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El 10 de mayo de 2003, más de 25.000 personas se congregaron en el estadio Gelredome, en la ciudad de Arnhem, Países Bajos, para presenciar el concierto de Tiësto. Fue la primera vez en la historia que un DJ llenaba un estadio con un espectáculo a su nombre.
Un año después de haber hecho historia en el país que lo vio crecer como hombre y artista, Tiësto viajó a Atenas, Grecia, para formar parte de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. Esta fue también la primera vez que un DJ ocupaba un escenario de esa magnitud. Más de una década después, el famoso museo de cera Madame Tussauds le hizo una estatua para honrar el impacto de su carrera en la cultura. Desde entonces el neerlandés ha sido recordado como el “rey de las primeras veces”.
Dicen que las primeras veces son todo un arte: tienen belleza, miedo, magia, misticismo y capturan la esencia de lo que significa estar vivos. Pero, sobre todo, son momentos que jamás se olvidan. Así como los libros de historia han registrado los hitos de Tiësto, hay otros eventos que, aunque puedan parecer menores, se mantienen en los recuerdos de sus fanáticos, porque para ellos también significaron una “primera vez”.
La noche del 4 de diciembre de 2009 Tiësto llegó a Bogotá para ofrecer su segunda presentación en Colombia. Ese viernes, en el parque Jaime Duque, se celebró la fiesta “Electrónica por la paz”, donde el neerlandés aprovechó para presentar su álbum Kaleidoscope, que se lanzó dos meses antes. Entre el público estaba Julián Arismendy, quien tiene grabado en su memoria cada detalle de ese día, que había esperado desde que en 2001 recibió como regalo de cumpleaños In My Memory, el primer álbum de estudio del artista que le había recomendado su tío.
Cuando se enteró de que el artista regresaría a Colombia, Arismendy, como la persona impaciente que dijo ser, compró su boleta con varios meses de antelación. Su deseo era estar en la mejor ubicación, así que no tuvo más remedio que pedir un adelanto de su salario. Pagó cerca de $250.000.
El día del evento acudió de nuevo a su jefe y le pidió permiso para salir temprano. Aunque el concierto era por la noche, quería ser de los primeros en entrar. Al mediodía ya estaba abordando un bus con destino al Jaime Duque. No había almorzado y tenía otros compromisos, pero todo eso pasó a un segundo plano. A partir de las 2 de la tarde su único interés era ingresar al parque.
En esa misma fila, que rodeaba el parque, también esperaba Cristina Calderón, otra seguidora del productor desde principios de siglo. Ella, al igual que Arismendy, formaba parte de ese grupo que en 2004 se quedó con las ganas de escuchar el debut de Tiësto en Colombia. Algunos no tenían el dinero, y otros, como Cristina, no eran mayores de edad. Pero cinco años después, con su cédula en mano, no dudó en conseguir el dinero para la boleta.
Viajó desde Cajicá hasta Unicentro, donde estaba la única oficina de Tuboleta. Ese día se le fue en la búsqueda, ya que no conocía Bogotá, pero lo importante fue que logró su objetivo. Fue al concierto acompañada por su hermana, menor de edad. Llegaron una hora antes de que comenzara el evento y se encontraron con un caos total: una fila larga, un terreno lleno de tierra y barro, producto de algunos arreglos en la zona, y la ansiedad por asegurarse de que su hermana pudiera entrar, pues estaba prohibido el ingreso de menores de 18 años.
Abrieron las puertas, Julián entró, corrió y logró ubicarse en el frente. Lo único que lo separaba de Tiësto era una valla de seguridad. Cristina y su hermana también tuvieron suerte, la menor entró con la cédula que le prestó otra de sus hermanas. La logística no se percató del cambiazo.
Dentro del parque todos parecían uniformados. Los asistentes vestían de blanco, pues ese día la celebración y el llamado a la paz se vivieron a través de los beats, el baile y la moda.

Tras un largo suspiró, y con los ojos llorosos, Julián recordó cuando vio por primera vez a Tiësto: “Todo estaba oscuro, hasta que comenzó a sonar Kaleidoscope, la primera canción del álbum y la que daba nombre al tour. Las luces se encendieron y él apareció. No lo podía creer, comencé a llorar, me tapé la cara y agradecí”.
Cristina tampoco olvida cuando empezó a sonar la primera canción, y mientras su cuerpo danzaba, su mente agradecía por estar ahí, escuchando al productor que conoció gracias a la música clásica. Que no era un género que escuchara por convicción, sino porque una profesora en el colegio se las hacía escuchar, y en una de esas conoció Adagio for Strings, un cover que Tiësto hizo de la obra musical compuesta por Samuel Barber en 1936.
