El feng shui de Claudia Roldán

Ha escrito dos libros y lleva 21 años estudiando cómo manejar la energía desde este conocimiento oriental que ella llama “una ciencia” y que considera que puede dialogar con las religiones.

El Espectador
31 de diciembre de 2017 - 01:59 a. m.
Claudia Roldán nació en Medellín pero creció en Cali. / Mauricio Alvarado
Claudia Roldán nació en Medellín pero creció en Cali. / Mauricio Alvarado
Foto: MAURICIO ALVARADO

Estudió feng shui en Costa Rica. ¿Por qué llegó a ese país?

Todo comenzó por mi interés en la energía, saber cómo se podían manejar las cosas energéticamente a beneficio de uno. Cuando comencé a estudiar el tema fue en Colombia, desde el esoterismo, pero lo hacía para mi propio conocimiento. Estuve muy interesada en todo ese manejo y cuando me fui para San José de Costa Rica con mi esposo estudié feng shui. Cuando aprendí comencé con mis vecinas, sugiriéndoles qué hacer, porque su casa estaba pesada o indicando agüeros.

¿Cómo es manejar la energía con el feng shui?

Uno se puede enfermar según el sitio en que viva. Hay lugares donde se pierden oportunidades. El área del dinero hay que cuidarla mucho; jamás puede ser en un baño, para que no tenga un punto de desfogue. Aprendí que se podía manejar la energía por puntos cardinales y sitios dentro de un lugar. Fui feliz cuando conocí esta forma diferente de manejar las cosas. Era una inquietud interior.

¿Qué pasó cuando regresó a Colombia?

Iba a hacer una tienda de productos naturales en Costa Rica, pero nos mudamos de nuevo a Colombia y quise hacer una en Cali. La gente comenzó a contarme sus problemas, les pedía que me pintaran su casa para conocer los puntos cardinales y aconsejarlas. Las personas comenzaron a ir mucho, cada vez pedían más cosas, y así comencé a hacer asesorías. Fue una bolita de nieve en la que empecé a compartir todo mi conocimiento. Ya son 21 años.

¿Qué le ha dejado el feng shui?

¡Una satisfacción tan grande! Ver crecer a las personas con las que trabajo, darme cuenta de que cada vez son mejores, me satisface mucho. Puedo conocer a alguien con negocios pequeños y después veo cómo crecen y pasan de 50 empleados a 200. Es muy grato caminar junto a las personas que he visto evolucionar a través del feng shui.

Para usted, ¿cuáles son los símbolos de protección que no pueden faltar?

Uno es el rinoceronte, un animal que protege, aleja personas mal pensadas y mal intencionadas, si me voy por la cultura oriental. Es un animal muy tranquilo, a menos que se le metan a su manada. Si me voy para mi creencia católica, me gusta mucho san Miguel Arcángel. Lo lindo del feng shui es que, como es arte y ciencia, no me meto con ninguna religión. El secreto es que los colores y los elementos estén bien ubicados en cada punto cardinal.

¿El feng shui puede tener un diálogo con las religiones?

Sí. Un ejemplo es que una persona católica puede poner en el punto de su casa que representa a la familia una imagen de la Sagrada Familia y un judío la bendición propia que tiene para su familia. Lastimosamente fue catalogado como esoterismo, pero esto es una ciencia que tiene más de 6.000 años. En China es un arte y una ciencia, porque tiene que ver mucho con la matemática; cada número tiene un elemento y un color. Es el arte de ubicar.

¿Cuál es su definición de feng shui?

Armonizar para que la vida evolucione y siempre esté en continuo movimiento.

Usted dice que los colores tienen un significado. ¿Por qué eligió que su libro fuera verde con morado?

El verde es crecimiento y expansión, porque representa el elemento madera, y el morado es cambio. Tiene tres peces y el tres en China representa las suertes: la material, que es el día a día; la celestial, que son las oportunidades que nos da el cielo, y la humana, las elecciones que hacemos.

Una de las afirmaciones de su libro es que el universo está lleno de números.

Cada número tiene su propia vibración. El universo está hecho con números, todos son ecuaciones matemáticas. Nuestro año de nacimiento o el ADN que tenemos son en sí mismos un número.

Por El Espectador

 

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