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Cuatro años, tres finales, una colección de frustraciones y un angustiante desenlace de las Eliminatorias. Alejandro Sabella, Gerardo Martino, Edgardo Bauza y, finalmente, Jorge Sampaoli. Siempre Lionel Messi. A pesar del cimbronazo que generó hace dos años, cuando anunció su renuncia a la Selección Argentina para concentrar toda la atención después de perder por penales ante Chile en la Copa América del Centenario, el crack rosarino fue una luz de esperanza. Porque ‘Leo’ es el mejor jugador del planeta y se viste de celeste y blanco. Entonces, a pesar de que el pasaje a Rusia se consiguió en la última fecha ante Ecuador y el funcionamiento del equipo es un gran interrogante, los hinchas creen en él. Mucho, todo, tuvo que ver el “10” en la clasificación con un hat-trick inolvidable en el Atahualpa de Quito.
Este sábado, ante Islandia en el estadio del Spartak de Moscú (8:00 a.m.), Messi volverá a ser el líder de una generación valorada en algunos sectores de la sociedad futbolera, que aplaude el protagonismo que tomó la Selección en Brasil 2014 y en las Copas América de Chile y Estados Unidos. También, el referente de un grupo de jugadores que nuclea rechazos y desconfianza en aquellos que les reprochan las derrotas ante Alemania y Chile. País afecto a la polarización de ideas, el conjunto albiceleste no es la excepción. Bajo esta coyuntura, el Mundial es una buena posibilidad para reconstruir el vínculo con la gente. Y al margen de los pagarés acumulados, la ilusión empieza a cobrar fuerza.
Estarán Messi y sus amigos. Con Javier Mascherano (34 años) a la cabeza. Es su mano derecha, el que cambió Barcelona por la Superliga china, el que hizo dudar a Sampaoli de llevarlo a Rusia, pero terminó convenciendo al entrenador en las prácticas. Será titular en su cuarta Copa del Mundo. También, Lucas Biglia (32), el volante de Milán que llegó al límite con el físico por la lesión en la espalda. Angel Di María (30), Sergio Agüero (30) y Gonzalo Higuaín (30) completan el cuadro preferido del capitán. Ellos, Marcos Rojo (28) y Enzo Pérez (32) son los sobrevivientes de Brasil 2014, donde Argentina fue subcampeón. (Le puede interesar: Podcast Pechofríos: Lionel Messi, el último recurso)
El dato no debe confundir. Porque el recambio había comenzado con Martino y recién el último tiempo, después de los desniveles que el equipo mostró con Bauza, Sampaoli introdujo otros nombres propios. Nicolás Tagliafico, lateral del Ajax con marca y proyección; Maximiliano Meza, mediocampista interno de Independiente que empieza a ganar terreno en el once inicial; Giovanni Lo Celso, enganche en Rosario Central y volante interior en PSG relegado por Biglia en la semana previa al debut; Cristian Pavón, extremo de Boca Juniors, punzante por izquierda o por derecha, su mejor perfil; y Franco Armani, que brillaba bajo los tres palos de Atlético Nacional pero tomó mayor notoriedad en River Plate. Las caras menos habituales en una Selección que se puso un techo en la Copa del Mundo, más allá de la estelar presencia de La Pulga en el equipo más longevo con un promedio de edad de 29 años, 6 meses y 24 días. Detrás, Costa Rica.
Sí, Messi y el resto de los jugadores más emblemáticos le bajaron el precio a Rusia 2018. El discurso fue mutando desde octubre del año pasado, cuando los jugadores levantaron la veda que tenían con la prensa, una polémica decisión que tomaron molestos con las críticas y el rumor que de que Ezequiel Lavezzi había fumado un cigarrillo de marihuana en la concertación. Del "ya no alcanza con llegar a las finales; ahora hay que ganarlas" de Mascherano y el "si nos va mal en el Mundial, tenemos que desaparecer" de Messi, se pasó al " una buena Copa del Mundo es terminar entre los cuatro primeros". A coro, los futbolistas repiten que esa es la meta.
¿Será suficiente para estos jugadores que vienen arañando la gloria? ¿Bastará para los hinchas el conformismo de los siete partidos si al final del camino Leo no levanta el trofeo dorado? Hay una comparación inevitable, un reflejo de aquellos que superan los 40 años y vivieron la época de Diego Maradona. Nadie desconoce la magnificencia de Messi. Por su descomunal talento, por ese mágico pie izquierdo, por la penetración que tuvo su juego en cada rincón de la Tierra. El rosarino tomó el trono que alguna vez fue de Pelusa cuando la globalización no contaba con las redes sociales ni Internet. Pero el reconocimiento todavía es superior en el extranjero que en su propio país. Y tiene que ver con eso que tiene Maradona y le falta a Messi: un título con la Mayor. (Lea también: Rusia 2018: La última oportunidad de Messi para ganar un Mundial)
Argentina dio la vuelta olímpica en los oscuros años de la dictadura, hace exactamente cuatro décadas, en 1978. La gesta de 1986, la Mano de Dios, el barrilete cósmico contra Inglaterra, la gloria eterna para Diego. No se dio en Italia, a pesar de los penales que tapó Sergio Goycochea. Desde los once metros no pudo con el tiro de Andreas Brehme. No obstante, en 1991 y 1993 se ganaron las Copas América de Chile y Ecuador, esas mismas que perdieron Messi y compañía. Los que no vivieron aquel tiempo, ponderan haber llegado a las instancias decisivas. Muy a pesar de las derrotas. La nostalgia lo hace demasiado insuficiente.
Messi está ante su gran reto, entonces. Dispuesto a superarse a sí mismo y alcanzar el Olimpo en el Mundial. En la intimidad de complejo deportivo de Broonnitsy, búnker albiceleste a 50 kilómetros de Moscú, cuentan que está diez puntos con una doble rutina de entrenamiento. Su año volvió ser fantástico. Con 34 goles se quedó con la Bota de Oro. Campeón con la camiseta blaugrana, ahora le queda una cuenta pendiente que 43 millones de argentinos anhelamos que pague en Rusia.