¿Considera importante mantener la educación solo para mujeres?
Es un asunto de filosofía. Un colegio que enseña solamente a mujeres es más que una institución que no recibe hombres Tiene una filosofía y una pedagogía sobre la educación de las mujeres que justifica ese modelo.
¿Cree que hay diferencias entre las educaciones femenina, masculina y mixta?
Claro que las hay, pero lo importante es la intención. Un colegio puede ser magnífico y hacer un gran trabajo en cualquiera de esos escenarios. Nuestro enfoque e interés es educar mujeres desde unos estándares altos de calidad y una perspectiva de empoderamiento y liderazgo. Eso podría hacerlo una institución mixta si se lo propone.
¿Por qué se proponen formar mujeres líderes?
Las necesitamos. Todavía en este país no ha llegado la era de las mujeres en el sentido de igualdad de oportunidades, derechos, recursos y posibilidades de ascenso en el campo laboral. Todavía estamos quedados en ese sentido y mientras siga existiendo esa brecha, creo que hay una necesidad importante de apuntarle a cerrarla.
¿Qué hace falta para que llegue esa era de las mujeres?
Mujeres más empoderadas, tranquilas con sus decisiones y con mayor libertad de elegir qué hacer con su vida. Que tengan una variedad de posibilidades profesionales, académicas, laborales más amplia y que la sientan como una realidad. Que se arriesguen a estudiar lo que quieran, lo que les apasione, sin quedarse en la seguridad de una carrera tradicional. Hay mucho escepticismo en la sociedad sobre el liderazgo de las mujeres.
¿A qué se debe ese escepticismo?
Se trata de la historia del país. El liderazgo y el poder los han tenido principalmente los hombres. Somos una sociedad muy temerosa de lo desconocido. Culturalmente, el liderazgo se ha asociado con rasgos masculinos, y eso no le da muchas posibilidades a la mujer de asumirlo desde quien es.
¿Cómo se ha transformado la forma de educar?
Radicalmente, y eso es muy positivo. Pasamos de un modelo tradicional de enseñanza, donde el maestro es dueño del conocimiento y los estudiantes son pasivos para recibirlo, entenderlo y replicarlo, a darle la vuelta a ese sistema. Ahora el maestro es un facilitador, moderador, guía e inspirador, un ser humano que no lo sabe todo y también se equivoca.
¿Cree que la educación se sigue transformando?
Sí y tiene que seguir en ese proceso. Debe anticiparse a los cambios que la sociedad necesita.
¿Qué cambios falta por hacer en la educación?
En el ámbito nacional nos falta una mirada cercana a las mujeres, sobre cómo aprenden y para qué las estamos preparando. Falta formar en temas ambientales, aunque está más presente en las agendas pedagógicas, sigue estando en el papel. Estamos formando una generación mejor, pero es necesario darles más fuerza a esas iniciativas.
¿Hay que rescatar algo de cómo se educaba antes?
Lo único sería la relación más familiar entre los padres y los colegios. Hace falta retomar la cercanía y la calidez humana.
¿Es difícil educar en el escenario que tenemos hoy?
Claro que lo es, porque la educación finalmente es una apuesta por el ciudadano o la ciudadana del futuro. Eso implica una mirada crítica. En la educación no hay permiso para anquilosarse, uno no puede volverse en contra de la juventud. Si te desespera un niño o un adolescente, no estás hecho para enseñar. También hay que ser tecnológicamente hábil.