Croacia sigue alterando el fútbol mundial

El equipo de Zlatko Dalic enfrenta este domingo a Francia en el partido más importante de su historia. Ganar es la consigna de un país en el que luchar es un verbo del diario vivir.

Camilo Amaya - Enviado Especial Moscú
15 de julio de 2018 - 01:36 p. m.
La selección de Croacia, de la mano de su técnico Zlatko Dalic, espera tener una buena presentación en la  final del Mundial de Rusia 2018.    / AFP
La selección de Croacia, de la mano de su técnico Zlatko Dalic, espera tener una buena presentación en la final del Mundial de Rusia 2018. / AFP

Los diálogos empezaron mucho antes, pero apenas fue el 14 de noviembre de 2017 que se oficializó todo. La misma foto en la portada de los periódicos croatas: Zlatko Dalic estrechando la mano de un Davor Suker canoso, subido de peso y de sonrisa fría, impostada. Dicen que pasaron días hablando de trabajo, de estrategias, de nombres y de un solo y gran objetivo: Rusia 2018. No fue fácil llegar a un punto medio, pues el entrenador quería una cosa y la leyenda croata otra. Anotaron y tacharon en un cuaderno y luego de horas y más horas llegaron a un acuerdo, cerraron un pacto y sellaron una nueva historia. Dalic fue oficializado como nuevo DT de su país, a siete meses del inicio de la Copa del Mundo, sin la clasificación asegurada, pero con la obligación de garantizarla. Suker, el presidente de la Federación, al que muchos recriminaron por ser el peón de Zdravko Mamic, el hombre exiliado en Bosnia y quien tiene el monopolio del fútbol en esa nación, solo dijo unas cuantas palabras: “Es la persona adecuada para el momento que atravesamos”. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)

Dalic tenía claro que antes de técnica necesitaba lealtad, que antes de jugar bien era inminente una reconciliación con la hinchada, con la gente que perdió la fe en su selección. “Rezamos a Dios para que pierdan todos”, decía un grafiti en Zagreb, una muestra de un pueblo aburrido por la corrupción en el deporte, por las decisiones de unos pocos que afectaron a muchos, por la monotonía desde Francia 1998, cuando soñar se hizo algo habitual.

Han pasado ocho meses y un día desde que el entrenador asumió el cargo. También pasó la victoria contra Ucrania para jugar el repechaje, el triunfo contundente frente a Grecia para decir presentes en Rusia. Y una fase de grupos perfecta desnudando a la Argentina de Lionel Messi y tres definiciones en el tiempo extra para dejar en el camino a Dinamarca, Rusia e Inglaterra y así acceder a la final del Mundial. (Lea: Así es Luzhnikí, el estadio de la final del Mundial)

“Ya estamos reconciliados del todo con la gente”, apuntó Dalic luego de la victoria más importante de su carrera y la de Croacia, un país con cuatro millones de habitantes, donde la mitad estuvieron pegados a los televisores para ver el duelo contra los ingleses y donde cada año son más los jóvenes que deciden irse al exterior porque no ven un futuro promisorio. Los minutos de buen juego entraron por los ojos, por los sentidos y por la mente como un aguijonazo, como un impulso que tiene hoy a más de 6.000 croatas esperando por el partido contra Francia en el estadio Luzhniki de Moscú, cuando en el principio apenas eran mil.

El equipo de Luka Modric e Ivan Rakitic, también de Mario Mandzukic, es un reflejo de la sociedad croata, del patriotismo infundado en el sentimiento común, en pelear y luchar sin importar las circunstancias, por no sentirse inferior a nadie ni menos fuerte que nadie. “Ya le ganamos a Inglaterra, por qué no podemos vencer a Francia”, dijo Andrej Plenkovic, primer ministro de Croacia luego de una junta del gabinete que más pareció una reunión de hinchas, pues todos los presentes llegaron con la camiseta ajedrezada. Este sábado, en el último entrenamiento antes del encuentro, Rakitic, el mismo que tuvo fiebre de 39 grados antes de jugar las semifinales, invitó a pelear, a subvertir el fútbol mundial, a darle un nuevo significado a la palabra épica. “No será sólo un triunfo en una Copa del Mundo; será una victoria en la vida misma”, apuntó. (Puede leer: La selección, símbolo de una Francia multicultural)

Dalic les pidió a sus jugadores que no pensaran en lo que pasó hace 20 años, cuando los franceses se impusieron en semifinales por 2-1 y arruinaron lo que hubiera sido un debut mundialista soñado. Sí les recordó el talento de Suker, la fuerza de Goran Juric, la inteligencia y el carisma de Zvonimir Boban, la terquedad de Robert Prosinecki y la espontaneidad de Aljosa Asanovic, integrantes del seleccionado de 1998. “Todos los días les resalto una cualidad de sus héroes, porque la mayoría eran niños cuando ocurrió el suceso”, dijo el DT, el mismo que hizo que sus dirigidos vieran el documental llamado Vatreni (Fuego en croata), sobre esa selección que fue tercera del mundo, para que entendieran cómo 11 futbolistas se mataban en la cancha mientras sus compatriotas morían en la guerra, como una especie de deber, como una obligación.

En Moscú abundan las banderas de Croacia, los gorros de waterpolo de color azul, rojo y blanco (es uno de los deportes más populares allí) y las personas que siguen creyendo que la revolución es el camino a la equidad y que ser revolucionario, con justa causa, siempre generará un cambio. Si no que lo diga Croacia, el equipo que ha trastocado el orden del fútbol mundial y que lo seguirá haciendo así no levante la copa. (Lea también: Néstor Pitana, el misionero que llegó al arbitraje)

Por Camilo Amaya - Enviado Especial Moscú

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