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'Vicepresidencia es como una porcelana en el congelador': Humberto de la Calle

El exvicepresidente señala que los antisantistas son "una patota acaballada en una hipotética ola de descontento".

Daniela Franco García
11 de julio de 2012 - 09:52 p. m.

El presidente Santos puso a rodar la idea de acabar con la Vicepresidencia y volver a la designatura. ¿Es conveniente?
La ventaja de la Vicepresidencia es que garantiza que quien ejerza la Presidencia sea escogido por voto popular. Esa fue la razón principal que movió a la Constituyente. Pero es una institución que nació con el estigma de la sospecha. Por eso la Constitución no le asigna funciones propias. El vicepresidente queda al garete. Es eso lo que más ha afectado esta institución. La idea no es mala, pero preocupa el deseo irrefrenable de estar tocando la Constitución.

¿No es inoportuna la propuesta con Angelino Garzón convaleciente?
Uno imagina que el presidente estaba pensando en una reforma que entraría a regir después de Angelino Garzón. Pero es claro que surgieron suspicacias y se lastimaron sensibilidades.

¿Para qué sirve la Vicepresidencia?
Es una manera de garantizar la sucesión en la Presidencia con legitimidad plena. Muy útil si hay vacante. Entre tanto, es como una porcelana en un congelador.

Muchos sectores plantean una asamblea nacional constituyente para reformar la justicia. ¿Es necesaria?
Desde que se comenzó a discutir la reforma, muchos dijimos que era preferible dedicar esfuerzos a aquellas reformas que no requieren tocar la Constitución. En mi caso, me pareció que cuando hay un sinnúmero de congresistas bajo investigación, el momento histórico para redefinir la torta punitiva, quién investiga a quién, no podía ser peor. Con las declaraciones de la nueva ministra de Justicia el asunto queda congelado por ahora. Además, creo que a veces no se presta atención a las dificultades logísticas que encierra una constituyente. Hay que pasar una ley y sacar a votar al 33% del censo electoral. Y, además, evitar desbordamientos si logran superarse estas barreras. Es para pensarlo dos veces.

¿Cree que detrás de eso hay una intención de abrirle la puerta a una reelección de Álvaro Uribe?
El expresidente dice que no. Pero no faltarán seguidores suyos que lo intenten.

¿Quiénes fueron los “ganadores” de la polémica por la reforma a la justicia?
Perdieron las tres ramas del poder. Creo que sólo ganaron los medios y la opinión pública. Parece que ha comenzado a surgir una especie de poder ciudadano.

¿Qué tanto daño le hace al país el choque entre Santos y Uribe?
El enfrentamiento en sí mismo no sería malo. La democracia se nutre del disenso. Pero la extrema agresividad, la utilización del orden público como bandera partidista y eso de halagar a los militares pueden llevarnos a una situación muy riesgosa. Además, oí repetidamente en estos días, a propósito del nacimiento del Puro Centro Democrático, que el país tenía que escoger entre Santos y Uribe. Es un caso de miopía. Nadie puede descartar más protagonistas, una coalición de fuerzas, una patota acaballada en una hipotética ola de descontento.

¿Por qué dice que el sistema presidencial hizo crisis?
Por la rigidez de los períodos. Con presidentes imperiales intocables, la cosa funcionaba, pero hoy las crisis afloran de un momento a otro. En esas condiciones habría que pensar en rasgos semiparlamentarios. Un jefe de Estado estable, un jefe de gobierno sujeto al voto de censura. Y, claro, también un Parlamento que se pueda disolver para que la ciudadanía decida.

Usted habla de un acuerdo para mantener estándares éticos en la política, ¿no es soñar demasiado para Colombia?
Ese fue el motor de la Constitución de 1991. Aun si no se logra llevar todo a la práctica, instituciones como la pérdida de la investidura, absolutamente singular en el marco constitucional comparado y altamente eficaz, deberían ser un tesoro nacional.

¿Cuáles fueron los grandes pecados del presidente Santos en el trámite de la reforma a la justicia?
No valorar los argumentos de quienes dudaban de la oportunidad y pertinencia de la misma. Quizá confió demasiado en que podía controlar el proceso.

¿Es necesaria una crisis ministerial en estos momentos?
No siempre los cambios de gabinete implican soluciones a los problemas. Pero refrescan la política. Un reajuste podría ser útil.

Usted manifestó que los colombianos sufrimos de “esquizofrenia”. ¿A qué se refiere con esto?
Porque vapuleamos durante cuatro años a los congresistas. Cuando llegan las elecciones, ahí vuelven a aparecer. Lo obvio es que el voto sea el vehículo de la depuración. No lo es. Hay una ruptura, una doble realidad.

Por Daniela Franco García

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