Una honda herida: diez años sin Rafael Escalona

Este 13 de mayo se cumplen diez años de la partida del maestro Rafael Escalona. En Valledupar, la fundación que lleva su nombre lo conmemorará, en la plaza Alfonso López, con la presencia de los más importantes representantes de la música vallenata.

Giancarlo Calderón
13 de mayo de 2019 - 03:50 p. m.
El compositor Rafael Escalona. / Archivo El Espectador
El compositor Rafael Escalona. / Archivo El Espectador

Hacía parte de su estilo narrativo: se refería así mismo, en sus canciones, en tercera persona, a veces con su primer nombre, Rafael, a veces con su apellido, Escalona. Varias son las canciones que lo constatan. Elegía a Jaime Molina, por ejemplo, una de las más queridas por el publico: “... Ahora me duele que él se haya ido, yo quedé sin Jaime y él sin Rafael”. O en El testamento, también famosa: “... Como es estudiante ya se va Escalona, pero de recuerdo te deja un paseo...”.  ¡Hay tanto para decir de Rafael Escalona! De sus virtudes como músico, principalmente. El compositor vallenato por antonomasia. El más narrativo, el más literario: su obra musical es un amplio y diverso abanico, en temáticas y ritmos, de canciones que, en una suerte de colección de figuras  en las que se encuentran con facilidad la metáfora o la hipérbole, por ejemplo, así como también la descripción minuciosa y precisa, se convirtieron desde siempre en un rico legado a la cultura y la tradición oral del país.

Nacido el 26 de mayo de 1927, en Patillal, municipio al norte de Valledupar, Rafael Escalona comenzó muy joven un camino de peregrino que le permitió ser testigo de primera mano del  acontecer de su región; un observador agudo de su entorno, y de su propia vida, por supuesto. Sobre esto apunta la comunicadora social Perla Marina Escalona Arzuaga, su hija menor del matrimonio con Marina Arzuaga Mejía, La Maye: “Rafael Escalona y su esencia de trotamundos… Aunque inicialmente su visión no era universal, no, era merodear, husmear territorios próximos y establecer un nombre. En cualquier caso, yo siempre he creído que él sabía que había nacido con su sello genuino de narrador excelso”.

También fue conocido Escalona, por otras facetas: el cultivador de arroz, el contrabandista, el amigo, el eterno enamorado, y por supuesto el cronista de los acontecimientos más importantes, y al mismo tiempo de los más sencillos y cotidianos que hallara a su paso. Todo parecía estar dirigido a lo mismo: contar las historias que iban aconteciendo en su vida y en la de su contexto. Rafael Escalona fue, con todas las letras en mayúscula, un JUGLAR vallenato. Sus canciones son un contundente respaldo de esto: Honda herida, La Maye, La casa en el aire, El almirante Padilla, La vieja Sara, La golondrina, La brasilera, El jerre jerre, El bachiller, entre muchas otras.

Fue en el año 1991 cuando gran parte del país se encantó, gracias a la serie novelada de Caracol Televisión, con el mundo de Escalona. Ya de antes, él mismo se había encargado de poner a viajar a otras latitudes no sólo sus historias, sino las de otros creadores de esta música que, en honor a una verdad histórica y social, no era tan bien vista, ni siquiera en Valledupar y la costa atlántica. Junto a la ‘Cacica’, Consuelo Araujonoguera, y al expresidente López Michelsen, por allá a mediados de los años sesenta se habían dado a la tarea, sobre todo en Bogotá, de la divulgación de este genero musical. Tarea que terminó de consolidarse en la creación, en Valledupar, del primer festival de La leyenda Vallenata. Justamente la ‘Cacica’, amiga y estudiosa consagrada de su obra, lo describe en su libro Escalona, el hombre y el mito: “El más grande de todos. El que resiste todos los análisis que se le quieran hacer a sus cantos… El que soporta impasible el paso del tiempo y los embates de la gigantesca ola de nuevos compositores, porque está sereno y afianzado en la rotundidad de su magnifica obra musical…”.

Diez años han pasado de la ultima despedida de este maestro. A propósito de esto, la fundación Rafael Calixto Escalona Martínez organizó un homenaje con presencia de los más importantes músicos vallenatos. Sobre esto, dice Perla Marina: “Plausible la tarea que se ha dado la Fundación Rafael Escalona de mantener, de sostener y transmitir  a  las nuevas generaciones, avasallada por las nuevas tendencias y  evolución de la música vallenata comercial… Logrando así llamar la atención de los sonidos primarios de la escuela costumbrista-narrativa de los cantos de Escalona”

Para ir cerrando un recuerdo personal. O ¿uno imaginario?. La imagen corresponde a una escena que a pesar de que la presencié se ha vuelto una especie de recuerdo en bruma, con un toque onírico que a veces me hace pensar que más que real es un falso recuerdo. Pero no: yo la vi, la escena, y ojalá la hubiese escuchado. Se trata de una reunión de amigos, de sólo dos: Rafael Escalona, en la casi absoluta soledad de un restaurante, en lo que se conoce como el Callejón de la Estrella, contiguo a la plaza del mismo nombre del amigo que lo acompañaba: Alfonso López. (La plaza debe su nombre en honor al padre de éste: Alfonso López Pumarejo).

Y digo que ojalá hubiese podido oírlos porque su comunicación era algo extraña: hablaban tan bajito, y en un ambiente de total intimidad, que no se sabe si estaban comunicándose más por señas o por códigos de silencio y complicidad que con  palabras: tomaban, muy despacio, su trago, y sonreían… Recuerdo haber  añorado estar en esa mesa y hacerle unas cuantas preguntas sobre, por ejemplo, la amistad, o el amor: ¿fue tan triste la historia de La Historia ? Esa canción sentimental y desconsolada… O cómo recordaba, después de tantos años, a su mejor amigo, el pintor Molina. Lo otro que pensé, y pienso ahora: cómo pueden surgir tantas y tantas historias bien contadas y por lo tanto bien vividas en una sola persona, que ahora –en ese momento- simplemente estaba sentada allí, en compañía de un whisky y un amigo. Sí, así son los contrastes paradójicos que solo el tiempo tiene la licencia de dar.

El 13 de mayo, del año 2009, partió Rafael, ‘Rafa’, Rafael Escalona... el maestro Escalona. El gran compositor. El bohemio de sombrero y botas. El hombre sentimental de llanto fácil; diez años que se cumplen solo para recordar y confirmar una verdad ya antes conocida: un músico como él solo tiene un destino ineludible y afortunando, y estar cada vez más presente y vivo en el corazón de los que admiran y quieren la música vallenata. Así, con nostalgia y orgullo, lo percibe su hija: “Sus cantos son tus cantos, reguémoslos como el bostezo, de boca en boca... él lo dijo, lo ordenó: como buen líder Escalona siempre mandó!. Réquiem papá”.

Por Giancarlo Calderón

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