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Una obra digital para recordar que el cielo es de todos

En Bogotá, Medellín, Cali y Madrid (España) se realiza “Celeste”, una instalación que requiere la participación del público para romper fronteras y captar el cielo.

30 de mayo de 2020 - 01:20 a. m.
“Celeste”, de Solimán López, está activa desde 2017. Primero documentó el cielo de Valencia (España), luego el de Londres y París. Ahora la idea es conectar varias balizas al mismo tiempo, gracias a la tecnología.
“Celeste”, de Solimán López, está activa desde 2017. Primero documentó el cielo de Valencia (España), luego el de Londres y París. Ahora la idea es conectar varias balizas al mismo tiempo, gracias a la tecnología.
Foto: cortesía

“Celeste” es una instalación artística multimedia que requiere la participación de las personas. ¿Por qué el cielo para crear esta conversación con imágenes y estética digital?

El cielo siempre ha sido el espacio del deseo, es donde están las deidades y es lo que nos comunica con el más allá. Siempre que queremos algo miramos al cielo, y esa mirada ilusoria y casi esperanzadora es la que Celeste propone a través de las nuevas tecnologías: la unión entre los humanos al compartir el mismo espacio celestial. Es una metáfora onírica de cómo, gracias a las nuevas tecnologías, podemos estar hoy en día más conectados que nunca y cómo se pueden trazar estos puentes de relaciones internacionales e interpersonales por medio del arte contemporáneo.

Dice que se trata de una obra transfronteriza y sin geografía. Ahora que líderes han marcado fronteras, incluso antes del coronavirus, ¿qué significan para usted esos conceptos?

La obra tiene un punto político, es una pieza muy atractiva en el sentido estético, visual y romántico, pero también esconde una defensa a ultranza del espacio de la no frontera, porque se han trazado unas líneas virtuales que no tienen sentido para la humanidad del siglo XXI. Celeste rompe las fronteras, de manera voluntaria y metafórica. La idea es aportar un grano de arena al pensamiento global de que el ser humano debe estar unido no solamente para enfrentar el COVID-19, sino para seguir habitando el mundo.

“Celeste” plantea el debate de las barreras ficticias, pero la tecnología también marca la separación entre las personas y la desigualdad social…

El problema es que siempre se ha utilizado la tecnología como modelo de estatus, y esto viene desde la Revolución Industrial. Las nuevas tecnologías también son deudoras, porque hay una asociación de estas con el lujo, pero el ser humano tiene la posibilidad, como nunca, de acceder a códigos libres. De hecho, con Celeste vamos a iniciar los talleres Derivaciones celestes y voy a poner a disposición de diferentes colectivos el material que se está generando para encontrar nuevas lecturas de la obra.

La obra se construye con balizas instaladas en lugares icónicos de Madrid, Bogotá, Cali y Medellín, siguiendo con la tradición del arte digital que no está en los espacios dedicados al arte. ¿Por qué?

Sí, por suerte el arte está ocupando los espacios que a priori no le eran propios, aunque esto ya pasó con el arte urbano. El arte digital no ocupa los espacios museísticos o de galerías como debería por un tema de mercado, porque no muchos están dispuestos a adquirir un objeto no tangible. Con Celeste nos interesaba meter la obra en el planetario, porque mi trabajo está asociado con la ciencia, me interesa mucho artísticamente y porque es una estrategia visual. Queremos mirar al cielo, registrarlo y no hay mejor espacio que el planetario.

“Celeste” está activa desde 2017, ¿cómo ha cambiado desde entonces?

La primera versión documentó el cielo del puerto de Valencia, España, luego estuvo en Londres, París y Alicante. Esas versiones fueron locales, nunca habíamos conectado varias balizas al mismo tiempo, algo que logramos con el avance de la tecnología. Por otro lado, el registro de la cámara es mucho más preciso, captura más datos y más colores del cielo.

¿Ahora que lo presencial está prohibido, cree que el arte digital adquiere una nueva dimensión?

Sí, por supuesto, se han legitimado los soportes digitales. Llevo bastante tiempo en la creación digital y creo que esto ha venido para quedarse 100 %, vamos a empezar a asimilar las experiencias de lo digital como una experiencia similar y válida como lo puede ser la visita a un museo, porque al final nos acostumbramos y naturalizamos las situaciones.

Lleva varios años ejerciendo el arte digital, que se hace cargo de lo que denomina “la desmaterialización de la cultura”. ¿Por qué?

A lo largo de la historia de la humanidad, la cultura ha tenido varias líneas de documentación. Por un lado, hemos tenido la cultura de lo material relacionada con los objetos, y la otra cultura es la inmaterial, que es todo lo que tiene que ver con el recuerdo, la transmisión oral de pensamientos y experiencias. Con la llegada de lo digital surge un tipo de cultura que parte desde la inmaterialidad, pero el problema es que el arte en general siempre se ha obsesionado con los objetos. Lo que planteo es que el arte digital propicie la cultura inmaterial y que los objetos artísticos dejen de ser, como tal, objetos físicos y estén más relacionados con el mundo de las ideas.

El arte es también un recuerdo de la época. ¿Cómo cumple esa función el arte digital?

Ahora mismo el arte, con todo lo que tiene que ver con esta crisis sanitaria, se ha legitimado mucho con todo lo que tiene que ver con la experiencia. Valoramos más la experiencia de consumir productos culturales o artísticos, lo echamos de menos. Por otra parte, se ha certificado la difusión digital, se ha podido incorporar lo que siempre defiendo, la poesía. Estamos en un momento muy interesante para la productividad artística no solo desde el punto de vista creativo, sino desde los soportes y espacios que ocupa el arte. Internet es ahora un espacio disponible para el arte.

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