la que me produjo la sensación de que la selección del programa era una apuesta arriesgada. Pero fue acertada, en mi opinión, esa valiente osadía de hacer sonar en la sala de la biblioteca, como apertura a la temporada, un ícono de las vanguardias de la posguerra, en una interpretación espeluznante del Theatre of Voices. Una interpretación que hizo que mi especulación inicial sobre la experiencia de los asistentes se desvaneciera, a medida que los juegos tímbricos de las maravillosas voces del sexteto me fueron hipnotizando. Sentados en círculo alrededor de una lámpara redonda, y construyendo sutilmente la masa sonora imaginada por Stockhausen, el teatro de voces danés y su increíble versión de Stimmung hizo que el tiempo se fuera diluyendo. Así, con un prolongado y asombroso juego tímbrico de estasis armónica y unos aplausos finales curiosamente tenues, cual provocadores puntos suspensivos, se dio por abierta la temporada del hexagésimo aniversario de la biblioteca. Enhorabuena...
*PhD en Musicología, Profesor Pontificia Universidad Javeriana.