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El legado de Borges en Manizales

Carlos Enrique Ruiz es el fundador de la publicación que en medio siglo ha logrado reunir a reconocidos escritores y expertos en ciencia y humanismo a través de entrevistas y reportajes.

Jorge Consuegra, Libros y Letras
17 de febrero de 2016 - 04:34 a. m.
Carlos Enrique Ruiz estudió ingeniería civil en la Universidad Nacional. / Cortesía
Carlos Enrique Ruiz estudió ingeniería civil en la Universidad Nacional. / Cortesía

La “Revista Aleph” va a cumplir 50 años. ¿Cómo nació la idea de hacer una publicación cultural?

Ocurrió en 1966, en un ambiente de renovación, en el que Marta Traba, directora de extensión cultural de la Universidad Nacional, apoyó la realización de actividades congregantes en las artes y las letras, y en el que los estudiantes se destacaban por ser activistas culturales en Manizales. Así nació la Revista Aleph. Allí incluimos un breve ensayo de Traba sobre el arte colombiano.

¿Existe otra alusión en el nombre de la revista, aparte del libro de cuentos de Borges?

Sí, tiene una doble connotación. Por entonces descubrí el cuento El Aleph de Borges en El retorno de los brujos, que leía, y me conquistó. Pero también, implícita en ese relato, estaba la referencia a la teoría matemática de los transfinitos, la Mengenlehre, desarrollada por George Cantor, de la cual aleph (primera letra del alfabeto hebreo) era el nombre del primer transfinito. Y como estudiante de ingeniería tenía apreciable formación matemática, y adopté el nombre, con apoyo de mis compañeros.

¿Qué tipo de dificultades encontraron entonces para hacer la revista?

El maestro Alfonso Carvajal Escobar me puso el reto de conseguir cooperación económica con exalumnos ingenieros, de ejercicio en sus campos. Acudimos a algunas oficinas de ingeniería y tuvimos avisos. Sumados los recursos, no alcanzaban a cubrir los costos de la imprenta, pero Carvajal asumió lo faltante. Fue una edición de mil ejemplares con Albert Einstein en carátula, en bella fotografía en blanco y negro. Si mal no recuerdo la edición costó mil pesos (de 1966), y se vendieron algunos ejemplares a un peso, con distribución a bibliotecas por parte de la respectiva dependencia en la sede.

¿Cuál fue el primer logro de la publicación?

Haberme comprometido con sacarla adelante con persistencia. Laboré en la profesión de ingeniero e hice estudios de posgrado, con reincorporación a la UN en enero de 1971, y desde entonces sigo en la brega académica, con algunos servicios prestados a nivel nacional, pero sin faltar en las ediciones de la Revista Aleph, que ahora cumple los cincuenta años, con 176 ediciones.

¿Recuerda qué temas trataron en la primera edición?

Congregamos ciencia, técnica y humanismo. Escribí un editorial con mi idea de universidad, la cual sigue acompañándome. Para la semana cultural del octubre de 1966 trajimos a la Orquesta Sinfónica de Colombia y tuvimos ciclos de teatro, cine, y conferencias.

¿Es complicado hacer cultura en Manizales por medio de una revista?

Igual que en cualquier parte, ni más ni menos complicado. Las cosas se hacen de acuerdo con el compromiso, la voluntad, la vocación, la persistencia. Manizales tiene la ventaja de ser la ciudad donde nací y crecí. Aquí tengo a mi gente, y la gente ha sido generosa, amable y estimulante conmigo.

¿Cómo han respondido los lectores a la revista?

La principal respuesta es la de un número apreciable de lectores, de difícil conteo, de lugares hasta inverosímiles. En esta época digital la revista se produce en medio físico, en papel, con tirajes reducidos, y en la edición virtual, con muchas ediciones a la vista. La revista es consultada en algunos países de África, del Medio y Lejano Oriente, en Hungría, Ucrania, China, Rusia e India.

Y con medio siglo de trabajo, ¿cuál ha sido el mayor logro de la revista?

Se trata de consecutivos logros. Cada edición es un logro, a veces impensable. Y en la cadena de labor son muy importantes las ediciones monográficas que hemos realizado: la cultura en España, la cultura en Israel, la cultura en Argentina, Michel de Montaigne, Fernando Pessoa, Miguel de Unamuno, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges. Otro logro reflejado en la revista es el conjunto de “Reportajes de Aleph”, que incorpora encuentros con personalidades en el mundo ocupadas de la ciencia, el arte, el pensamiento y las letras. En especial menciono mi encuentro con Juan Rulfo, Ben-Ami Scherfstein, Dámaso Alonso, Luis Cardoza y Aragón, Marcela del Río Reyes, Matilde Espinosa, Fernando Salmerón, Alí Chumacero, Rafael Gutiérrez Girardot, Germán Arciniegas, José María Valverde, Fernando Savater, Oswaldo Guayasamín, Atahualpa del Cioppo, Gordon Brotherston, Nirma Zárate, Günther Haensch, Ernesto Guhl, José Prat, Blas Galindo, Germán Pardo García, Francisco Miró Quesada, Georges Lomné, Leopoldo Zea y Juan Friede.

¿“Aleph” siempre será un referente a Borges?

Borges tiene un peso fundamental en la denominación de la revista, y en mi condición de lector, a tal grado que cada semestre, en mi Cátedra Aleph, en la Universidad Nacional de Manizales, con 28 versiones, en la primera sesión dialogo con los estudiantes sobre ese complejo y asombroso relato: “El Aleph”, para poner en escena el método de seminario-tertulia, también para justificar el nombre de la revista y su extensión viva en la cátedra. Toda la obra de Borges es de asombro, como su propia personalidad. Y no dejo de compartir lecturas de “Los conjurados”, ese libro que le dictó a María Kodama en Ginebra, en la antesala de su muerte. En la dedicatoria a ella le dice: “Sólo podemos dar lo que ya hemos dado. Sólo podemos dar lo que ya es del otro. En este libro están las cosas que siempre fueron suyas”. Y en el muy breve prólogo anota: “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso”. Ese hombre, sabiéndose en la proximidad de la muerte, se expresa sin dolor, sin sentimiento trágico de fatalidad; por el contrario, con la satisfacción de haber disfrutado de la belleza y la felicidad. Borges sigue siendo un pilar que soporta mi vida de lector, de recreador de palabras, al deletrear sentimientos y pareceres. Y un tanto más hondo llevo a Michel de Montaigne, en sus “Ensayos”, para continua reflexión sobre los temas de la vida. Infaltables.

¿Cuál considera que ha sido su mayor logro a nivel personal?

Encontrarme con Livia, mi esposa, cuando ambos éramos alumnos, ella en música y yo en ingeniería. Livia me ha acompañado en estos cincuenta años, en todas las circunstancias, jugándosela conmigo, paso a paso, desde la música, el amor, la solidaridad, la palabra, el silencio. Con tres hijos y cinco nietos, que les dan cada día más sentido y compromiso a nuestras vidas.

¿Es el mejor legado para hijos, nietos y lectores?

Difícil saber qué puedan apreciar ellos de los ajetreos de nuestras vidas. La revista es un acontecimiento en la cultura hispanoamericana, singular por la perseverancia en el tiempo y por sus contenidos, ajenos a las modas, a los grupos, a las filiaciones ideológicas, políticas o religiosas. Hacemos parte de aquella extraña cofradía de los librepensadores, con Michel de Montaigne a la cabeza, y su antecesor Sócrates. No me hago ilusiones frente al tiempo. Nada quedará. Los recuerdos son pasajeros.

Por Jorge Consuegra, Libros y Letras

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