Whitney Houston: la estrella que nunca se agradó a sí misma

Este domingo 11 de febrero, justo seis años después de la muerte de la cantante estadounidense, recordamos un texto publicado el 23 de agosto de 2017, a propósito de la presentación en Colombia del documental “Whitney, can I be me”.

Redacción música
24 de agosto de 2017 - 04:22 a. m.
 Whitney Houston recibió 22 American Music Awards, 30 premios Billboard de la Música, seis Grammy, un Emmy y seis People Choice Awards.  / Cortesía
Whitney Houston recibió 22 American Music Awards, 30 premios Billboard de la Música, seis Grammy, un Emmy y seis People Choice Awards. / Cortesía

“La historia de El guardaespaldas se parece mucho a la mía… excepto que yo nunca le hice el amor a esa bella mujer, ni tampoco recibí disparos por ella”, afirma el encargado de cuidarle la vida a Whitney Houston cuando era la diva pop del momento, giraba por el mundo, vendía mínimo diez millones de discos por título y consumía quién sabe cuántos tipos de sustancias. La declaración la hace en el documental Whitney, can I be me, en el que además de escucharla alcanzar notas de las que pocas interpretes se pueden jactar, la vemos en momentos familiares íntimos y también observamos cómo se desmorona pieza por pieza.

Whitney Houston estaba destinada a ser la estrella que aún es. Su madre, una cantante de góspel, cimentó el camino con su fama dentro de la iglesia; con su carácter fuerte le enseñó cómo debía cantar, hasta lograr su primer solo ante su congregación a los once años. Como si fuera poco, su madrina era la legendaria Aretha Franklin; y su prima, la cantante Dionne Warwick. El resultado de la ecuación es que a los 15 ya le hacía los coros a una agrupación de la talla de Chaka Kahn en una canción, de la cual ella luego haría su propia versión: I’m every woman.

Si cantar como los dioses no le hubiera salido bien, no habría tenido problema, pues antes de llegar a su segunda década ya había hecho historia en el modelaje al ser la portada de la revista Seventeen; por supuesto, muchas adolescentes ya habían figurado allí, pero pocas afroamericanas y mucho menos en la primera página. Whitney Houston tenía estrella. Siempre aferrada a su padre, el dueño de sus afectos, y a su madre, quien al parecer era la que marcaba la senda que ella debía seguir.

Clive Davis, el mismo que descubrió a Alicia Keys, la escuchó y supo que su voz era perfecta para un proyecto que venía planeando desde hacía años: la nueva estrella pop femenina. Ya tenía las canciones, sabía cómo debía verse y hasta la forma de lograr que fuera un éxito seguro; ella fue la última pieza en el rompecabezas. Pero lo que Davis no tenía calculado era la magnitud del fenómeno que sería está joven de Nueva Jersey, su primer disco homónimo, alcanzó el hito histórico de ser la primera mujer en tener tres sencillos en el número uno de los listados de popularidad.

Whitney Houston recibió 22 American Music Awards, 30 premios Billboard de la Música, seis Grammy, un Emmy y seis People Choice Awards. En ventas, las únicas mujeres que la superan son Mariah Carey, Madonna y Barbra Streisand. Pertenece a esa realeza de voces que hicieron temblar de emoción a millones de personas. Lo que le faltó por cantar fue mucho, teniendo en cuenta que murió a los 48 años, pero su vida estaba deshecha mucho antes de haber partido de esta dimensión.

Su éxito arrolló a su familia. Ella quiso mantener a los suyos cerca siempre, pero terminó convirtiéndose en el único ingreso que su familia y amigos tenían. El documental muestra cómo todo su entorno dependía económicamente de ella; por eso, ella no se podía permitir cancelar una gira. Su voz se fisuraba, pero todos siempre estaban ahí para decirle que podía, presionándola, dejándole saber qué su vida perfecta se acabaría si ella no lo hacía.

Su matrimonio con una de las figuras más controvertidas del hip hop afroamericano, Bobby Brown, hizo acallar las críticas de su comunidad étnica que se referían a ella como Whitey (Blancuzca) en vez de Whitney; pensaban que su éxito se debía a una fórmula de blancos negando sus orígenes en el góspel y el blues. En medio de todo, nunca se sintió aceptada y, al parecer, su marido logró aplacar esos sentimientos dándole la bienvenida a un mundo de adicciones que hasta ese momento se limitaba a drogas recreativas.

Bobby Brown también fue el culpable de que la única amiga de Houston, Robyn Crawford, se alejara de ella. Crecieron juntas, hicieron giras y planes, siempre estaban tan cerca que muchos de sus amigos afirman que tuvieron una relación más allá de la amistad. La presencia de Crawford nunca fue aceptada por su esposo ni por su madre, quienes veían en ella demasiado poder e influencia. Tal vez, algún día, Crawford salga a la luz y aclare todo, pero lo único que sí sabemos es que Cissy Houston (madre de la artista) le dijo a Oprah que ella nunca hubiera aceptado que su hija estuviera en una relación homosexual. ¿Conflicto de intereses? ¿Homofobia? ¿Houston nunca encajó? ¿Muy blanca para los negros y muy negra para los blancos?

Como si todo esto no fuera suficiente, su padre decidió demandarla por cien millones de dólares que le debía, supuestamente a su compañía, por cargos de representación artística. Aquel que siempre la protegió, de repente no se preocupaba por ella sino por los dólares que su hija podría haber hecho llegar a su cuenta bancaria. Houston tenía el corazón roto mucho antes de morir.

En medio de todo este remolino, ella obtuvo su primer protagónico en los cines con El guardaspaldas, en un papel icónico junto a Kevin Costner. La película recaudó más de 120 millones de dólares en taquilla sólo en Estados Unidos y su banda sonora vendió más de 53 millones de copias.

David Roberts fue su guardaespaldas en la vida real y la vio en sus momentos de mayor esplendor, pero también entendió que ella era la peor enemiga de sí misma y que tenía serios problemas de adicción. Así que al volver de una gira por Europa Roberts decide escribirle una carta a quienes se encargaban de administrar su tiempo y fortuna, la respuesta fue tajante: un despido y no una intervención. Él está seguro de que si sus palabras hubieran sido escuchadas el destino de Houston habría sido diferente al de morir de ahogamiento accidental en una bañera de un hotel con un coctel de drogas en su sangre, y justo antes de unos premios Grammy a los que asistiría.

¿Los Houston querían tanto la fama que estaban dispuestos a perder a quién se las otorgó? Parece que la respuesta es sí, o al menos eso es lo que sugiere Whitney Houston, Can I be me, un documental que muestra lo que Whitney realmente nunca pudo ser, ella misma.

Por Redacción música

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