Desde entonces, han tenido la oportunidad de escuchar al disjockey de 56 años en otros escenarios, y concuerdan en que siempre se sentirá como en aquel 2009, aunque su sonido no sea el mismo.
Tiësto, “un rey” a su manera
Antes de adoptar el nombre de Tiësto utilizó varios seudónimos: Da Joker, DJ Limited, Allure, Paradise in Dubs, entre otros, que le permitieron adentrarse en una profunda exploración de su sonido y sello, hasta llegar al trance.
Tijs Michiel Verwest (su nombre real) se convirtió en uno de los máximos exponentes de este género de música electrónica, caracterizado por un tempo que oscila entre 125 y 140 BPM. Surgió en la década de los 90 como una fusión de sonidos más clásicos, como el house, el acid house, el new beat y el pop. Y aunque el trance fue lo que llevó a Tiësto de los clubes underground a eventos masivos, decidió arriesgarse y explorar otros ritmos.
“No me importaría seguir siendo aquel trancero que un día fui, pero eso sí, ahora no sería tan relevante, tan conocido. Aunque los antiguos DJ y productores de trance siguen teniendo su público, parece que a muy poca gente le importa”, respondió Tijs en una entrevista para la revista DJ Mag, cuando le preguntaron sobre su alejamiento del trance europeo. Sin embargo, antes de que pudiera responder, los seguidores ya habían comenzado a suponer y sacar sus propias conclusiones: que era una evolución de su proyecto musical, que estaba vendiendo su alma al diablo (a la industria y lo comercial) o que había perdido su autenticidad.
Tiësto confesó que esas críticas lo deprimieron. Le hicieron cuestionarse si lo que había comenzado con tanta emoción y convicción había sido realmente la mejor decisión. No obstante, fue durante la gira de Kaleidoscope cuando se dio cuenta de que nada había sido en vano.
“En internet recibí mucha crítica por ello. Todos los comentarios decían: ‘Hombre, ¿qué has hecho? Has dejado la música trance’. Y eso me deprimió un poco, porque pensaba que estaba haciendo algo completamente diferente, novedoso y emocionante, y lo que recibí de la gente fue todo lo contrario. Luego me fui de gira. Hice una gira universitaria en Estados Unidos, 30 conciertos en un mes. Todas las noches, con cada canción del álbum Kaleidoscope, la gente se volvía loca. Entonces pensé: ‘Espera un minuto, ¿qué pasa aquí? En internet la gente lo odia, pero veo que el público se entusiasma con la canción’, y eso fue lo que me mantuvo en marcha. Eso me devolvió mi resistencia y mi energía”, aseguró en una entrevista para la revista The Fader.
Cristina y Julián dicen que comprenden el peso de la decisión de Tiësto. A ellos también les costó y les sorprendió esa renuncia, pero afirmaron que los verdaderos fanáticos se mantuvieron firmes, aguardando con esperanza esos cambios. De hecho, aseguraron que una verdad es que esas transformaciones han sido una de las claves para que el DJ siga siendo un ícono y continúe vigente, resistiendo el paso del tiempo y las severas transformaciones en la industria y la escena.
“Sus propuestas, como la de colaborar con Karol G o Nelly Furtado, son una muestra de que él tiene un interés por renovarse, pero que además le da un factor sorpresa, porque quien siga alguna de estas artistas, por simple curiosidad, va a querer saber quién es el que aparece al lado de ellas. Así es que ha logrado llegar a nuevas generaciones, como también les ha dado esa oportunidad a otros artistas de internacionalizarse”. Las palabras de Cristina son el retrato de eso que, desde entonces, el artista ha defendido: su libertad creativa, su interés por conversar con nuevas audiencias y seguir gobernado a su ritmo y su propio “tempo”.

En cualquier rincón del mundo puede que haya alguien esperando a Tiësto. En Colombia, por ejemplo, niños de 13 años y adultos de 50 están atentos a su llegada al Movistar Arena —su primera vez en este escenario—. Cada uno pertenece al club de fans, que, fundado en 2011, decidió seguir cada momento de su carrera. Desde Andrés Bustos, líder del club, hasta los más jóvenes, afirman que sea cual sea la decisión que tome respecto a su proyecto y sonido, se esforzarán en recordarle que siempre lo acompañarán, porque su música ha crecido con ellos. Ha sido su compañera en el camino, en los días felices, en los tristes y en las primeras veces.
