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"A Chocó le debo el sentido de la paz": Waldo Urrego

Con más de cincuenta años de carrera y a pocos días del estreno de su último trabajo en cine, Waldo Urrego asegura que, a pesar de que su pasión por actuar surgió desde muy pequeño en Quibdó, ser actor en Colombia es una profesión muy inestable.

Un chat con...
15 de diciembre de 2015 - 03:47 a. m.

La segunda parte de “Uno al año no hace daño” fue grabada durante la producción de la primera entrega. ¿Cree que podría ser un factor para que esta segunda entrega sea tan exitosa como la primera?

Las dos películas están pensadas desde el comienzo, entonces eso significa que hay una continuidad argumentada, que hay una coherencia argumentada, una coherencia en los personajes, no hay situaciones forzadas. Normalmente la segunda parte suele ser forzada, porque la primera tuvo éxito, entonces se inventan cosas que no son coherentes. Aquí eso no pasa.

La película retrata las excusas que los colombianos encontramos para beber.

Sí, es la conducta más habitual que nos lleva a ese tipo de ensoñación. A ver la vida desde una perspectiva ideal equivocada, entonces nos engañamos. Pensamos que vamos a tomar sólo uno y siempre decimos lo mismo y resulta que no es uno sino muchos, a pesar de haber dicho la noche anterior: esta es la última de mi vida. Ese es el punto central de la película, es la reflexión que invita a hacer.

Su personaje es Álvaro Rodríguez, ¿qué considera que refleja de los colombianos?

Retrata un pensamiento popular, una capacidad de ensoñar, de creer en ideas y tratar de convertirlas en realidad para hacer la vida mejor. Es una especie de mal nacional frente a la carencia de otras posibilidades más reales, más concretas.

Y, ¿qué tanto toma usted?

No, no tomo. Si acaso, cuando voy de parranda, un whisky, pero soy diabético, entonces no tengo chance.

¿Pero sí le gusta bailar?

Soy rumbero. Me he divertido toda la vida sin tomar, eso no quiere decir que haya sido diabético toda la vida o que nunca haya tomado. Cuando era joven tomé un poco, pero nunca fue un problema para mí ni me hizo falta. Nunca fui un tomador.

Son más de cincuenta años de carrera artística. ¿Ha rechazado algún personaje? ¿Por qué?

Sí. He tratado de ser selectivo cuando es posible. En algunas ocasiones he dicho “no”, porque no me ha interesado el personaje o el tipo de producción o la oferta económica o porque físicamente no he podido o por viajes.

¿Su inicio en la actuación se dio cuando viajó a los 17 años a Bogotá?

Cuando empecé a trabajar en televisión con Bernardo Romero, que me llamó accidentalmente, había hecho teatro y él me sacó de allí y me invitó a hacer un papel en teleteatro y de ahí para adelante no paré nunca. Pero inicié en Quibdó, cuando tenía 10 u 11 años, en una comedia que hizo un profesor para las fiestas del colegio y éramos tres muchachos y nos equivocamos, y salió mejor que si hubiéramos acertado.

¿Y desde ese momento supo que quería continuar actuando?

Sí. Luego participé en los grupos de teatro de la Javeriana, la Nacional y en el Teatro Atenas. Fue un proceso de desarrollo donde se saltaba mucho, por las circunstancias, pero siempre con gente que sabía mucho, con una mística y una capacidad de estudio que creo que se han ido perdiendo un poco.

¿O sea que hoy en día cualquiera puede ser actor o actriz?

La única gente que puede ser actor o actriz es la gente que tiene talento y que además estudia mucho. Aparecer en la televisión o en una película no significa que se sea actor o actriz.

¿Qué es lo más difícil de ser actor en Colombia?

La inestabilidad tan espantosa. Hubo una vez en la que duré tres años sin trabajar en televisión, y aunque siempre he sido empresario en el medio, haciendo producciones para televisión y empresas, como marketing online, pero la vida, en este país, no es fácil para la profesión.

Gran parte de su infancia la vivió en Quibdó. ¿Qué le debe al departamento?

A Chocó le debo el sentido de la paz y la convivencia que no he conocido en ninguna otra parte. El Chocó en el que viví era un Chocó pacífico. En mi casa nunca hubo chapa, nunca se nos perdió una moneda, al contrario, uno llegaba y encontraba regalos. Era un paraíso absolutamente sano, honesto, limpio. Con una cantidad de dificultades en el orden social y económico, que crecieron tanto que cambiaron toda esa perspectiva. Pero en los años 50 era un paraíso.

También vivió en Manizales, Chaparral y Puerto Berrío. ¿Qué recuerdos le quedan de esa época?

Me quedan unos recuerdos muy lindos y unas amistades que se diluyeron, que quedaron por ahí y que no se guardaron. Excelentes amigos en Manizales, en Chaparral y una formación que tuvo muchas influencias buenas y difíciles. Era la época de la violencia en el campo, entonces eso deja unas marcas muy particulares.

¿Cuál fue su primer contacto con la violencia?

Lo tuve en Puerto Berrío. Fue supremamente difícil, porque venía de un mundo pacífico, absolutamente feliz en Quibdó, entonces el contraste fue muy grande, vi cosas muy difíciles, muy duras de recordar, asesinatos violentos, decapitaciones. Y algo similar sucedió en Chaparral (Tolima), aunque era un lugar muy lindo, también hubo situaciones difíciles.

¿Cuál debe ser el papel de los actores en la sociedad?

El papel de los actores es muy grande, porque a través del arte es donde se puede reflejar mejor la realidad para que la veamos objetivamente y con eso modifiquemos nuestras vidas.

 

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