“Uno debe soñar y trabajar por sus sueños"

La atleta Dee Dee Trotter ganó dos de sus tres preseas olímpicas en las pruebas de relevos después de recuperarse de u na lesión de rodilla . Dice que tener metas claras, no rendirse, ni temerle al fracaso fueron claves en su carrera deportiva.

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13 de marzo de 2017 - 09:44 p. m.
 “Uno debe soñar y trabajar por sus sueños"

¿Por qué sólo empezó a practicar deporte a los diez años?

Mi mamá me alentó a que practicara básquet para mantenerme activa. Antes de eso no hacía nada distinto a lo que hacía cualquier otro niño que juega en la calle, aunque siempre fui muy rápida. Sabía que ese era mi don y, aunque era algo muy natural para mí, tenía claro que se trataba de un talento que podía utilizar.

¿En qué momento se empezó a inclinar por el atletismo?

No me interesé en el atletismo hasta que empecé el bachillerato. Antes de eso, mi deporte era el básquet, era como el amor de mi vida. Mi objetivo era convertirme en una jugadora profesional de básquet y era allí donde veía encaminada mi carrera como deportista profesional.

¿Por qué decidió dejarlo?

Mientras terminaba el colegio practiqué atletismo y básquet. Era muy buena en ambas cosas y gracias al deporte me ofrecieron muchas becas universitarias. Me interesaba ir a la Universidad de Tennessee y en ella sólo ofrecían becas para atletismo. Mi deseo de estudiar y competir por esa universidad pesó más que la posibilidad de jugar básquet en cualquier otro lugar.

¿De dónde viene su disciplina?

Creo que, en parte, es algo con lo que naces, aunque también es cierto que existe otra parte que vas aprendiendo. En mi caso, mi papá es pastor y antes de eso fue infante de marina. Supongo que algo de ese trasfondo me preparó para tener cierta mentalidad y carácter.

¿Cuál fue el papel de su madre en su carrera deportiva?

Ella me enseñó a no renunciar a mis sueños, me decía que rendirme no era una opción y que si fallaba en algo tenía que seguir intentando. Son cosas muy simples que les deberían enseñar a todos los niños mientras crecen. Uno debe soñar y trabajar por sus sueños. Mientras crecía, mi familia siempre se encargó de poner un énfasis muy fuerte en esas ideas.

¿Ellos practican algún deporte?

Mi familia no tiene muchos atletas. Por supuesto, uno que otro practica deporte, pero no a nivel profesional ni universitario. De hecho, soy la primera persona en mi familia que fue a la universidad. Tenemos creencias espirituales fuertes y una vida muy disciplinada. Creo que eso ayudó a formar mi carácter para destacarme como medallista olímpica.

¿Cómo fue su preparación para los Olímpicos de 2004, en Atenas?

En realidad, no hubo mucha preparación. Estaba corriendo como atleta universitaria y jamás alcancé a soñar que podía llegar a ser medallista olímpica. Fue algo que pasó porque fui muy rigurosa con las competencias que tenía a la mano y tan sólo fui lo suficientemente buena para llegar al equipo olímpico de EE. UU.

¿Por qué no se sentía preparada?

Estar en los olímpicos no era algo que me había propuesto. Acababa de volverme una atleta y en ese punto no sabía mucho sobre el deporte, porque mi prioridad hasta no hace mucho había sido el básquet. Cuando llegamos a Atenas todavía no procesaba del todo lo que estaba pasando.

¿Qué significó ganar su primer oro olímpico en esa competencia?

Se podría decir que los olímpicos de Atenas me abrieron los ojos. Gracias a ellos me convertí en atleta profesional, firmé un contrato para representar una marca de zapatos y fui la primera atleta de mi universidad en terminar sin retrasos su pregrado.

No participó en los Olímpicos de Pekín por una lesión. ¿Cómo fue su recuperación?

En 2008 tuve una operación de rodilla y me tomó casi cuatro años llegar al nivel que tenía antes. Cuando volví al equipo olímpico, en 2012, estaba en una situación de todo o nada. En ese momento, si no tenía un buen año me habría tenido que retirar. Las dificultades de mi recuperación me motivaron para reponerme y alcanzar las dos medallas olímpicas con las que regresé de Londres.

¿Qué significaba el maquillaje que utilizó en esa competencia?

Durante la recuperación necesitaba algo que me hiciera sentir positiva y que obligara a la gente a mirarme. Eso me ponía presión extra y era una excusa para mejorar mi desempeño. Aunque no funcionó durante mucho tiempo, en Londres lo hizo (risas). Me apodaron “la guerrera con cara resplandeciente”. Supongo que el maquillaje, como para muchas otras, era mi pintura de guerra.

¿De qué habla la conferencia que viene a dictar en Colombia?

A partir de mi historia, trato de mostrar cómo cada uno de nosotros puede romper las barrearas que crea nuestra mente. Habla sobre lo importante que es tener hambre de alcanzar lo que queremos o lo que en algún momento nos creímos incapaces de alcanzar.

¿Cuál es su consejo para los deportistas jóvenes?

Para mí, la clave fue no temer. Hoy los niños le tienen pánico a fracasar y por eso a veces ni siquiera se atreven a probar las cosas. Creo que la única forma de fallar realmente en algo es dejar de intentarlo. También hay que soñar, tener una meta y no rendirse fácilmente. Las cosas pueden ponerse difíciles y en esos casos no se puede desfallecer ni dejar de creer en uno mismo.

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