“El gran ilusionista”, el nuevo libro del padre Javier López

Han pasado dos décadas desde que el sacerdote mexicano llegó a Colombia, y aunque no le había pasado por la cabeza consagrar su vida a Dios, hoy se siente afortunado de ser un guía espiritual para los jóvenes.

Un chat con...
10 de diciembre de 2015 - 04:53 a. m.

Su libro “El gran ilusionista” habla de las tentaciones que Satanás suele ponerle al hombre. ¿En qué experiencias se basó para hablar de ellas?

Trabajo mucho con jóvenes y siempre ellos me pedían que les hablara del satanismo y todo lo que conlleva: la música, la droga, el alcohol, los espíritus, el demonio, todas esas cosas. Empecé dando unas conferencias de media hora, junto con un joven que estuvo en una secta satánica. Él me ayudó bastante con su experiencia.

¿Se podría considerar que es un manual para enfrentarlas?

Como cristianos no estamos a la defensiva. No se trata de no hacer el mal, de no pecar, sino de amar, servir, hacer el bien, de eso se trata el libro. No tanto de no hagas, sino haz todas las cosas buenas que se puedan hacer.

¿De qué tipo de estrategias se vale satanás para tentar al hombre?

De muchas maneras. Un día iba en Transmilenio, para el Centro, y se acercó un joven que llevaba una hostia, consagrada, en su pantalón. Me la mostró, con las manos temblando, y me comentó que no tenía plata para comer y que una secta satánica lo había acogido, a cambio de hacer trabajos para ellos. Entonces acababa de robar una hostia, pero sentía que estaba haciendo mal. Le pregunté si estaba arrepentido, luego tomé la hostia y la consumí. Ese momento me pareció muy impactante, porque de cualquier cosa se vale el enemigo para que trabajemos para él.

En la práctica, ¿cómo logra vencer sus tentaciones?

Hay dos escudos. El primero son la inteligencia y la voluntad para decir no cuando debemos decir no y esto da mucha paz. Y el segundo, la parte espiritual: la eucaristía, la confesión frecuente y la devoción a la Santísima Virgen María y al crucifijo te liberan de muchísimos males.

¿Cuál es la tentación en la que más cae?

Quizá por temperamento, me tensiona mucho el hecho de no tener el control de las cosas.

¿Siempre tuvo claro que su camino era servir a Dios?

De pequeño pensé todo, menos en ser cura. Alcancé a estudiar un año de ingeniería industrial en el Tecnológico de Monterrey, pero me retiré. Diez años antes, mi hermana se había consagrado, lo que me impactó bastante. Luego mi primo ingresó al seminario y, aunque no quería ir, me invitaron a una de sus convivencias. Quedé impactado. Admiré el interés que tenían los jóvenes por servir a Dios. La gente piensa que la vida de un sacerdote es aburrida, pero para nada, todos los días vivimos una avalancha de situaciones buenas y no tan buenas.

¿Y cómo se logra tener la convicción de que ese es el mejor camino?

Es una lucha interior muy fuerte, porque sabes que Dios te está pidiendo algo más. A mí me encantaba “el mundo” y todo lo que había en el: bailar, tomar y me costó mucho dejar todo. Fue una lucha interior en la cual uno dice por qué no mirar que es lo que Dios quiere para mi vida. Aun me gusta el rock, y en algunas ocasiones ese gusto me ayuda a conectarme más a los jóvenes, pero para ese tiempo ni leer un libro me interesaba. Me costaba hablar en público.

Pero, ¿en algún momento pensó en casarse?

Claro. Para esa época tenía novia, duramos dos años. De hecho, mis padres pensaron que me había comido la torta antes del recreo (risas), pero no, la quería mucho, pero tomé la decisión de trabajar para la obra de Dios y él no te cohíbe tu capacidad de amar por ser sacerdote, al contrario tienes miles de hijos para amar.

¿Cómo es el preludio antes de dar una eucaristía?

Tenemos una hora y diez minutos para orar antes de la misa y, antes de ponerse el hábito, vuelves y haces una pequeña oración, que le da sentido a todo lo que vas a vivir en la misa.

Una de sus tentaciones es el rock. ¿Qué bandas escucha?

Me encanta mucho el rock progresivo, bandas como Rush y Emerson, Lake and Palmery. Para mí son las mejores. También Dream Theater, que es la síntesis de ellos.

¿Pero jamás intentó tocar un instrumento?

En mi casa escuchábamos rock a todo volumen. Entonces un día les pedí a mis papás que si podía tomar clases de batería y me dijeron que no querían más ruido. Intenté tocar guitarra, pero mis dedos son muy cortos. Me di cuenta que los instrumentos no eran lo mío.

 

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