Eduardo Romero: entre la vida real y la ficción

Con 25 años de trayectoria académica, el investigador y profesor de la Universidad Nacional se lanza a la literatura con un libro de cuentos.

Redacción Un chat con
09 de mayo de 2017 - 10:03 p. m.
Romero se graduó de derecho en 1997 y fue asesor de del Ministerio de Medio Ambiente en 1994. / Mauricio Alvarado
Romero se graduó de derecho en 1997 y fue asesor de del Ministerio de Medio Ambiente en 1994. / Mauricio Alvarado
Foto: MAURICIO ALVARADO

¿Cómo surgió el seudónimo de Demetrio Lukács?

Es el resultado de combinar el nombre de dos personajes que aprecio mucho. Por una parte, Demetrio era el nombre de un saltimbanqui, un cirquero que conocí mientras estudiaba en la universidad. Era casi esquelético, se le podían contar las costillas con la mirada, pero a su vez era capaz de realizar cualquier truco, cualquier imaginación. Y Lukács por el filósofo húngaro Georg Lukács, teórico del ensayo y la novela que marcó a toda una generación. Cuando empecé a escribir, pensé que valía la pena reivindicar sus memorias.

¿Desde hace cuánto tiempo escribe?

Desde muy joven, sobre todo crónicas que publiqué en diversas revistas, pero laboralmente me ganó el compromiso social con los temas ambientales. Me gradué como abogado y luego en el año 1994 fui asesor del recién creado Ministerio del Medio Ambiente, donde trabajé con el primer ministro, Manuel Rodríguez Becerra, en la construcción del Sistema Nacional Ambiental. Por esa época comencé a elaborar mis primeros ensayos ambientales a propósito de la Constitución Política de 1991 y la Declaración de Río de Janeiro de 1992 sobre el desarrollo sostenible.

Entonces quedó en suspenso su vocación, ¿cómo regresó?

La cultivé de forma íntima. Pero decidí lanzarme al ruedo de nuevo porque recibí excelentes comentarios de Juan Fernando Romero, abogado y escritor. Entonces trabajé duro para completar un grupo de relatos y aquí estamos.

¿Qué autores han marcado su apuesta literaria?

Jorge Luis Borges, Cortázar, Edgar Allan Poe y la genialidad de Juan Rulfo, pero sobre todo Horacio Quiroga, el cuentista uruguayo.

¿Qué material puede encontrar el lector en “Geografías para el animal amarillo”?

Veintitrés cuentos y relatos. Los relatos tienen una base cierta e histórica, mientras que los cuentos son más ficción. En esta época en que el internet ocupa mucho tiempo, el lector encontrará aquí cuentos cortos y rápidos que seguramente le van a subvertir las pasiones y elevar la temperatura. En lo personal me seduce el primer texto, que aborda el desespero de un personaje por ingresar a la plaza de toros de Santamaría de Bogotá. Es interesante porque además esa plaza ha estado en el ojo del huracán durante los últimos años por la controversia que suscitan las corridas de toros.

¿No se le mediría a la novela?

Realmente me pasa un poco lo de Borges, me fascina el cuento. No sólo para leerlo, sino también para escribirlo.

¿Qué obra le recomendaría a quien se inicia en la lectura de Borges?

“Ficciones”, sin lugar a dudas. Tal vez una de sus obras más icónicas.

¿Por qué su libro se llama “Geografías del animal amarillo”?

El título se me ocurrió un poco recordando las clases de geografía e historia que tuve en la universidad. El animal amarillo es el narrador, ese que no tiene tendencia literaria definida y no se ha casado con ninguna.

¿Qué otros hechos lo marcaron y le han sido útiles en el ámbito literario?

Me marcaron mis vivencias como estudiante de la Universidad Nacional. No me refiero solo a los salones, sino al campus, a su arquitectura y a sus prados en los cuales dábamos rienda suelta a la imaginación. Recuerdo las tardes de carcajadas con mis compañeros, entre ellos Manuel Real, conocido como un estudiante irreverente, con una imaginación desenfrenada y una inagotable capacidad del verbo. Pero igualmente y en grado superlativo, las tertulias con Jaime Garzón en la cafetería de la Facultad, donde capábamos clases para escuchar la iconoclasia de sus palabras. ¡No dejaba títere con cabeza!

¿Qué tan útil ha sido el Derecho para usted a la hora de escribir?

Hay que decirlo, me formé en el siglo pasado, en una época en que la universidad era un sitio realmente universal, y no había barreras. Allí se podía acceder libremente a diferentes cátedras y disciplinas. La universidad actual ha construido barreras con la superespecialización que hace perder esa integralidad. El derecho es una ciencia social y como tal tiene que ver con todo el mundo, y en mi labor investigativa me ha inspirado para escribir algunos cuentos, lo cual he valorado mucho.

¿Disciplina o inspiración? ¿Con cuál se queda?

Creo que el oficio del narrador tiene las dos condiciones: la musa o el ingenio son reales, son un poco esa sustancia que uno lleva por dentro y llamamos inspiración, pero también está la disciplina porque esto es una labor de albañilería. Cada texto requiere un trabajo constante, no está terminado al poner el punto final sino hay que repasarlo una y otra vez, porque el texto está en obra negra y hay que pañetarlo, estucarlo y pintarlo, entonces son muchas manos las que tienen esos relatos.

 

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