'El documental me acerca al país'

Priscila Padilla, directora del ‘La eterna noche de las doce lunas’, habló de por qué le interesan los temas de la cultura wayuu, su experiencia con ese documental y su iniciativa de explorar en el campo de la ficción.

El Espectador
15 de agosto de 2013 - 10:00 p. m.
Priscila Padilla desde el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico en Bogotá. Al fondo (der.), Pili, protagonista del documental, y su familiar. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Priscila Padilla desde el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico en Bogotá. Al fondo (der.), Pili, protagonista del documental, y su familiar. / Gustavo Torrijos - El Espectador
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¿Por qué le llama tanto la atención hablar sobre los wayuu?

Llegué a esa cultura porque siempre he querido hablar de la mujer, visibilizar sus luchas. La cultura de ese pueblo colombiano se construye a partir de la orientación matriarcal: la mujer es quien determina la economía y rescata la tradición ancestral.

¿Cómo llegó a la historia de ‘La eterna noche de las doce lunas’?

Cuando realicé la serie Las mujeres cuentan, donde se muestra a las trabajadoras del algodón, la construcción, las flores, el arroz y el tabaco en cada una de las regiones, me encontraba en Córdoba con las algodoneras y allí conocí a una chica wayuu que tenía 20 años y me contó su historia y del ritual del encierro.

¿Cuánto tiempo le llevó el proceso de investigación y cómo fue?

Alrededor de unos cinco años. Empecé por conocer desde la ubicación de La Guajira y todo lo concerniente a la geografía, la economía, la política y el conflicto armado, hasta sus costumbres ancestrales, proceso en el que realicé una investigación de carácter más etnográfico, pues me inserté dos años en esa región para observar más de cerca su forma de vida.

¿De qué se trata el encierro y de qué depende que las familias sigan esa tradición o no?

Depende de las rancherías, los lugares donde viven las familias wayuu. Si en una ranchería hay una tradición de encierro, la madre sigue replicándola con sus hijas.

Y el tiempo del encierro, ¿cuánto es en promedio? ¿Siguen siendo 12 meses o esa tradición ha cambiado?

Ha cambiado. Hay algunas madres que la implementan sólo por unos meses, e incluso días. Cuando empecé a hacer la investigación hablé con las piaches, mujeres sabias y conocedoras de la tradición del encierro, y ellas me decían que para que sea considerado un encierro debe ser de doce lunas, o mínimo seis, porque la mujer en ese tiempo debe ser consciente de su transformación física y psíquica, aprender a tejer, y eso solamente lo enseña el tiempo.

Para poder contar la historia en detalle, usted “vivió” un poco del encierro con Pili, la protagonista del documental...

Sí. Fue una gran fortuna porque eso generalmente no se permite. Y aunque fui muy respetuosa de sus tiempos, su espacio, etc., la abuela y cuidadora de Pili fue quien me propuso acompañar a la niña, y esto fue lo que enriqueció mucho la historia.

¿Cómo manejó los tiempos en el proceso de rodaje, aun cuando los wayuu tienen otra concepción de él?

Al hacer documental pasa algo y es que hay que ponerse al servicio del tiempo, porque nunca sabes cuánto te puede llevar una historia. Es el caso de este trabajo. Para los wayuu no existe el tiempo, por lo tanto yo no podía imponerlo, sino dejar que fluyera.

Siempre ha trabajado en documental. ¿Ha pensado en hacer ficción?

Sí. Aunque me encanta esa línea porque creo que es la mejor forma de aproximarnos al país y a la gente, es una gran experiencia haber pasado primero por el documental antes de hacer ficción. El próximo trabajo probablemente tendrá tintes de ficción.

Por El Espectador

 

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