El machismo en el vallenato no es asunto de ficción

Tocó violín hasta los 12 años, pero decidió explorar con un sonido más colombiano. En su adolescencia empezó un viaje por la música del Caribe y la cultura de la región a través de las notas de su acordeón.

El Espectador
27 de enero de 2018 - 03:37 a. m.
Diana Burco tiene 22 años y está en octavo semestre de música en la Universidad Javeriana. / Mauricio Alvarado - El Espectador
Diana Burco tiene 22 años y está en octavo semestre de música en la Universidad Javeriana. / Mauricio Alvarado - El Espectador
Foto: MAURICIO ALVARADO

¿Cómo comenzó en el acordeón?

Toda mi familia es santandereana. Empecé tocando violín a los cinco años con un maestro polaco, en una academia supremamente clásica. De repente me empecé a hastiar de esas rutinas y cuando tenía doce años mandé eso a otro lado. Mis padres quedaron en shock porque yo iba por la línea clásica, que la mayoría de la gente considera como la forma en la que se debe llevar la música.

¿Dejó el violín por el acordeón?

Empecé a interesarme por algo colombiano. Mi acercamiento comenzó porque, para mí, es una pieza de arte solita: sin tocarlo, es muy bonito. Luego descubrí la música que hay detrás de él, sonidos tradicionales colombianos, y que muy pocas mujeres lo tocaban. Inicié un viaje hacia la cultura del Caribe. Al año de tener mi primer acordeón en el pecho, me di cuenta de que en Bucaramanga faltaba algo para poder tocar realmente el instrumento y viajé a Valledupar, a la Academia del Turco Gil. Es un instrumento que consiste la mitad en estudio y la otra mitad en aprender la cultura.

¿A qué edad comenzó a ir?

Desde los 13 hasta los 16. La mayoría de veces mis papás me acompañaron, pero otras fui sola. Compartía con el Turco, que era mi maestro, o con sus hijos. No tengo familia allá, entonces fui haciendo amistades. Descubrí qué implicaba ser una mujer en el folclor vallenato.

¿Qué significa ser una mujer dentro del vallenato?

Ya no es solamente cultural, sino que se volvió algo social. Nosotras estamos hablando, estamos diciendo las cosas. Tuve situaciones difíciles que me hicieron fuerte, me enfrenté con el hecho de que había pocas mujeres haciéndolo y de que era una cultura muy machista en todo sentido. Había comentarios, te juzgaban o te decían qué tocar. Hoy en día, ser una mujer con el acordeón en mi pecho y mi hombro es representar a un montón de chicas que están detrás.

¿Cuál es la cara de la música que quiere mostrar?

El vallenato es mi fuente, pero no necesariamente a donde tengo que ir. Exploro muchísimo con mi música. El disco que acabo de hacer es un viaje al Caribe en general, con toques muy latinoamericanos. Llevo el acordeón conmigo, que es como mi escudo. La música tiene historias detrás y sentimientos que despertar, y para lograrlo debe ser sincera.

Para usted, el acordeón no es necesariamente vallenato, a pesar de que este es el imaginario.

Tengo muy claro y respeto el hecho de que el acordeón se desarrolla por este género, pero desde esa tradición es posible llevarlo a otros lugares con el mayor de los respetos. Son melodías y cantos tradicionales que estoy intentando poner en nuestro tiempo y mi manera de ver las cosas.

Dice que la mitad del acordeón es saber tocar y la otra conocer la cultura. ¿Qué aporta la cultura al tocarlo?

Todo. En Colombia la música va cambiando a través de las regiones y eso no pasa porque sí, sino que viene de la forma de ver la vida de las personas de cada lugar. En cualquier género hay que ir a la fuente de las cosas, a donde nacieron.

¿Cómo llegó a la actuación?

La historia de Patricia Teherán se había intentado hacer y estaban buscando la mejor manera de lograrlo. Desde que supe, me pareció chévere intentarlo y un día cinco personas me llamaron a contarme que estaban buscando una mujer como yo. Me atreví a hacer un casting, actoral y musical. Creo que gustó y me solté muchísimo. Esa podía ser la única vez que hiciera algo así y tenía que darla toda.

¿Está feliz con el resultado?

Ha sido un honor y espero que no sea la única historia de mujeres que se haga. Es algo que ha cambiado mi vida. Conocer a Maribel Cortina, que es la acordeonera en la vida real, ha sido lo más bonito de todo. Las grabaciones eran tan reales, significaban sentir a Patricia con la música.

Por El Espectador

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